"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


jueves, 25 de octubre de 2012

La cara más alegre de la normalidad


Recoger un alfiler
A eso, sólo a eso, se había reducido la vida de una veinteañera con todo el mundo por delante, con mucho futuro... "Si recojo un alfiler caído al suelo por amor a a los míos es un acto grande, el más grande hecho por amor"...  Un mero alfiler...

En cambio, cuántas veces los alfileres los usamos para clavar en el corcho de nuestra vida -ese que tenemos para que lo vean los demás- nuestras "importancias":
- que me valoren...
- que se den cuenta de todo lo que trabajo...
- que cuenten conmigo...
- que me hagan caso.
- que tenga la última palabra.
- que me den siempre la razón.

Los alfileres del suelo los hemos dejado para otras, para otros... Nos creemos, demasiado importantes. Tan importantes que incluso ya lo de los demás sobra en nuestra sociedad, incluso (no miremos fuera) en nuestra propia vida.

Nos fiamos de los demás, es verdad. Pero nos rebelamos: "por qué, por qué así, por qué ahora, por qué no de otra manera".  De alguna manera no nos gusta demasiado aquello que se sale de nuestros cálculos, de nuestras ideas.

Vivimos demasiado preocupados de las heridas. L. Bloy decía que el sufrir pasa, el haber sufrido no. Sufrimos demasiado, por alfilerazos, pero seguimos sufriendo porque queremos. Por no saber cerrar a tiempo las heridas, que tan sólo son eso: heridas. Mi vida es más.

 ¿El camino?  Sufrir, si. pero con otra perspectiva totalmente diferente: El amor cuando es de verdad se nota en una cosa: en que duele. Duele estar disponible, ser servicial, callar a tiempo, no pensar mal, no criticar cuando todos lo hacen. Duele la humildad, la sencillez, la docilidad, la entrega...

Duele el amor. Sería mejor recoger un alfiler. Pero nos gusta más vivir a lo nuestro, ser protagonistas, llevar la voz cantante. Al fin y al cabo no somos tan originales y la historia se repite: igual que aquellos primeros Adán y Eva que no le hicieron ascos al fruto del ambos de la ciencia del Paraíso para decidir por ellos mismos lo que estaba bien o mal... ¿Qué hacer, pues?
Sencillo: "Ama y confía". Ama y sirve. El que ama no se equivoca. Piensa quiénes son o qué son esos alfileres de tu vida. Aquellos y aquello por lo que tienes que agacharte al suelo. Aquellos ante quienes tienes que ponerte de rodillas para servirles. Somos servidores, no imponemos la verdad: la vivimos y por tanto la contagiamos.Tampoco la cambiamos o adulteramos porque nos comenten que las rebajas atraen a más gente. Nuestro amor y entrega no son de rebajas, de segundas oportunidades. Cualquier detalle cuenta para el servicio, para el amor, para la entrega. Eso si, ¡no esperes a mañana!
 
 

jueves, 11 de octubre de 2012

La alegría de saber que tienes a alguien en tu camino


                                    

No hay maestra como la Vida. Aquí no valen ni chuletas de exámenes ni días lectivos "pirados". Esta maestra sabe más que nosotros. Es de las que cuando tu vas, ella vuelve. Y eso se nota.

Cuenta además con un buen aliado, otro traidor a nuestra humana existencia: el Tiempo. Cada hora, cada minuto, cada tarde nos recuerdan a siniestro dúo lo caduco de nuestros sueños, lo corto de nuestros proyectos, el rumbo de este tren que es la vida en la que cuando menos te lo esperas el revisor te indica que has llegado a la estación. El cansancio o incluso el agotamiento, la rutina o la desgana, el simple pasar las hojas de un calendario que sigilosamente nos va advirtiendo que cada página se lleva un tiempo que nunca más volverá. 

El panorama es cuanto menos poco alentador. Pero hemos sabido descubrir que la vida es más que tiempo. La vida son personas, la vida también eres tu: eres vida para otros. Así, cada tarde o momento vivido; cada conversación o encuentro fortuito; cada mensaje o cada llamada son momentos irrepetibles, únicos, que nunca más volverán. Hay que saber aprovecharlos.

Podemos pasar las hojas del calendario esperando encontrar señalado en rojo nuestro día. Cuando otros sean los que arranquen sus hojas nos daremos cuenta de que ese día nunca llegó. Porque esos días eran todos, y no hicimos otra cosa que desaprovechar la oportunidad. Nos quedamos esperando, descuidando lo de alrededor y al final la Vida y el Tiempo pudieron conmigo, con nosotros. Nos la supieron jugar.

En cambio cada minuto es bueno para darse cuenta de que hay algo capaz de vencer a estos dos traidores empeñados en amargarnos la vida. Frente a mi "yo" diario, con sus victorias y derrotas, alegrías y penas existe un "tu" que puedo multiplicar hasta el infinito. Personas, momentos, encuentros, vivencias, oportunidades, saberse perder para poderse encontrar... Que mi "yo" quede grabado para siempre en un "tu", en muchos "tu".

El tren, es verdad, seguirá su rumbo. El revisor tendrá que cumplir con su obligación de señalar nuestra estación. Pero será muy diferente cuando al bajarte del tren puedas ver sus ventanas llenas de otros "tu" que convencidos te digan: "seguimos contando contigo"...


domingo, 7 de octubre de 2012

Vivir de las batallas del ayer...



Suele pasar que nos preocupamos demasiado del ayer. Nos pueden los recuerdos, nos siguen cansando las equivocaciones, seguimos sonriendo con los aciertos. La vida, sabemos, no se detiene para que vivamos recordando, el tiempo continúa. La historia no se ha hecho para seguir revolviendo en el baúl de los recuerdos. En ese baúl ya sólo están aquellas fotos en papel, los pantalones pasados de moda o aquellos libros con tapas amarillentas que nos recordaban cada curso que íbamos creciendo. Vivimos felizmente (eso parece) encadenados a lastres que nosotros mismos candamos a nuestro corazón, a nuestra vida...

Cuánta gente sólo sabe vivir de aquello que hizo, dijo, trabajó o realizó. El derrotado sólo sabe hablar del ayer. El vencedor ya está pensando en pasado mañana. Pero no sólo eso: el ayer también nos habla de fracasos. Aquellos fantasmas de lo que quisimos ser y conseguir y no fue posible. Por mi culpa, por tu culpa o por la de todos un poco. Y así el éxito de otros me puede, me cansa, me quita la paz o cuanto menos me molesta. No es sólo mi ayer, también el de los demás.

Podemos vivir, como la canción, pendientes de la Revolución. Pero pasada está. Hoy solo cuatro dinosaurios emboinados de satisfactorio autobombo podrán defendernos aquellas luchas contra el fascismo. Este mundo, nuestra historia, ha sufrido su conformismo. Si hay crisis es por que los mismos que sostenían la pancarta frente a los grises, azules o rojos la han cambiado por el maletín del capital, la bolsa del consumismo o la cobardía del burgués. Las letras han cambiado por más que pretendan engañarnos con la misma música.
 
La vida nos espera mañana. No podemos vivir anclados en el ayer. No es tiempo ni de músicas o letras del ayer. La música, la banda sonora de tu vida, te la tienes que currar cada mañana. No dejes espacio a los éxitos de ayer. Esos pasaron. Lucha por aquello crees que mereces, lánzate al mar del presente solo con el flotador del mañana. El ayer es sólo un lastre. No seamos tampoco ilusos: del ayer también se aprende. Pero una vez realizados los deberes no sigamos toda la vida cantando continuamente esa misma lección.

Es verdad, justo es reconocerlo, que a veces nos decepcionan. No valoran nuestro trabajo, esfuerzo, dedicación. Nos gustarían las cosas de otra manera. Quizás qué nos tuvieran más en cuenta o siquiera nos tuvieran presentes. Pero eso ya es cosa del ayer: aunque sean unos segundos. Ahora mismo ya es tu futuro, te está llegando, lo estás tocando... ¿NO CREES QUE TE MERECES LO MEJOR?

Y como en cada música habrá momentos de dúos o de coros, de monólogos o de acústica. Pero aprovecha, no pierdas el tiempo cargando con un saco rebosante de "ayer"... Mételo en la chimenea y con el calor de lo trabajado, conseguido, sufrido, disfrutado y vivido tómate una copa brindando por aquel que ya hace unos cuantos años nos aseguró: Carpe diem! (Aprovecha cada momento). Y que si hay un ayer, sea el de aquellos que hoy y mañana sólo podrán mirarte con envidia: "ande yo caliente, ríase la gente".