"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


lunes, 1 de septiembre de 2014

Perseverar ¿cobardía?



Somos hombres y mujeres de emociones. Nuestras respuestas no siempre son las mismas. Dependen de las ganas, de las nubes del día. O del sol. Influyen en nuestro carácter las circunstancias, los avatares, los cansancios y las alegrías. Todo muy humano.

Pero tomado el camino, enseguida empiezan las dudas, lo que no esperabas, que no todo es tan fácil como pudieras haber soñado, calculado o ideado.

¿Es de valientes romper e intentar otro camino? ¡No! Lo cobarde es que, llegados a la orilla final de la vida, ni te hayas enterado de qué corriente ha guiado tu barca, porque has dejado cientas perdidas. Y como único rumor de la ola, rompiendo en la playa, el resultado de la misma pesca en las redes: la decepción de que nada/nadie has mantenido en tus manos, en tu corazón.

La valentía es -sin ser cabezón u obstinado, cual Quijote contra molinos- decisión, coraje. Más que humano: heroico. 

Y así, entran en la coctelera la paciencia, el perdón, la tranquilidad y serenidad. La confianza y el empeño. Tenemos la mala costumbre de usar nuestra cinta métrica para medir las acciones de los otros, sin pensar que ellos puedan tener la suya. Nos erigimos en jueces, cuando ni siquiera tenemos todo el sumario de la causa. Con el agravante de que nos chifla ir cantando a voces la sentencia condenatoria.

Opiniones, malentendidos, gestos o palabras con doble sentido. Nos encantan las oportunidades, en la ropa y para nosotros. Pero no suele ser lo habitual para los demás.

No andar cambiando de chaqueta, de bando, de opinión, de personas. Ser fiel. Serles fiel. Podrán cambiar las circunstancias, pero quien te ha demostrado su cercanía no necesita decírtelo cada día. Ya lo sabes. No necesita oportunidades, las tiene todas desde el primer día.

Perseverar, claro, en el bien, para el bien, construyendo lo bueno. No somos tontos, sabemos perfectamente distinguir. Otra cosa es que queramos.

Y no sólo personas, también la misma vida. Opciones, empeños, sueños, ilusiones. La vida es una maraña de intenciones. No andar bailando con ella: mantener el ritmo, nunca al límite de nuestras fuerzas. Es posible que no seamos felices en algunos momentos... Pero el sol del atardecer encontrará en nuestros rostros la mueca de la seguridad, de la decisión, de la lucha. Sé lo que quiero, sé a quien quiero.

Sólo hace falta perseverar.