"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


jueves, 14 de abril de 2011

II República... (ecos en Avilés)


España aspiraba a ser otra. Delenda est monarchia! afirmaba el filósofo, refrendado en las urnas por una España libre de alpargatas y caciques. ¿La solución? ¡República! “La continuidad de la Historia legal se ha quebrado. No existe el estado español. ¡Españoles, construid vuestro estado!”, escribe apasionado Ortega y Gasset. El Gobierno se desmorona ante la impotencia Borbónica, “¿Me ha reclamado ya España?” preguntaba iluso el 13º Alfonso al desembarcar en Marsella desde Cartagena, al comenzar un exilio que nunca acabaría.



Y trece días después de proclamarse el nuevo Régimen el cambio engalana oficialmente balcones y consistoriales: bandera tricolor, con el morado de Castilla y de la recordada -por García Lorca- Mariana Pineda, y el alboroto festivo “del himno callejero y saltarín de Riego que acompaña una República sesuda y jurídica” (Pío Barora). Y, cómo no, irrumpe en las aulas la idílica Marianne, la rolliza envuelta en tricolor, ataviada con gorro frigio y balanza de Justicia en su mano. A sus pies los libros: la cultura, seña de identidad para un régimen que empieza a ser conocido como la “República de las letras” en una sociedad con un 45% de analfabetismo.

Por segunda vez somos República. También Avilés: el 14 de abril más de dos mil personas, tras las banderas de distintas sociedades obreras y de los partidos socialista y republicano, recorren alegres la hoy calle de la Cámara para hacer entrega al alcalde de la bandera tricolor; y tras la oportuna orden, la banda municipal ameniza el día con La Marsellesa y el Himno de Riego. El 15 de abril LA VOZ DE AVILÉS pone todas sus páginas al servicio de la naciente República, con un entusiasmo poco disimulado.

Pero aquel sueño hecho realidad y encarnado en nueva Constitución, bandera e himno, no se correspondería pronto con la esperanza suscitada. Es verdad que todo depende de quien lo mire: para la parte reformista, las reformas radicales del primer bienio fueron demasiado profundas, en cambio para la parte revolucionaria muy escasas. La decepción campaba. Avilés no era ajeno a este ajetreo con el devaneo de unos desazonados pedregalistas con Acción Popular. Comienzan las distinciones entre República auténtica y falsificada, de derechas o izquierdas. Llegó 1933 y el susto cortó la respiración: la CEDA ha ganado las elecciones. Ortega alertaba a todos: “¡No falsifiquéis la República! ¡Guardad su originalidad! ¡No olvidéis ni un instante cómo y por qué advino! En suma: autenticidad, autenticidad.” Pero la llama está encendida, el miedo a desviar el camino comenzado aparece: El 4 de octubre de 1934 PSOE y UGT llaman a la huelga general para el 5, en protesta por la entrada en el Gobierno de tres ministros de la CEDA. Asturias será el bastión de esta revuelta: “Las nubes –presagia ‘El Socialista’ del 27 de septiembre- van cargadas camino de octubre: repetimos lo que dijimos hace unos meses: ¡Atención al disco rojo! El mes próximo puede ser nuestro Octubre. [...] Tenemos nuestro ejército a la espera de ser movilizado. Y nuestros planes de socialización.” Unos 40.000 sublevados, bien pertrechados en los asaltos a las fábricas de armas de Trubia y La Vega, y con las armas llegadas en “El Turquesa” -ocultas mientras tanto en las bóvedas de la Iglesia de santa Eulalia de Valduno-, salen a defender su República, la que no acaba de llegar.

La llamada encuentra eco en Avilés, aunque con menos entusiasmo que en Oviedo y las Cuencas. El día 5 amaneció con la Huelga General y la constitución del Comité Revolucionario, que hallará digno acomodo en el Gran Hotel. Avilés se divide, fiel reflejo de nuestra II República: en el Ayuntamiento se parapetan los notables de la ciudad defendidos por unos setenta hombres (Guardias Civiles, Guardias de Asalto, civiles varios) y frente a ellos las fuerzas de la Revolución que campean por Sabugo, Miranda y otras zonas rurales. Los alzados en Avilés tenían pocas armas y municiones, pero si dinamita suficiente como para cegar la bocana del puerto hundiendo el Agadir. Ocupan, para la Nueva República, los almacenes Balsera, estaciones del Norte y Carreño, los muelles de Avilés y san Juan de Nieva. Pero la Convocatoria hecha para cambiar España duró en Avilés tres días. Las tropas al mando de López Ochoa, que prefiere pasar por nuestra Villa camino de Oviedo para evitar una encerrona en Trubia, entran por la carretera de san Juan, y salvado el obstáculo de los almacenes Balsera, recuperan en la zona de Sabugo para la República el poco Avilés arañado por la Revolución. Las bajas avilesinas –muertos y heridos- se pueden quedar en cuatro decenas, si bien 283 presos sufrieron en la Cárcel los efectos de la represión.

La República se creyó la Victoria. Aparece en circulación una medalla de plata, que ilustra este artículo, labrada en los talleres “Menéndez” de Oviedo para glosar el “republicanismo” de un Avilés fiel a la Constitución de 1931: “La Villa de Avilés agradecida a sus defensores durante la huelga revolucionaria octubre 1934” en el reverso. En el anverso: Una mujer suplicante (¿la misma República?), con su hijo, extiende sus brazos hacia un soldado heleno, de cuyo brazo derecho pende la balanza de la justicia y del izquierdo la espada corta (xifos) desenvainada; una ciudad humeante pone fondo a dicha escena presidida por un escudo de Avilés con corona mural. Una rareza para coleccionistas, que es recuerdo de lo sucedido hace ya 76 años.

El Estado nacido del clamor popular en 1931 –atacado por todos, porque ninguna tajada gustaba bastante- no aguantó el golpe mortal. “Goethe decía de las revoluciones dos cosas que se ajustan estrictamente a la realidad del mundo actual, y desde luego, a la de España. Una, que cada revolución es siempre la consecuencia de los errores del régimen que la ha precedido. Y otra que, mientras dura la etapa revolucionaria, es imposible juzgarla con acierto, porque sus inconvenientes se ven demasiado cerca y sus beneficios demasiado lejos” reflexionaba Gregorio Marañón. Pero las dos Españas que “hielan el corazón” hicieron de las suyas: la división, recelos, los antagonismos crecieron. Pronto el eco alegre –y anticlerical, por cierto- de Riego es sustituido por el crepitar de los disparos, la Marianne sale despavorida dejando olvidada la justicia en tantas cunetas y tapias de cementerios, familia contra familia buscan en el combate una nueva España. Pero eso es ya otra historia. Pasados ya 75 años sólo queremos recordar los hechos de aquel Octubre de 1934. Los Almacenes Balsera, el Gran Hotel, el edificio del Ayuntamiento, la Calle de La Cámara, nuestras callejuelas de Sabugo, la antigua Cárcel de Avilés son testigos de aquella Historia que ante la masacre que se avecina en 1936 repetirán llorando con Ortega: “¡No es esto, no es esto!...”