"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


martes, 20 de diciembre de 2011

¿Qué significa la Navidad?


Nuestras calles ya presagian la fiesta: ¡Navidad! Un tiempo, según nos dicen, de experimentar la alegría de pertenecer a una familia, y juntarse para celebrarlo. Una fiesta que marca un antes y un después: el del año que termina y del nuevo que estrenamos. Días, pues, de alegría y "comensalidad" que nos recuerdan, al nunca tocarte la lotería: "por lo menos mucha suerte y feliz año".
¿Qué pensamos cuando decimos Navidad? Inevitablemente me viene a la cabeza -y creo que a todos- las colas de los supermecados, el marisco (o los langostinos) en todas las mesas y el arbolito o las lucecitas o el papá Noel escalando barandillas. ¿Qué es la Navidad? Parece más bien el reencuentro con uno mismo, la revisión de un año culminado, el examen de una vida entera que parece se te escapa de las manos, y cuando más te des cuenta más inevitable será. Vivimos sometidos a la ley del tiempo, dicen que desde el "Big Bang"... Si aquello explotó para expansionar, nosotros al revés: desde que nacemos a menguar para acabar en un recipiente de polvo.
Por eso creo que la Navidad no debería significar nada. Nada para mí, pero sí para los demás. Retomas la lista de tu vida y repasas ¿a cuánta gente he hecho feliz? ¿A cuántos aporto el lado amable de la vida? ¿Soy de los que espero que llamen por no llamar yo? ¿Soy de los que aguardo la invitación y nunca me adelanto? Porque, claro, las mejores cosas de la vida nunca vienen con invitación. Navidad, si, pero para los demás. Una vida entregada, regalada, que ha sabido ser útil...
Pero claro, esto puede parecer Robin Hood, pretender robar la felicidad que a otros les sobra para compartirla con el que menos la vive. Pero no seamos ilusos. La felicidad nadie te la podrá aportar, sino más bien despertar: alguien que 'resucite' en ti la ingenuidad, la complicidad, la sinceridad, el levantarte cada mañana con ilusión. El devolverte las ganas de luchar. No esperes que nadie atrape la felicidad para ti: ¡tienes que salir a buscarla! Cada persona, cada momento, esa taza de café humeante o ese haber sabido parar en la calle para saludar...
Una sonrisa es el indicio de algo: de lo que brota de dentro. La felicidad no es un disfraz que te regalan y toca ir de "payaso sonriente" por la vida; la felicidad no es el "puntín" de unas cuantas cervezas; la felicidad no está en el tener o dominar... No. La felicidad es algo tan sencillo como descubrirte tal como eres y ofrecerlo: siempre habrá alguien que agarre esa mano, siempre.
Por eso a veces la felicidad no es tanto la alegría como la serenidad, la tranquilidad, la confianza. Y los que estén enamorados, me entenderán. Habrá días buenos y los habrá malos, pero siempre estará el otro ahí. No todos los días te despertarán con rosas en el desayuno, pero siempre tendrás alguien que te espere, que conteste a la llamada, que esté al otro lado de la mesa...
Navidad: ¡que no acabe en mí mismo! ¡que el último regalo sea para mi! Que sólo sea navidad al despertar en los demás esa felicidad y así comprender que si ellos son felices gracias a mi yo lo seré -de verdad- el doble...
¿Hacemos la prueba?

martes, 6 de diciembre de 2011

¡Qué difícil es ser "uno"!



No sé si alguna vez os ha pasado: ¿no os cuesta ser fieles a la opción que habéis tomado? Y no hablo de grandes opciones de estado de vida, sino de las pequeñas cosas, de las pequeñas opciones: dejar de fumar, dejar de criticar, no volver a beber tras una resaca, no volver a meter la pata, intentar cambiar los chistes. Incluso, en lo que toca a ser más "humano": ser bueno, justo, honesto, audaz, prudente, fuerte...
Nos quedamos, tantas veces, en los propósitos que vamos por la vida como caballeros derrotados, sin rumbo, cansados de experiencias que nunca nos han colmado, o sólo lo han hecho a medias... Hemos querido escalar montes, subir cumbres, bucear océanos, indagar cuevas. Pero llegados al final de la aventura siempre queda lo mismo: el día siguiente. Otro día más, otras horas por llenar... Te conectas al mp3, mp4, al iPod, al iPhone, al HTC y te imaginas con la música el mundo feliz, el mundo irreal... pero los postreros compases de la última pista te haces despertar a la realidad: sigues siendo el mismo, en la misma habitación y con la misma vida...
¿Dónde encontrar, pues, la clave de la felicidad, del cambio? Creo que en algo que nos suele pasar desapercibido. El propio "yo", la conciencia. Ahí es donde nos encontramos con nosotros mismos. Un espejo nos da parte de nuestra propia realidad, pero es sólo la aparente. Necesitamos entrar hasta el fondo del corazón para saber qué es lo que hay en él.
¿Por qué me levanto cada mañana? ¿Por qué hay días de alegría y días de tristeza? ¿Por qué hay gente que repelo y otras que me encantaría pasar horas junto a ell@s? No es fácil la respuesta. Necesitamos, primero, la libertad. Y es algo que no abunda: estamos condicionados en las respuestas a las modas pasajeras, al ambiente, al qué dirán, a nuestros propios prejuicios. Por otra parte, hemos corrompido la razón ¿qué? si, si: ¡corrompido! ¿Cómo? La hemos transformado en canto de sirena, que sólo nos dice lo que queremos oir: es razonable pasármelo como los indios, es razonable aprovecharme de esta persona porque me beneficia, es razonable hacer lo que me de la gana porque así soy más feliz... Hemos entregado a la razón a los apetitos (a las satisfaciones más perentorias, vamos) y así es razonable para un quinceañero el botellón, la discoteca hasta las 6 de la madrugada, los porros y los "enrrollos". Y cuando digo quinceañeros, cada uno que se aplique lo suyo...
Es la conciencia, pues, ese lugar de encuentro... Y ¿para qué? Por lo menos para intentar ser feliz. No haciendo lo que me da la gana, sino lo que debo. Y no lo que deba por imperativo y se acabó, sino por que desde mi libertad descubro que es lo que mejor me puede hacer, aunque al principio -o al final- me cueste, me desagrade... ¿Es agradable dar a luz un hijo? ¿Es agradable preparar exámenes? ¿Es agradable vivir cotidiánamente la misma rutina? Sabemos que no, pero hay un bien mayor detrás: un hijo, un futuro, estabilidad económica y social...
¿Y quién debe formar esa conciencia? Pues creo que cada uno se debe buscar maestro. Yo como Sócrates sólo ilumino, pero no me tengo en maestro de moral. Cada caminante, siga su camino...
Muchos saben ya dónde acudir: sólo deben demostrar a los suyos que merece la pena.
Otros siguen buscando, pero el que busca acaba encontrando. La actitud del buscador es la del luchador, la del inconformista...
Que no seamos como el del vídeo: soñando con lo que puede ser. Despertemos y hagamos realidad nuestros sueños... La vida empieza de nuevo, si quieres...

sábado, 26 de noviembre de 2011

el reto de ser "yo"


Uno de los peligros de nuestra sociedad es la facilidad con que pasas a consignar la lista de los “nadie”. Y me explico: los “nadie” son los que viven según la norma de la mayoría, los que no se meten en líos ni se preguntan “y esto ¿por qué? ¿Para qué?”, son los que dejan caer las hojas del calendario sin mayor problema. Lo importante es estar bien, sentirte bien, ir a lo tuyo y que nadie se meta en mi terreno. Y feliz como una perdiz.

En ese contacto con el otro ponemos barreras: ¿hasta dónde estamos dispuestos a que los demás nos interpelen? Vivimos un momento de sermones: todo el mundo habla, bloggea, llena de palabras el vacío. Pero eso nos resbala: nos importan los hechos. Ya no nos conquistan los poemas de Bécquer, sino Nadal en la pista o Alonso en el circuito. Hemos pasado de las palabras a las sensaciones, de las razones a los sentimientos, de las convicciones a las pasajeras modas. Por eso el “Tú” cada día tiene menos importancia, sólo vivimos para el “yo”, para mí mismo, en un círculo vicioso que tiene su comienzo y final en la misma persona: cada uno.

Así, palabras que antes clarificaban el acercamiento entre el tu y el yo se han prostituido al primer postor que apareció:
- Amor, ya sólo es sexo de aquí te pillo aquí te mato o como mucho dos amores: el que guardo por si un día aparece alguien y el que gasto cada finde;
- Palabra, que antes nos llenaban de seguridad porque no era lo mismo lo que te decía un mero conocido que un amigo de verdad: sus palabras las guardabas como en un pañuelo el recuerdo del ser querido, las grababas en el corazón y a lo mejor al cabo de los años se las tenías que recordar: “¿te acuerdas de cuando me dijiste…?”, Palabras que nos llenaban de consuelo cuando tu ser familiar más querido simplemente te decía una cosina, cuando la persona a la que amabas te decía te quiero… Hoy las palabras vuelan: ¡vale más una imagen que mil palabras! Las palabras se multiplican en mensajes de móvil, de whatsApp, en publicidad, anuncias, televisiones, radios: palabras + palabras + palabras ¿Y dicen algo? Mayoritariamente nada, sólo nos sirven para tapar el vacío –el silencio- que poco a poco hemos ido creando en nuestra vida.
- Relación, que llenaba el corazón de esperanza e ilusión, de complicidad. No valían todos para una relación. Hoy relación es ya cualquier cosa que puedes buscar por internet para no pasar la noche aburrido…
- Corazón, lo más sagrado, lo que te podían romper o conquistar, donde guardabas lo más importante de tu vida. Hoy cuántos andan con él en la mano ofreciéndolo como mercancía, nos hemos perdido de tanto filosofar sobre el amar y nos conformamos con tirar, nos hemos olvidado de ser felices y nos basta con satisfacer impulsos…

¿Y por qué? Sencillo. De repente nos hemos dado cuenta de que el mundo estaba en nuestra mano: progresamos tanto en tan poco tiempo que por un momento creímos que éramos Dios, que esa etapa de la humanidad de creer en “algo superior” estaba pasada. Ya no hacía falta religarse a un Dios: ¡Dios somos nosotros! Y entonces nuestro mundo cambió: nos creímos dueños de todas las palabras, de todas las respuestas, de todas las razones, de todos los criterios… Y al cabo de los años nos hemos encontrado que nos hemos quedado sin respuestas y sin razones. La vida nos enseñó que no es tan fácil como parece y que es imposible manejar todas las situaciones, y que ante determinadas situaciones no supimos responder, nos quedamos sin palabras, nos quedamos impotentes, encogidos de hombros: “y ahora ¿qué?”

Y con esto no quiero decir que ese Dios sea simplemente las respuestas que no tenemos a determinadas preguntas y así podamos estar más “tranquilinos”. No. Ahora Dios no me interesa. Sólo me interesa ser nosotros mismos: “Yo mismo”.Ese es el reto de nuestra sociedad. La autenticidad de nuestro ser personal. Y esto es lo más difícil. Lo fácil es llenarse de palabras, prisas, jaleos para no escucharnos a nosotros mismos. Pero esa es la aventura: descubrir en nosotros la “nostalgia del tú”. Pararse frente a los que forman parte de nuestra vida, de aquellos que queremos sean importantes. Descubrir cómo ellos me hacen ser lo que soy, feliz, valorado, querido, o simplemente “yo”. Y cómo mi vida puede hacerles a ellos lo mismo.

Ser y tener. Tengo mis manos, mi corazón, mi vida, mis palabras. Y eso lo entrego, no son mi yo: mi yo auténtico es la relación. Te entrego mis manos, te regalo mi vida, te ayudo con mis palabras. Me doy en la relación, construyo dándome, regalándome. ¡Quiero que mi ser sea tuyo!

El reto de la sociedad del S. XXI es descubrir realmente qué es el hombre, y hacia dónde caminamos, cuál es nuestra meta, el final de nuestra Historia. Frente a una sociedad infeliz consigo mismo porque nunca llegará a las pequeñas metas: nunca seremos tan felices como creemos, nunca tendremos tanto dinero como deseamos…

¿Cuáles son tus metas? ¿Cuál es tu yo? ¿Quiénes son los “tú” en tu vida? ¿A cuántos dejar formar parte de ella? ¿De cuántos usas y abusas? ¿Cómo son tus relaciones, amores, palabras?

sábado, 22 de octubre de 2011

¿Y a esto lo llamas amor?



Hoy os invito a que nos detengamos. Que nos paremos juntos a pensar… y que nuestra meditación tenga el mismo camino, el que marca el amor. Pero no tanto en lo que es amor ni en cómo lo debemos vivir o no. Podríamos preguntarnos ¿cuándo nosotros decimos amor, qué entienden los demás? ¿Es nuestro amor lo que los demás llaman o dicen que es amor?

Nuestra sociedad de hoy es relativista ¿en qué sentido? Todo está bien o todo está mal,depende quien lo mire. Lo que a ti te parece lo bueno, a tus hijos les puede
parecer malo: y aquí empiezan los líos. Todos creemos tener la suficiente
capacidad como para decidir en cada momento qué es lo que necesito: porque
quiero ser libre. Por eso hoy nuestra sociedad es débil: nos cuesta perseverar.
La gente se casa, pero al cabo del tiempo se cansa y se pretende romper el
matrimonio ¿es porque la gente es mala? ¡No! Sino que simplemente respira este
ambiente: yo no soy feliz, para qué voy a luchar si puedo seguir buscando. La
maldad no está en el ser persona sino en qué camino usas para llegar a encontrar esa felicidad que todos tenemos. Y cuando digo matrimonios, pues también entran compromisos de trabajo, amistades,contratos… Hoy todo vale ¿por qué?
Sencillo: hemos creído que “todo es relativo, no hay que ser cabezón, que las cosas cambian”… Y cuando nos caímos de la burra nos
dimos cuenta de que los que hemos cambiado hemos sido nosotros.

Más aún: preferimos perder antes de esforzarnos. Nos gustan las satisfacciones inmediatas: vemos una cosa en la tele y la queremos ahora, tenemos un capricho y queremos que sea ya… No nos gusta luchar, nos cansa, enseguida empiezan las dudas de que si seré capaz, que si podré, que si no meteré la pata… Preferimos una derrota digna antes de esforzarnos, luchar,pelear. Esta sociedad se ha hecho muy comodona: todo nos da igual, cada uno tiene su vida, yo voy a lo mío… Hoy está de moda la lucha de los indignados en contra del sistema… ayer fue la revolución del 68 y la ruptura de los tabúes… mañana será otra cosa. Vivimos a salto de mata, a salto de emociones: enseguida los sentimientos mueven masas (la lucha por la igualdad, impedir desahucios,alimentar hambrientos). Por supuesto, esto está muy bien. Pero ¿es este el amor que realmente necesitamos? No, porque seamos realistas: nos quejamos de que “la divinidad” ha desaparecido, que no nos ayuda, que no nos echa una mano, que nos ha dejado abandonados. Pero ¿no somos nosotros los que le hemos dicho a Dios ‘fuera’? Aquellos Adán y Eva –nosotros hoy- vivimos siempre la misma tentación: seréis como dioses… Quiero tener la razón, quiero decidir, quiero hacer
las cosas como me gustan… Le hemos dicho a ese ser creador que su amor no
es el nuestro y nos hemos entregado en brazos de un amor que nosotros mismos
hemos creado: egoísta, avaricioso, soberbio y rencoroso… Hemos creído que
construíamos un amor nuevo y nos ha resultado un engendro… Pero para ir tirando
parece que a muchos les basta… Y este es el drama. El amor ya no tiene implícita la Justicia, es sólo sentimentalismo, muchas veces aprovecharse, otras beneficiarse...

¿Hasta dónde llegar? ¿Cuándo hay que parar? Incluso esta pregunta se ha formulado
muchas veces. ¿Dónde está el bien, el amor? Pues en algo sencillo, nos dirán
algunos pensadores: en considerar si lo que estás haciendo podría ser la norma
para todos, si tu forma de ser podrías ser la del resto de los hombres y
mujeres.

Pero este es otro problema: ¿Es el amor verdadero un mero ser buena persona? ¿Es el
amor simplemente un responder cada momento a cada necesidad, según vayan apareciendo?

La respuesta es sencilla: si, pero no. Si: hay que ser buena persona, intentar
hacer el bien, hacer la vida agradable a los demás, hay que luchar por la justicia…

Pero: no vale simplemente con hacer, hay que vivirlo. Y esta es la diferencia
principal. A ti tus padres no te pidieron permiso para nacer, eres fruto del
amor que un día se tuvieron. Pues así nosotros: el amor no espera motivos para
actuar, se adelanta, prevé las situaciones, sabe estar atento… No le hace falta
plantarse en medio de las plazas de acampada, porque es un amor desde el
silencio, no se hace propaganda, no busca recompensa. Sólo actúa. El amor –escriben-
es hacer a la otra persona eterna; amar es saber que mi vida ya no es un “tu” o
un “yo”, sino un “nosotros”. Amar es hacer que el horizonte de tu vida tenga
nombre, rostro; porque al horizonte nunca se llega y el amor es igual: nunca se
agota, nunca cansa, nunca agota… >Ese es el amor. El amor sí podría ser una
fuerza para el bien, pero nos hemos quedado con el amor fácil, el del fin de
semana…
Pero con el amor de verdad, ¿no sería una gozada estar enamorado? ;)

domingo, 16 de octubre de 2011

la pelea de cada día

Desesperaba un pobre aventurero en medio del desierto. Había creído que la ruta sería más corta y se equivocó. Los kilómetros se iban sumando en aquel inhóspito paraje, junto a la desesperanza y el pensar “todo se acabó”. Hasta que a lo lejos barruntó un pequeño edificio. La esperanza brilló en sus ojos y con todas las fuerzas que aún le quedaban pudo recorrer el trecho que le separaba. Por supuesto la puerta estaba abierta. Al entrar, aunque el tejado estaba completamente desvencijado pudo acurrucarse debajo de la sombra. Allí permaneció un tiempo largo, hasta que los ojos –quemados por tanta luz- pudieron atisbar en el otro extremo de aquel chamizo ¡una bomba de agua! Ni que decir que nuestro protagonista, cual resorte, se puso en pié hacia aquella bomba y con las pocas fuerzas que aún le quedaban empezó a bombear… pero todo esfuerzo era inútil. Nada de nada. Desesperanzado ya se desplomó al lado de aquella bomba. Pero descubrió al caer una botella ¡llena de agua! a su lado. Al tomarla en sus manos se dio cuenta de que traía escrita una etiqueta: “para poder accionar el mecanismo de la bomba echa el agua de esta botella en su interior, después vuelve a llenarla para el siguiente”… ¿Qué hacer ante esta situación? Sólo quedaban dos caminos: o desconfiar del escrito y beberse el contenido de la botella o hacerle caso y confiar. El caso es que nuestro aventurero se decidió a confiar en aquel mensaje que no sabía si sería una broma de mal gusto o si funcionaría de verdad. Desparramó el agua en la bomba, comenzó a accionarla y al principio nada de nada, pero al final ¡por fin! un pequeño hilillo de agua fue el anticipo del gran chorro con el que pudo salir de aquel desierto.
Y es que este es también el reflejo de nuestra vida. ¡Cuántas veces también nosotros nos hemos visto en el desierto, en la soledad, en la desesperanza! En muchas ocasiones nuestra vida ha acabado al lado de una botella de agua cerca de la bomba de agua. Pero qué difícil es dejarse ayudar, confiar en los demás. Es muy fácil confiar en uno mismo, creer que todo lo sabes y que con todo puedes. Pero en el desierto te das cuenta de que tú solo no podrás llegar a la salida, que es necesario confiar, abrir el tapón de la botella de tu vida y vaciar su contenido. Pero es tan difícil quedarse sin nada, en la pobreza más absoluta, en la indigencia más extrema… ¡que queda de mi yo, de mis cosas, mis criterios, mis…, mis… !
Pero entiendo que lo difícil es fiarse ¿de quién? ¿y por qué? Pero eso era de la semana pasada.
Hoy sólo invito a pelear: La vida es de los que luchan, de los que se esfuerzan. La vida es una guerra ganada, pero nos toca a cada uno ganar cada batalla de la vida, de los pequeños momentos. Me gusta una cita de uno de los contestados santos del siglo XX: “si los perros ladran en tu camino, ¡desprécialos” Simplemente genial!

Por eso escribía Miguel Hernández:

“Quien se para a llorar,
quien se lamenta contra
la piedra hostil del desaliento,
quien se pone a otra cosa que no
sea el combate,
no será un vencedor,
será un vencido lento”

domingo, 9 de octubre de 2011

No me gusta que me digan lo que tengo que hacer


Hay experiencias que nos llenan de alegría y satisfacción: cuando nos ayudan en un apuro, cuando nos orientan en una situación difícil o algo tan aparentemente simple como hacerte sentir que eres alguien importante para él/para ellos. Son esas personas que quedan grabadas en nuestro corazón (familia, amigos…) y que aunque ya no estén algunos entre nosotros su sitio en nuestro corazón queda ocupado. Incluso a veces nos gustaría tenerles entre nosotros para agradecerles su amistad, su confianza.

Pero, en cambio, si algo nos eriza el vello es cada vez que alguien nos dice cómo tenemos que hacer las cosas. Enseguida el duendecillo de la soberbia que todos llevamos en nuestro interior nos hace preguntarnos: ¿pensará que soy bobo? Nos sentimos heridos en nuestro amor propio, en nuestra línea de flotación. Nos gusta tenerlo todo controlado pero que no nos controlen…

Por eso vemos que no es tan difícil decirle a Dios y a los demás que no. ¿Es Dios simplemente un cúmulo de normas, de mandatos, de reglas? Siempre diciendo cómo hay que portarse, qué es lo bueno y qué es lo malo… Preferimos ser libres a nuestra manera, modo, estilo. En fin, ¿si yo no hago mal a nadie, por qué no puedo vivir como yo quiera? ¿Por qué los demás están tan preocupados de cómo vivo o qué hago?

Es verdad que esto puede esconder una realidad más habitual de lo que pensamos: justificarme. Y este es el problema: sólo nos damos cuenta de quienes somos nosotros cuando nos vemos en relación con los otros. El otro despierta mi conciencia de ser: o sea, cuando me siento amado, escuchado, interpelado todo eso despertará sentimientos en mí mismo que yo mismo no me podría provocar... Gracias al otro somos. Por eso justificarse es encerrarse en el egoísmo, en creer que después de todo los otros no son tan importantes. Hemos usado de ellos, por tanto abusado. Sartre en "A puerta cerrada" pone en boca de Garcin la siguiente afirmación: "No hay necesidad de parrillas. ¡El infierno son los otros!"...
Por eso la vida es mejor vivirla desde el 'nosotros'; ser-útil para, ser-eficaz por, ser-disponible... En fin: no podemos vivir tan encerrados en nosotros mismos como creemos, no podemos existir sin necesitar de los demás. A lo mejor los demás no se dan cuenta de esto, y quieren seguir viviendo a su modo. Allá ellos...
Esta semana toca abrir los brazos: acoger, perdonarse, comprometerse, decidirse...
La felicidad toca a la puerta de nuestra casa: ¿abriremos o seguiremos apoltronados en el sofá de nuestras cosas?

sábado, 1 de octubre de 2011

¡Que le den a los jueces!


Iban dos monjes budistas de camino regreso a su monasterio. Habían pasado el día con oraciones de purificación, recogiendo limosnas… En su camino se encontraron dos mujeres que habían caído al río. Las pobres iban tan cargadas que ni a trompicones podían salir. Uno de los monjes se acercó a ellas y dándoles la mano fue sacando una por una. Terminada la buena acción los dos monjes retomaron su camino.
Pero al llegar al monasterio el monje que no había ayudado le dijo al otro: “hermano, tú no puedes entrar en el Monasterio porque has tocado a aquellas mujeres, debes purificarte antes.” A lo que el monje protagonista le respondió: “Hermano, creo que el que debe purificarse eres tú, porque yo a aquellas mujeres las dejé en el río, pero por lo que veo tú te las has traído en el corazón”.

Generalmente en la vida no somos protagonistas de demasiados sucesos importantes, más o menos, vivimos lo de siempre y como siempre. Hay momentos en la vida más alegres o más costosos. Pero la tónica general es la normalidad.

En cambio, sí somos testigos de muchos más actos que suceden a nuestro alrededor. Incluso interactuamos con ellos, nos convertimos en protagonistas. Sucesos en nuestras familias, con nuestros amigos, noticias buenas o malas que de algún modo nos afectan…

El problema de hoy es el punto de vista desde el cual afrontemos esa realidad:

1. Podemos ver la vida desde nosotros mismos. Somos meros jueces. Fulanito ha robado en una tienda, como robar es pecado, Fulanito es culpable. Y se acabó. No hemos hecho mal, simplemente hemos actuado según la norma… Mi pregunta es ¿eso es lo que esperan los demás de mi?

2. Podemos ver la vida poniéndonos en el papel, en el pellejo del que nos están hablando… ¿Porqué Fulanito ha robado? ¿Por qué ha/han actuado de esta manera?…

Os invito esta semana a preguntarnos en serio: ¿En qué papel me pongo cuando juzgo? ¿Soy misericordioso? ¿Soy prudente? ¿Me descontrola mi genio? ¿Me traiciona el egoísmo? ¿Me puede mi amor propio?

No se trata de ir por la vida tan de buenos que parezcamos tontos. La maldad existe, y hay determinada gente que obra por ella. Pero hay que tener en cuenta al hombre: sus condicionantes, sus relaciones sociales, su ambiente y educación. Ni todo es tan fácil ni todo tan complicado. Pero siempre hay que oir las dos partes. No podemosir sembrando la duda entre los que viven con nosotros, debemos demostrarles que se puede fiar, que tienen quien les apoye ¿es lo que nos nos gustaría a nosotros, no?

Este mundo no necesita jueces, necesita milagros: comprender, apoyar, respetar, sanar, curar, perdonar… Sentencias siempre hay, lo que le faltan son hechos: el mundo nos espera. Evitemos juzgar y condenar... ¿Estamos dispuestos a hacer de nuestra vida un milagro para los demás?

domingo, 25 de septiembre de 2011

No me da la gana




¡Cuántas veces ésta ha sido nuestra contestación! Somos – o eso nos creemos- señores de nuestra vida, de nuestra libertad y como tal decidimos: ¿Tiene que ser ahora? ¿Tiene que ser así? ¿Hay que hacerlo de esta manera? Y no es que terminemos aquí, sino que a veces hasta nos enfadamos porque no ha sido como nos hubiera gustado a nosotros, porque parece han venido a robarnos nuestro tiempo...

Así es la vida: una lucha de contrarios, o tú o yo y a ver quién gana. Cuántas veces escuchamos: aquí sólo triunfa el fuerte, aquí sólo progresa el cara, ésto ya no hay quien lo arregle. Es un mundo ¿verdad? descolorido, triste, por más que nos vistamos de colores para disimular. A este mundo le falta algo, y creo que es algo sencillo: una simple respuesta.

¿Quién alguna vez no ha sentido “remordimiento”? Pero no por meter la pata, o ser despistado, u olvidarnos de algún cumpleaños, no, no: Porque sabemos que en determinado momento lo hemos hecho mal y además sabíamos que era así. Pero para no acordarnos del remordimiento: ala, a buscar a quien echar la culpa que es más divertido y por eso cuando nos paramos y miramos para adentro escuchamos lo que no queríamos oír: “porque miras la paja del ojo ajeno y no ves la viga en el tuyo”.

¿Es malo tener remordimiento? No, es sanísimo: es como quitarse kilos, pero esta vez de egoísmo. Si quitas el remordimiento quiere decir que eres como una naranja que se va pelando: se le va quitando lo más “ácido” (¿y qué es eso sino el lo que algunos llaman "pecado"?) para que todos puedan disfrutar del interior. Pues lo mismo: ¡cuántas veces tendremos que quitarnos la piel dura que hemos puesto para proteger nuestro interior!

¿Pero se puede quitar la piel así como así? Pues no, seríamos como el niño pequeño que arranca la piel y tira media naranja. Necesitamos de los demás. Es preciso conocernos cada día mejor. No se puede ir por libre, en esto de la vida tampoco: nuestra razón nos dice qué es lo bueno, lo que nos puede hacer feliz. No es lo primero que se nos ocurra -porque eso es capricho- sino lo que verdaderamente nace de la reflexión, del pensar en serio en mi vida, qué quiero, a dónde voy y con qué aperos estoy haciendo este camino. Por eso el video de hoy, un canto a que la otra persona es decisiva en mi vida ¿no?

Os invito esta semana a conocernos mejor, a descubrir nuestros “no me da la gana” particulares... A veces es cuestión de una sola cosa, otras veces es con algo diario o cotidiano. No me da la gana: servir, acercarme, ayudar, sonreír, hablarle, comprenderle, quererle, perdonarle...

El remordimiento -bueno- es como un río que acaba en un mar: el de la felicidad. Viviendo sin remordimientos, sabiendo que intentamos hacer siempre el bien se vive mucho más feliz.

Sólo hace falta querer: ¿nos atrevemos a ello?

domingo, 18 de septiembre de 2011

más vale bien-perder que mal-ganar ¿o no?

http://youtu.be/906XQxaXjm4

Nada hay más humano que protestar, que compararnos para todo con los demás. No nos gusta que nos comparen los demás con otros, pero nosotros enseguida sacamos la proa: "¿por qué a ellos si y a mi no?". Es lo que pensamos cuando, por ejemplo, la lotería de Navidad les toca siempre a los demás y a mi, nada de nada. Y es que realmente este mundo -dicen- tiene que estar hecho de ganadores, el que simplemente empata no vale (no digamos ya si encima pierdes). Pero hay cierto hálito de compasión, al que pierde siempre le queda un consuelo, el que le dicen los demás: no hay mal que por bien no venga, pero claro, si ese mal es para los demás.

Nos duele perder, que no salgan las cosas como queremos. Perdemos los nervios, la paz, incluso el sueño por las cosillas más insignificantes. De una gota sacamos océanos donde no llegamos al fondo con el pie. Nos complicamos la vida por dimes y diretes: por lo que yo dije... porque tú dijiste... porque yo pensaba... porque a mi me parecía... porque me habían contado...

Nos justa ser jueces. Emitimos veredicto sin haber escuchado a la otra parte, veredicto siempre de culpabilidad, claro. No nos preocupamos de saber si realmente el otro puede tener razón, no: nosotros creemos que ya tenemos la verdad ¿para qué vamos a necesitar la de los demás? Elevados sobre el estrado nos hemos convertido en dioses olímpicos que desde la impasibilidad de sus tronos deciden quienen son los buenos y quienes los malos.

Podemos realmente preguntarnos si ganar de esta manera merece realmente la pena. Yo, por mi parte, prefiero ser un perdedor. Me niego a que los demás dicten mi conciencia, que la "mayoría" decida por mi libertad. Hay cosas más importantes que ganar: la amistad, el amor, la vida en familia, la confianza, la esperanza, esperar cada día a ser alegre, la conciencia personal... Prefiero ser juzgado mil veces que atreverme a juzgar yo a otro. Prefiero perder cada día el juicio social sabiendo que puedo hacer feliz al que forma (o puede algún día) parte de mi vida.

Pero claro, todo depende de los que estés dispuesto a arriesgar... ¿te atreves a quemar las naves?

domingo, 3 de julio de 2011

¡Pedante!



¿Cómo se dice en italiano “maestro”? Se refiere a un catedrático, maestro de altura y categoría: los italianos lo llaman pedante.

Vivimos hoy en un mundo de maestros -¡que no pasan de ser unos pedantes! –en el pleno sentido español de la palabra-: todos nos dicen lo que tenemos que hacer, lo que está bien o mal, quien es de los nuestros y quien no. Todo argumento de autoridad es “porque lo digo yo” y debemos poner el punto final. ¡Cuántas discusiones en casa o con amigos acaban mal por querer poner todos a la vez el punto final! Así tragamos programas de ¿presentadores? que gritándose durante varias horas, quitando y poniendo razones “porque lo digo yo” son el entretenimiento de la tarde/noche de los que hemos preferido perder la razón: hablando de los mismos, pero diferentes personas en diferentes canales... con tal de que nos den el resultado hecho...

Estamos entregados al enemigo, y no mires de reojo a tu alrededor: me explico. Es difícil llegar a querer realmente a una persona. Comienzas -¡somos humanos!- juzgando sus apariencias, sus comentarios. Enseguida sacamos un juicio. Si es positivo, seguimos profundizando: familia, trabajo, estudios, aficiones, ideas... Poco a poco, vamos construyendo nuestra opinión. Hasta que al final puedes llamarlo amigo o si las cosas han ido con más profundidad, presentarlo/a como tu pareja. Pero hoy juzgamos al mundo y a nuestra sociedad según nos cuentan los demás...

- Depende quien pique en nuestra puerta, depende su grupo racial, ya decimos a qué vendrá: a pedir o a robar... porque nos lo han contado los demás, lo hemos oído, lo dice la gente. ¡Cómo nos arrepentimos de haber abierto la puerta!


- Ves a un determinado grupo sentados en el Parque, haciendo vida en él; enseguida protestamos: ¡molestan!, es que dicen que no dejan jugar a los otros niños, es que dicen que son algo raros, que no se les entiende, que lo dejan todo sucio... Pero no nos molesta que se queden en pisos donde cada habitación está alquilada a una familia, y tienen que estar en la calle porque en casa no hay quien viva... Pero nosotros, sin problema ¡tenemos casa de verano para “relajarnos”!

- Vemos a “pobres de solemnidad” tirados por la calle, embarrados, encartonados para poder dormir, y si podemos cambiamos de acera... porque a nuestra sociedad les molesta: nos han dicho que roban, que se drogan, que se pelean entre ellos, que beben...



- Sólo triunfa -en nuestra sociedad- el que vive bien, con dinero, con buena casa y buen coche. Al parecer para ser "alguien" necesitas comprarlo: sólo el dinero posibilita ser feliz, o mejor: ser ¿persona? Con dinero todos te sonreirán, las puertas se te abrirán. Si eres uno más, nada: nunca merecerás siquiera que te miren o cuenten contigo.



Por tanto ¿qué hacer ante esta realidad?

1. Estar cansado y agobiado... porque será la única forma de que realmente nos demos cuenta de que nos “cuesta” la vida... ¿te cansa pelear con un enfermo, por tus hijos, por tu vida, con tus cosas? Perfecto, lo estás haciendo bien. No se cansa el que nunca hace nada. Sólo el que lucha, se esfuerza es capaz de esperimentar el cansancio.

2. Reconocer que necesito descansar, que yo no puedo con todo, que por más que me empeñe otros pueden hacer más que yo... Aportar lo que eres: ni más, ni menos. Cansado -pero satisfecho porque me siento vivo- y necesitado de poder compartir con tu pareja, con tus amigos lo que hay dentro de tu corazón, escuchar y que te escuche, acoger y sentirse acogido. No quedarse a la mitad, pero reconocer que la vida es una suma, no sólo yo sino tú + tú + tú + tú...



¿Estamos dispuestos a sumar?

miércoles, 15 de junio de 2011

A les hores...



Es esta una expresión catalana que significa un momento determinado: entonces, pues... Y es justo lo que Cataluña entera está "sufriendo" con el movimiento "Indignado" que de marea dulce con revoco de olas crespantes se ha convertido en un tsunami que ya no pueden controlar.


Y es que esta pléyade política que nosotros mismos votamos pensó en la inocencia juvenil barnizada con cierto repinte "revolucionario" y creyeron que ésto era cuestión de días, vamos: como ir de camping a la playa. Y se han encontrado con la realidad que nunca quisieron ver. Por eso "a les hores" se han encontrado con lo inevitable.



Indignados: sin futuro. Sin trabajo, sin Seguridad Social, sin las comodidades de la clase media española. Pero lo que más me hace inquietarme es el motivo de estar Indignados ¿porqué ya no podrán vivir tan bien como sus padres? ¿porqué no disfrutarán de las comodidades de un sistema burgués económicamente apacible? ¿Qué hay en el sustrato de estas aspiraciones? ¿Sólo el querer vivir bien? Y que conste que no quiero ser simplista.



Pero en las motivaciones de estos jóvenes, se dice, no hay ideología... entonces ¿sólo les mueve el estómago? Si no hay "ideas" ¿qué salen a defender? ¿Toda una fuerza juvenil se ha fulminado por que "se han cansado"? Joer, vaya revolución... Poco bastó para apagar la llama inicial que pretendía incendiar España. No hicieron falta bomberos: su propia modorra les hizo dormirse en la demagogia. Los laureles de Victoria que alegre y prontamente se impusieron les impidió ver que el mundo iba más allá de esas plazas.




"Una mano


más una mano


no son dos manos


son manos unidas


Une tu mano


a nuestras manos


para que el mundo


no esté en pocas manos


sino en todas las manos"




Así decía el poeta... ¿Se acabó, pues, la poesía?

Mientras haya quien prentenda hacer realidad lo que soñó seguirá la revolución...



viernes, 20 de mayo de 2011

¿"spanish revolution"? A buenas horas...


Nuestros jóvenes, haciendo vida en las calles de las principales ciudades de este pais, nos recuerdan que vivimos tiempos difíciles. ¡Ya era hora! Este sistema no hay quien lo mantenga, pero se acabaron las comodidades burguesas de los cabezapensantes y por fin la calle empieza a respirar movimiento. En plena euforia electoral, en plena campaña de venta de ilusiones, proyectos y "soluciones" los que duermen en la calle avisan:


- Crisis de trabajo: condenados a no tener futuro, vivienda, estabilidad. Adios a la Seguridad Social. Se acabó la bonita, edulcorada y acomodada clase media...
- Crisis de valores: porque todo vale con tal de que seas feliz y no armes ruido. Con tal de cada cuatro años nos votes y el resto no molestes.
- Crisis de la “generación perdida”, aquellos jóvenes a los que esta crisis toca de fondo, no tienen trabajo, ni perspectiva de tenerlo, y ahora nos amenazan con el retraso de las pensiones...

Vivimos en un mundo en el que parece nunca estamos a la altura:
1. por un lado, todo tiempo pasado fue mejor: "Es que antes todo era más fácil, es que antes no había estos problemas, educar a los hijos era más fácil, había más seguridad, nos conocíamos todos mejor..."
2. por otra parte, los que viene detrás dicen que no les entendemos: "Es que no estás al día, es que parece que no te enteras, es que esto ya no se hace así..."

Vivimos reconcomidos por ese pasado que parece era tan feliz y por este futuro que tocamos con la mano, pero parece no es para nosotros porque no lo entendemos.

Era como aquel hombre que no quería hacer nunca nada malo, pedía y pedía ayuda a sus amigos. Un buen día éstos decidieron qué hacer para que nunca pudiera hacer nada malo: atarle las manos. Le comentaron que así era mucho mejor, que podría vivir más tranquilo y sosegado, dedicado a lo que le gustaba. No se dieron cuenta de que atándole las manos tampoco podría hacer nada bueno, pero el fin era no hacer nada malo. Aquel hombre poco a poco se fue acostumbrando, si bien quiso librarse alguna vez de esas ataduras. Sus amigos le contaban las cosas malas que pasaban por el mundo –también las buenas-. El hombre pensaba que era mejor vivir así: con las manos atadas.
Pero un buen día –pasados muchos años- sus amigos quisieron liberarle de aquellas ataduras, el hombre ya había aprendido la lección. “Ya eres libre” le dijeron cortando aquellas ligaduras. Pero resulto que ya era demasiado tarde: sus manos estaban totalmente atrofiadas.

Nosotros podemos ser –también- este hombre. ¿Qué hacer ante la realidad que nos toca vivir? ¿Ante esta crisis social, y de valores, económica? ¿Cruzarnos de brazos? ¿Esperar a que otros empiecen? ¿Lamentarme, quejarme, encogerme de hombros, esperar, esperar, esperar a mañana?

La vida –el futuro- parece pertenecer los que más fama tienen, a los que igualan sus cánones a las modas de turno y en ello ponen todo su empeño: ser moderno, ser actual... ¿Es ese todo el futuro que nos espera? ¿Ser igual que los demás y morirnos de aburrimiento porque nada diferente se puede hacer, creer, decir?

¡No! Hoy aprendemos con estos jóvenes de la "spanish revolution" un mensaje: ESPERANZA. Si nuestra sociedad nos llama fracasados porque este sistema en el que vivimos reventó, queremos llamarnos y ser BIENAVENTURADOS. Si este mundo nuestro nos hace vivir en una barca a la deriva entre el mar del ayer y las dudas del mañana, nos llamamos BIENAVENTURADOS. En un mundo clasista, donde tanto tienes, tanto vales; en un mundo donde lo de listos es aprovecharse de los demás y meter la mano en el cajón que ahora hipócritamente algunos pretenden cerrar ¡a buenas horas!, queremos ser BIENAVENTURADOS.

Pero lo tenemos que sudar, esto no es ningún desfile de la Victoria, sino que es un estadio donde hay que competir: Aquí nadie regala nada.
Ø Dichosos los misericordiosos, porque no todo va a ser rencor, venganza, odios, rencillas...
Ø los que trabajan por la paz: es posible tener Paz dentro y fuera, en casa y en la vida.
Ø los que sencillos y limpios de corazón,
Ø los que lloran y se esfuerzan y luchan y no se dejan vencer por el desánimo.
Ø Dichosos los que tienen hambre.


Pero esto que parece imposible, inalcanzable, una utopía más: ¡puede no serlo tanto!... La verdad que muchas veces me apuntaría a la lista de Sartre: "¿me suicido o no?" ;) Pero prefiero a Chesterton en "Enormes minucias" donde lo pequeño, lo habitual, lo corriente, lo rutinario pueden tener un papel fundamental. No hace falta llegar a la luna, con llegar al corazón del otro basta. Por ejemplo:


Había un sacerdote que viajaba en el metro de Madrid siempre a una misma hora y hacía siempre el mismo trayecto. Al ir siempre en el mismo vagón observó que, normalmente, también allí estaba la misma gente. Se fijó en un chico que estaba en una esquina. En la otra estaba una chica. Cierto día que llovía, la chica traía un paraguas. Al salir del vagón a ella se le olvidó el paraguas y el chico, muy educado, lo recogió y salió detrás de ella. “Señorita, se le olvidó el paraguas”, le dijo muy amablemente. Ella le dio las gracias. A partir de aquel instante se ponían siempre juntos y hablaban animadamente. Pasado un tiempo, el sacerdote vio que tenían anillos en sus dedos. Se habían casado. Luego el sacerdote fue trasladado a otro lugar. Pasados unos dos años volvió a hacer el mismo trayecto y volvió a ver al joven matrimonio. Un día en que llovía, a ella se le olvidó el paraguas, y entonces él lo cogió, salió tras ella y le dijo de un modo brusco: “Te dejaste el paraguas olvidado. ¡Cualquier día olvidas la cabeza!”.

¿Cómo devolvemos a los demás sus paragüas?

jueves, 14 de abril de 2011

II República... (ecos en Avilés)


España aspiraba a ser otra. Delenda est monarchia! afirmaba el filósofo, refrendado en las urnas por una España libre de alpargatas y caciques. ¿La solución? ¡República! “La continuidad de la Historia legal se ha quebrado. No existe el estado español. ¡Españoles, construid vuestro estado!”, escribe apasionado Ortega y Gasset. El Gobierno se desmorona ante la impotencia Borbónica, “¿Me ha reclamado ya España?” preguntaba iluso el 13º Alfonso al desembarcar en Marsella desde Cartagena, al comenzar un exilio que nunca acabaría.



Y trece días después de proclamarse el nuevo Régimen el cambio engalana oficialmente balcones y consistoriales: bandera tricolor, con el morado de Castilla y de la recordada -por García Lorca- Mariana Pineda, y el alboroto festivo “del himno callejero y saltarín de Riego que acompaña una República sesuda y jurídica” (Pío Barora). Y, cómo no, irrumpe en las aulas la idílica Marianne, la rolliza envuelta en tricolor, ataviada con gorro frigio y balanza de Justicia en su mano. A sus pies los libros: la cultura, seña de identidad para un régimen que empieza a ser conocido como la “República de las letras” en una sociedad con un 45% de analfabetismo.

Por segunda vez somos República. También Avilés: el 14 de abril más de dos mil personas, tras las banderas de distintas sociedades obreras y de los partidos socialista y republicano, recorren alegres la hoy calle de la Cámara para hacer entrega al alcalde de la bandera tricolor; y tras la oportuna orden, la banda municipal ameniza el día con La Marsellesa y el Himno de Riego. El 15 de abril LA VOZ DE AVILÉS pone todas sus páginas al servicio de la naciente República, con un entusiasmo poco disimulado.

Pero aquel sueño hecho realidad y encarnado en nueva Constitución, bandera e himno, no se correspondería pronto con la esperanza suscitada. Es verdad que todo depende de quien lo mire: para la parte reformista, las reformas radicales del primer bienio fueron demasiado profundas, en cambio para la parte revolucionaria muy escasas. La decepción campaba. Avilés no era ajeno a este ajetreo con el devaneo de unos desazonados pedregalistas con Acción Popular. Comienzan las distinciones entre República auténtica y falsificada, de derechas o izquierdas. Llegó 1933 y el susto cortó la respiración: la CEDA ha ganado las elecciones. Ortega alertaba a todos: “¡No falsifiquéis la República! ¡Guardad su originalidad! ¡No olvidéis ni un instante cómo y por qué advino! En suma: autenticidad, autenticidad.” Pero la llama está encendida, el miedo a desviar el camino comenzado aparece: El 4 de octubre de 1934 PSOE y UGT llaman a la huelga general para el 5, en protesta por la entrada en el Gobierno de tres ministros de la CEDA. Asturias será el bastión de esta revuelta: “Las nubes –presagia ‘El Socialista’ del 27 de septiembre- van cargadas camino de octubre: repetimos lo que dijimos hace unos meses: ¡Atención al disco rojo! El mes próximo puede ser nuestro Octubre. [...] Tenemos nuestro ejército a la espera de ser movilizado. Y nuestros planes de socialización.” Unos 40.000 sublevados, bien pertrechados en los asaltos a las fábricas de armas de Trubia y La Vega, y con las armas llegadas en “El Turquesa” -ocultas mientras tanto en las bóvedas de la Iglesia de santa Eulalia de Valduno-, salen a defender su República, la que no acaba de llegar.

La llamada encuentra eco en Avilés, aunque con menos entusiasmo que en Oviedo y las Cuencas. El día 5 amaneció con la Huelga General y la constitución del Comité Revolucionario, que hallará digno acomodo en el Gran Hotel. Avilés se divide, fiel reflejo de nuestra II República: en el Ayuntamiento se parapetan los notables de la ciudad defendidos por unos setenta hombres (Guardias Civiles, Guardias de Asalto, civiles varios) y frente a ellos las fuerzas de la Revolución que campean por Sabugo, Miranda y otras zonas rurales. Los alzados en Avilés tenían pocas armas y municiones, pero si dinamita suficiente como para cegar la bocana del puerto hundiendo el Agadir. Ocupan, para la Nueva República, los almacenes Balsera, estaciones del Norte y Carreño, los muelles de Avilés y san Juan de Nieva. Pero la Convocatoria hecha para cambiar España duró en Avilés tres días. Las tropas al mando de López Ochoa, que prefiere pasar por nuestra Villa camino de Oviedo para evitar una encerrona en Trubia, entran por la carretera de san Juan, y salvado el obstáculo de los almacenes Balsera, recuperan en la zona de Sabugo para la República el poco Avilés arañado por la Revolución. Las bajas avilesinas –muertos y heridos- se pueden quedar en cuatro decenas, si bien 283 presos sufrieron en la Cárcel los efectos de la represión.

La República se creyó la Victoria. Aparece en circulación una medalla de plata, que ilustra este artículo, labrada en los talleres “Menéndez” de Oviedo para glosar el “republicanismo” de un Avilés fiel a la Constitución de 1931: “La Villa de Avilés agradecida a sus defensores durante la huelga revolucionaria octubre 1934” en el reverso. En el anverso: Una mujer suplicante (¿la misma República?), con su hijo, extiende sus brazos hacia un soldado heleno, de cuyo brazo derecho pende la balanza de la justicia y del izquierdo la espada corta (xifos) desenvainada; una ciudad humeante pone fondo a dicha escena presidida por un escudo de Avilés con corona mural. Una rareza para coleccionistas, que es recuerdo de lo sucedido hace ya 76 años.

El Estado nacido del clamor popular en 1931 –atacado por todos, porque ninguna tajada gustaba bastante- no aguantó el golpe mortal. “Goethe decía de las revoluciones dos cosas que se ajustan estrictamente a la realidad del mundo actual, y desde luego, a la de España. Una, que cada revolución es siempre la consecuencia de los errores del régimen que la ha precedido. Y otra que, mientras dura la etapa revolucionaria, es imposible juzgarla con acierto, porque sus inconvenientes se ven demasiado cerca y sus beneficios demasiado lejos” reflexionaba Gregorio Marañón. Pero las dos Españas que “hielan el corazón” hicieron de las suyas: la división, recelos, los antagonismos crecieron. Pronto el eco alegre –y anticlerical, por cierto- de Riego es sustituido por el crepitar de los disparos, la Marianne sale despavorida dejando olvidada la justicia en tantas cunetas y tapias de cementerios, familia contra familia buscan en el combate una nueva España. Pero eso es ya otra historia. Pasados ya 75 años sólo queremos recordar los hechos de aquel Octubre de 1934. Los Almacenes Balsera, el Gran Hotel, el edificio del Ayuntamiento, la Calle de La Cámara, nuestras callejuelas de Sabugo, la antigua Cárcel de Avilés son testigos de aquella Historia que ante la masacre que se avecina en 1936 repetirán llorando con Ortega: “¡No es esto, no es esto!...”

domingo, 13 de marzo de 2011

El precio de la libertad

Una persona amable atrae hacia sí todas las simpatías”, afirma un proverbio del Camerún. Una persona amable no es sólo una bendición para los demás, sino que se hace bien a sí misma. Teresa de Calcuta veía en la amabilidad una concreción del bien y decía a las que la seguían: “Una sonrisa es el principio del amor. Sed amables y misericordiosas. Haced que quien se acerque a vosotras se sienta mejor y más feliz al marcharse”.

Hoy, quizás, es difícil ser feliz. Todo el que se empeña en serlo descubre cuántos momentos no puede llegar a alcanzarlo y eso puede llegar a hacerle pensar que es un fracasado. Quizá el camino no sea la felicidad, sino la autenticidad: “La satisfacción es el resultado del esfuerzo de hacer felices a los demás”. ¿Pero cómo serlo en un mundo de opciones tomadas? Nuestra sociedad dice quién es de los buenos o de los malos, quien está en el bando correcto o en el equivocado. Libros y tradiciones, escritores y pensadores son hoy garante de autenticidad: ¿realistas? Esos “moldes” quizá hoy estén rotos o caducos, pero nuestras opiniones y nuestras opciones se basan en ellos, incluso nos sirven para juzgar y dictar categorías... Pero es posible que también nuestra sociedad necesite unos parámetros, un camino dictado para saber que queremos llegar a algún sitio y sin esos dictados el camino podría ser cualquiera. Realmente feliz nos hacen los demás: por lo que recibimos, por lo que nos hacen sentir y valorar, por lo que nos hacen partícipes de su vida. Por eso, ¿hasta dónde podemos optar?

Elie Wiesel, que sobrevivió a un campo de concentración nazi, afirmaba: “lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia”. Un posible camino es el que conduce a ninguna parte. Es por el que nunca deberemos optar. Pero tampoco el fácil de pensar que mis opciones, opiniones y forma de vida tienen que ser siempre lo correcto; los demás también han de optar. La sociedad del mañana es plural, no sólo por colores sino por opiniones. Deberemos encajar unos con otros, aportando valores y enriqueciendo los diálogos, incluso tomando opciones... Es un reto apasionante, lo importante es cuánto nos va a costar nuestra libertad, o hasta dónde estaremos dispuestos a llegar...

lunes, 28 de febrero de 2011

LA CREACIÓN


Y Dios pobló la tierra con espinacas, coliflores, brócolis
y todo tipo de vegetales
para que el Hombre y la Mujer pudieran alimentarse
y llevar una vida sana.

Y Satanás creó McDonald's,
y MacDonald's creó el Big Mac.
Y Satanás dijo al Hombre:
'¿Lo quieres con patatas y Coca Cola?'.
Y el Hombre dijo:
'Sí y en tamaño grande'.
Y el Hombre engordó.

Y Dios dijo:
'Haya yogurt para que la Mujer conserve la silueta
que he creado con la costilla del Hombre'.
Y Satanás creó el chocolate.
Y la Mujer dijo:
'Con almendras'.
Y la Mujer engordó.

Y Dios creó las ensaladas y el aceite de oliva.
Y vio que estaba bien.

Y Satanás hizo el helado.
Y la Mujer dijo:
'De nata y fresa'.
Y la Mujer engordó.

Y Dios dijo:
'Mirad que les he dado frutas en abundancia,
que les servirán de alimento'.

Y Satanás inventó los huevos con chorizo.
Y el Hombre dijo:'Y con Panceta'.
Y el Hombre engordó y su colesterol malo se fue por las nubes.

Y creó Dios las zapatillas deportivas
y el Hombre decidió correr para perder los kilos de más.
Y Satanás concibió la televisión por satélite
y agregó el mando a distancia
para que el Hombre no tuviese que cambiar de canal
con el sudor de su frente.

Y el Hombre dijo:
'Y quiero una cervecita'.
Y el Hombre aumentó de peso.

Y Satanás dijo a la Mujer:
'Son apetecibles a la vista del Hombre unos aperitivos'.
Y la Mujer le acercó al Hombre patatitas fritas, palitos salados,
cortezas, más chorizo y otra cerveza.
Y el Hombre,
aferrado al mando a distancia,
comió los aperitivos,
que eran abundantes en colesterol.

Y vio Satanás que estaba bien.
Y el Hombre llegó a tener las coronarias obstruidas.

Y dijo Dios:'No es bueno que el Hombre tenga un infarto'.
Y, entonces, creó el cateterismo y la cirugía cardio-vascular
y las unidades coronarias.

Y Satanás creó... LA SEGURIDAD SOCIAL.

Y, ya cansado, dijo Dios:

¡¡ ANDA Y QUE OS DEN !!
Y creó a los politicos.

Y en eso andamos.......

domingo, 27 de febrero de 2011

ande yo caliente, ríase la gente....


Cuando se construyó el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, se dijo de él que era la octava maravilla del mundo. Lo mandó construir el rey Felipe II para conmemorar la batalla de San Quintín, ganada por los españoles a los franceses el día de san Lorenzo de 1557. Encargado de dirigir las obras de su construcción fue el arquitecto Juan de Herrera.

El edificio comenzó a construirse en 1561 y no se acabó hasta veintiún años después. Felipe II solía visitar las obras. En una ocasión, entró en la cripta que está debajo de la entrada de la iglesia. El rey observó cómo se estaba construyendo el techo, y ordenó al arquitecto que pusiera una columna en el centro, pues estaba seguro de que sin este apoyo no podría sostenerse. Juan de Herrera no puso ninguna objeción y colocó la columna, según los deseos del Monarca. Cuando enseñó a Felipe II la obra ya terminada, el Rey le agradeció que hubiese seguido su consejo de poner la columna. Y entonces el arquitecto la derribó de un puntapié. La columna era de cartón y no sostenía nada. Y así quedó demostrado que el techo no necesitaba ninguna columna para sostenerse.

Esa es también, muchas veces, la historia de nuestra propia vida. ¿Sabéis a qué tenemos mucho miedo? Es algo que según te vas haciendo mayor puede parecer que te va dando igual, pero tampoco: una de las cosas que más nos preocupan es “¡¿qué pensarán los demás de mí!? Por que una es la intención con que haces las cosas y otra muy diferente la que la otra persona pueda entender. Nos preocupa –aunque pensemos que no- lo que digan, piensen, valoren algunas personas...

Nos inquieta ser incomprendidos, quedarnos solos, sentir que hemos fracasado, que las cosas no han salido como esperábamos, que quisiéramos haber hecho mucho más de lo que hicimos, que nuestras palabras no llegaron, que la mirada fue malentendida, que la risa no fue todo lo oportuna que buscaba, que ese perdón no llegó a tiempo... Y esos sentimientos representan columnas de cartón que vamos poniendo a la cúpula de nuestra vida, porque parece que si no se derrumbaría...

Por eso, hoy tenemos que ser capaces de pegarles una patada a todas y mandarlas lo más lejos posible... Pero necesitamos varios ingredientes:

1. Humildad. Creías que podrías con todo, pensabas que la vida no tendría dificultades y cuando menos te lo esperabas la vida y sus complicaciones te estaban esperando. No podemos con todo, necesitamos de los demás. Nuestras manos no pueden hacerlo todo, nuestro corazón amarlo todo, nuestras palabras llenar todo el silencio. Necesitamos las manos, el corazón, las palabras de los demás. ¡Nos necesitamos unos de otros! ¿Parece sencillo? Entonces ¿porque no es ya una realidad? Porque todavía nos puede nuestro peor enemigo, el que nunca duerme: yo mismo. “Es que no sé si podré, es que no sé para qué hablé, es que no sé por que todo me tiene que pasar a mi, es que no les puede tocar un poco a los demás...” Somos nuestros peores jueces cuando las cosas salen mal, cuando se tuercen. Para lo bueno no, siempre nos parece poco. Tenemos que ser lo suficientemente humildes para dejar a los demás formar parte de nuestra vida, de nuestras cosas. Eso es el amor: lo mío tuyo, lo tuyo mío. Un “nosotros” eterno.

2. Sinceridad. ¿Todo lo que tienes, realmente lo necesitas? Vemos hoy cómo la crisis aprieta, y no sólo en España. Bastantes familias lo están pasando muy mal, y muchos que vinieron aquí en busca de trabajo o se han ido ya de vuelta o mandan mucho menos dinero a sus países. Pueblos enteros del mundo árabe están en pie de guerra... Y yo, ¿todo lo que tengo para vivir realmente me es totalmente necesario? ¿No nos hacemos demasiadas complicaciones, demasiadas esclavitudes? ¿No vivimos demasiado pegados a las cosas, a las marcas, a la imagen, al qué dirán? Nuestros armarios, baldas de estanterías, trasteros nos muestran cosas que nos sobran. Igual en el corazón, en el mente, en los recuerdos. Claro, es que los demás son así, nos defendemos... entonces quiere decir que tú eres igual que los demás. Si nos quedamos un día sin luz, quemamos el ayuntamiento; pero si vivimos esclavos de nuestras cosas, ni nos enteramos ni nos preocupamos... Ya reflexionaba R. Martin du Gard: “La vida sería imposible si todo se recordase. El secreto está en saber elegir lo que debe olvidarse.”

3. Providencia. “Trabaja como si todo dependiera de ti, sabiendo que todo depende de los demás”. Mucha gente sólo necesita a los demás en sus problemas, dificultades. Guardas las tarjetas de visita para llamadas en caso de necesidad o favores y enchufes. Pero en esa vida de cada día ¿cómo están presentes tu familia, amigos, conocidos? El ruido, los jaleos, las prisas, la vida, la lucha, las contrariedades nos sumergen en mil líos que nos impiden estar más cerca del que deberíamos. Una persona, un familiar, alguien espera por nosotros. Está dispuesto a compartir lo mejor que tiene contigo. Lo única que hace falta es “dejarse querer”... ¿pero no somos a veces muy duros de mollera? Le pedimos a la vida lo que nunca podrá darnos, mientras la vida nos ofrece sus mejores dones, siendo nosotros incapaces de reconocerlo, esperando siempre “por lo mío”...

¡ES VERDAD QUE LA VIDA ES SIEMPRE LA MISMA, HACEMOS LO MISMO CASI A LAS MISMAS HORAS: PERO NO NOS DEJEMOS VENCER, LUCHEMOS PARA QUE CADA DÍA SEA DIFERENTE!Sólo es digno de libertad quien sabe conquistarla cada día” (Goethe)

domingo, 20 de febrero de 2011

Luchar, un empeño diario no apto para todos...

¿Merece la pena luchar por aquello que sabes va a tener un día su final?

Me explico: luchas, te esfuerzas, quieres conseguir ser feliz y lo intentas con todas tus fuerzas. Pones todo lo que está de tu parte, te empeñas, te hipotecas, entregas tu vida... pero sabes que algún día todo eso se puede acabar, que llegará su final, que no todos los sueños se pueden alcanzar. Realmente podemos llegar a preguntarnos: ¿es necesario tanto esfuerzo? En el último acto del drama de nuestra historia parece que te quedas solo: o vencido por la vida, o añorando lo que tanto quisiste pero perdiste, o queriendo volver atrás en la película de tus andanzas para decir ¡por fin! la palabra que nunca llegaste a pronunciar....

Por eso te invito a que le des la vuelta a esta frase. No es “¿merece la pena este esfuerzo?” sino todo lo contrario: “¿si no lo hubiera hecho, podría perdonármelo?” ¡¡¡TODO ES POCO PARA EL QUE AMA!!!

Es verdad que a veces nos podemos sentir cansados: decepciones en el trabajo o en los estudios; las cosas no van por dónde nos gustaría; la enfermedad que pica en nuestras familias y no sale ni a escobazos; los disgustillos de la vida, de amigos, de conocidos; las ausencias de los que se han quedado en los cementerios esperando flores... Pero todo eso nos tiene que dejar el sabor de las cosas bien hechas. No es oportuno lamentarse: ¿podría haber hecho algo más? ¿quizá le demostré poco mi afecto? Esa tentación se llama remordimiento. Por eso, debemos mirar hacia el futuro, con la satisfacción de haber actuado con rectitud: hemos hecho las cosas como hemos podido, y ese ahora es HOY, donde otras personas, situaciones, casualidades te están esperando ¿Vamos a esperar a mañana para darnos cuenta, cuando éste hoy sea un ayer? ¡No! Tendremos que poner todo de nuestra parte para que hoy sea el mejor de nuestra vida, cada día, cada minuto, cada persona, cada acontecimiento... a pesar de los días grises... Aprender de los errores del pasado, cierto. Como tan cierto que no vivir lamentándonos eternamente de los males pasados... “Cuando me da por pensar de noche en mis defectos, me quedo dormido inmediatamente” (O. Wilde).

Pero tenemos que seguir avanzando: en este mundo nuestro parece que siempre tiene que perder alguien. No estamos hechos para empates. Vencen los ricos frente a los moribundos pobres –así cada 9 minutos mueren 5 niños de hambre, frente a la nueva enfermedad del mundo occidental: la obesidad infantil-; vencen los traficantes de pateras frente a los necesitados de encontrar futuro a sus familias –el año pasado por lo menos 200 personas habrán perdido la vida cruzando a España-; vencen las peleas, enfrentamientos, rencillas frente al diálogo, saber esperar, saber ceder, frente al perdonarse. ¡Cuántas veces -¡tantas bobadinas!- nos han hecho quitar la palabra a determinadas personas, no soportarlas cerca de nosotros! ¡Cuántos que formaban parte de nuestras vidas hoy ya no están, y tampoco les esperamos!. Nos hemos acostumbrado a ganar o perder: pero no a empatar. No nos gusta perder, queremos que las cosas salgan como a nosotros nos gusta, como nosotros sugerimos, como lo hemos pensado. Me gustan las cosas claras, ¡que está muy bien!, pero a veces la gente no sigue nuestro ritmo porque es demasiado intenso, demasiado pasional, y tomar decisiones importantes a todos cuesta, pecamos de tener poco tiempo... “El tiempo descubre la verdad” decía Séneca, démosle tiempo al tiempo...

Por eso, necesitamos saber: ¿dónde está la verdad? ¿Qué es el Amor, eso que puede dar tanta plenitud a tantas personas?
  • Cuando todos, piedra en mano, condenan a muerte al pecador, al diferente, al que no es como los demás, cuando dependiendo del color tienes un sitio u otro, cuando por tu casta puedes elegir con quien casarte o que te endosen a alguien para siempre... entendí lo que no es amor. Porque yo era de los que tenían en la mano una piedra, yo era de los conformistas: ¡me daba igual todo! Pero mucha gente esperaba mi mano, mi aliento, mi toma de decisión... y yo preferí esperar frente a los que se quedaron en esta lucha... esperando, como siempre... yo, apretando mi piedra; ellos, cansados de esperar...

  • Cuando la traición o la negación se alza en el patio del callejón del oportunismo, buscando el sitio descarado del privilegio... Cuando los que tienen la razón se callan, porque ha vencido la sinrazón abrazada como meretriz de lujo al poder... Entendí lo que es amor: Porque siempre habrá quien no calle, quien no se conforme, quien no niegue. Y en su osadía veo yo mi cobardía, mi apatía, me veo dándoles la razón... y yo callado, a lo mío, en lo mío... y ya está.

  • Cuando miles de personas necesitan tus palabras, gestos, tu mirada. Cuando tus caminos pueden ser los suyos, tu comida la de ellos, tu vida su esperanza... Podré entender lo que es amor si te decides, si eres valiente, si no callas, si te rebelas, si dices “basta ya”... Aquí y ahora se necesitan: hombres nuevos ¿Dónde se hallan? ¿Detrás de la pantalla del ordenador? ¡Quiero creer!

domingo, 13 de febrero de 2011

Día de los enamorados


Es el día de los enamorados, o eso nos dicen...
¿Pero de qué amor hablamos cuando hay que celebrar su día? Porque no es amor todo lo que nos venden:

- hay amores con fecha de caducidad: un fin de semana, un verano...
- hay amores que matan: por que no hay entrega sino sometimiento.
- hay amores aprovechados: ¡cuánto te quiero por lo tanto que me vales! ¡Cómo te quiero porque todo me lo resuelves, dónde iba a ir yo sin ti!
- hay amores fingidos, porque lo que no se cultiva acaba secando, y toca disimular.
- hay amores de “dónde vamos a ir a estas alturas que podamos estar mejor”: es un amor de resignación...

Hoy que a todo llamamos Amor, descubrimos que no todo amor merece una celebración:

Un maestro albañil se iba a jubilar. Le dijo a su Jefe dejaría la construcción para llevar una vida tranquila con la familia. El Jefe sentía que dejara el trabajo. Le pidió si podría construir una casa más, como un favor personal. Accedió, pero se veía que no estaba poniendo el corazón en su trabajo. Utilizaba materiales de inferior calidad y el trabajo muy deficiente. Era una desafortunada manera de terminar su carrera. Cuando el albañil terminó el trabajo el Jefe fue a ver la casa, dándole al albañil las llaves de la puerta ."ÉSTA ES TU CASA, ES UN REGALO PARA TI." ¡Que pena! Si el albañil hubiera sabido que estaba construyendo su futura casa, la hubiera hecho diferente.

¡Qué diferentes son las cosas depende para quién las hagamos: para nosotros, para un amigo, para un conocido, para un desconocido, para alguien que nos cae mal? Todo depende del amor que pongas... Por eso debemos preguntarnos qué amor tenemos que celebrar, ya que sólo los griegos diferenciaban cuatro tipos:
Hay un amor eros: una persona se siente atraída por otra y le gustaría ser correspondido. Es un amor que surge en la adolescencia como fuego en un bosque seco, pero que bien cultivado dura toda la vida y hace a uno feliz, es pasión desbordada que poco a poco vamos encauzando... Por eso decía el autor de “El Principito”: ‘Al primer amor se le quiere más, a los otros se los quiere mejor...’

Hay un amor de “phylia”: es el amor de la amistad. De alguna manera son los que nos caen simpáticos, aquellos que empatizan con nosotros... Queremos a los amigos en lo bueno y en lo malo, somos capaces de perdonarles los fallos: “Los errores del hombre son los que le hacen especialmente digno de amor” (Goethe). Pero no les queremos como podemos amar a nuestra media naranja, es diferente pero sigue siendo amor.

Hay un amor de stergo: es el que siente la madre por sus hijos. Este es un amor único, sólo una madre puede experimentarlo. “Hasta que he llegado a ser madre, no he comprendido lo que es Dios” (Doriot). Una madre da la vida por sus hijos, llega hasta el fin del mundo. No por todos haríamos lo mismo, ¿no?

El amor “ágape”: desinteresado, que no quiere dar para recibir. No busca nada a cambio. Damos a los necesitados, ayudamos al enfermo y nos preocupamos de ellos: Es amar aun cuando no es correspondido y cuando no siente el deseo. Y este es el amor que hace la vida “útil”: no un amor de rebajas, de temporada o de oportunidad. Sino un amor que es capaz de vencerlo todo, de perdonar todo. Incluso de perdurar en el tiempo, en alas de eternidad. Es el amor del heroísmo, de las grandes hazañas, de las entregas de por vida, del altruísmo... Es una amor que crea Paz, unión, fidelidad. Es el Amor con mayúsculas: es fuerza que puede mover un mundo dividido por guerras y discordias. Es el amor también a las "grandes verdades": la Paz, el Bien, la Libertad, incluso Dios, que hace apasionar una vida entera en pos de esa verdad amada.

Por eso es bueno examinar en el baboso día de los enamorados:

Ø ¿Cuál es el amor dominante en tu vida, el que tiene más peso? ¿El eros, el de amistad, el de ágape? ¿Qué amor usas con los demás? ¿Son sólo un amor con fecha de caducidad? ¿Sabes amar pensando en eternidad? ¿Es amor o beneficio? ¿Es mi amor sólo pura genitalidad?
Ø ¿Cuál es la medida de tu amor? ¿Te conformas con el mínimo?
Ø ¿Cómo lo cuidas en los detalles, en las formas? ¿Es un amor de apariencia?
Ø ¿Cómo es tu vida respecto a los demás en esos pequeños detalles? Sólo ama a lo grande quien ama en lo pequeño ¿Soy consciente de ello? ¿Eres demasiado importante para amar al resto?

Ojalá puedan escribir de nosotros, lo que el poeta escribía con corazón enamorado:

Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!.

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡esas... no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!

miércoles, 9 de febrero de 2011

ver para creer...


Esta es una de esas noticias que circulan por la red que no dejan nunca indiferente. Un ciudadano francés, Didier Jambart, de 51 años, casado y padre de dos hijos ha presentado una denuncia contra GlaxoSmithKline, una de las compañías farmacéuticas más importantes del Mundo, con doble sede en Gran Bretaña y Estados Unidos, fabricante, entre otras, de ‘Requip’. ¿El motivo? Según J., tal medicamento le volvió gay:


El origen de esta historia es ciertamente desgraciado. A D. le diagnosticaron Parkinson en 2003. Desde entonces y durante dos años, para aliviar los síntomas de tan terrible enfermedad, comenzó a tomar dicho medicamento, con imprevisibles efectos secundarios. Se volvió adicto a las apuestas por internet, perdiendo de esta forma los ahorros de la familia y llegando a robar para saciar su hábito. Además, le entró un apetito tremendo por el sexo gay, ‘vendiéndose’ por la red vestido de señora.


D. J. se dedicó al sexo gay de forma compulsiva. De acuerdo al testimonio de sus abogados, su comportamiento, llevado por la medicación, le condujo al extremo de ser violado.
Tras dejar de tomar dicho medicamento, su conducta compulsiva desapareció, algo que es explicable porque componentes del mismo, como el prospecto de dicho medicamento indica, llevan a quien lo toma a la adicción patológica al juego, hipersexualidad e incremento de la líbido‘.
En dos palabras: ¡¡¡MENUDA JETA!!!

lunes, 7 de febrero de 2011

no dejar pasar el día, a lo mejor no llega otro igual...

El otro día iba en un amigo en el coche y tenía un autobús justo delante. Pero con la lluvia y los cristales empañados, no conseguía distinguir bien el anuncio del vehículo. Total que se acercó y acercó hasta que casi se la pega, pero consiguió leer lo que ponía: “cada viaje es el viaje más importante de mi vida”. Y echó a andar… el autobús, claro. No acaba de ver claro qué demonios anunciaba. Total, que en una rotonda absurda consiguió dar con él: funerarias de Madrid. El tipo caracterizaba a un conductor de un coche fúnebre. “Vaya modo de anunciarse”, pensó, pero lo cierto es que no encuentro muchos modos más fáciles de anunciar una funeraria.


La vida para nosotros, pequeños y anónimos humanos, suele ser parecida. Más bien anodina: siempre los mismos, siempre lo mismo. Decimos creer en el Amor, pero realmente ¿a cuántos amamos? Decimos creer en la Verdad ¿pero cuántas veces cambiamos de "verdad" por gustos, modas, apetencias...? Decimos ser de fiar, ¿pero cuántas veces nos hemos traicionado a nosotros mismos, cuántas veces nuestras palabras han herido a otros? La vida se va gastando como hojas de un árbol en otoño -que parecen unas pocas sólo al principio pero dejan el árbol pelado completamente- y vamos desaprovechando oportunidades. Por eso si para las funerarias de Madrid cada viaje es el más importante, para nosotros cada persona, cada momento, cada circunstancia deberían serlo también. Cuántas palabras, gestos, llamadas se nos han quedado en el tintero, seco ya de esperar el momento adecuado. Ya decía Gabriel García Márquez: "Nunca dejes de sonreir, ni siquiera cuando estés triste, porque nunca sabes quien se puede enamorar de tu sonrisa". No dejar pasar la oportunidad, decidirte, lanzarte, ser franco, ser audaz, ser veraz... O todo o nada.


Pero luego: perseverar. No dar pasos en balde. No decir "si" para que luego sea un "no". Quemar las velas de las naves para no regresar al puerto de salida. No acostumbrarnos a amar, a vivir en la Verdad, a ser amigo, a ser audaz, a ser veraz.


Había un profesor que viajaba en el metro de Madrid siempre a una misma hora y siempre el mismo trayecto. Al ir cada día en el mismo vagón observó que, normalmente, también allí estaba la misma gente. Se fijó en un chico que estaba en una esquina. En la otra estaba una chica. Cierto día que llovía, la chica traía un paraguas. Al salir del vagón a ella se le olvidó el paraguas y el chico, muy educado, lo recogió y salió detrás de ella. “Señorita, se le olvidó el paraguas”, le dijo muy amablemente. Ella le dio las gracias. A partir de aquel instante se ponían siempre juntos y hablaban animadamente. Pasado un tiempo, el profesor vio que tenían anillos en sus dedos. Se habían casado: ¡y por el azar de dejar olvidado un paraguas! Luego el profesor fue trasladado a otro lugar. Pasados unos dos años volvió a hacer el mismo trayecto y ¡sorpresa! allí estaba el joven matrimonio. Un día en que llovía, a ella se le olvidó el paraguas, y entonces él lo cogió, salió tras ella y le dijo de un modo brusco: “Te dejaste el paraguas olvidado. ¡Cualquier día olvidas la cabeza!”.

¿Cómo devuelvo yo a los demás su paraguas?

jueves, 27 de enero de 2011

el no saber esperar...


Seguramente os habrá pasado alguna vez, en algunos momentos puntuales: ¿Cuándo os sentís más ridículos? A todos nos pasa: después de haber sacado fuera el genio. Perdemos los papeles, nos cansamos: ¡hasta aquí podíamos llegar! Y “descargamos la nube” sobre el infeliz de turno. Pero, pasada la tormenta nunca nos sentimos más arrepentidos o más ridículos por haber sido así, aunque muchas veces tengamos la razón.

Es una de las características más importantes de nuestra sociedad: la impaciencia. Todos tenemos prisa: en las colas, en las compras, en los recados, en las visitas, en el "amor", en nuestras relaciones sociales. Y lo más cómico del caso es que, aunque realmente no tengamos prisa, como los demás si parecen que la tienen nos contagian. “No me gusta que me hagan perder el tiempo”, decimos, “no tengo todo el día”. Ya decía Manuel García Morente que esta sociedad parecía condenada a correr y correr como un galgo en pos de la liebre sin saber ni a dónde ni por qué...

Y también es ésta una acusación que podemos aplicar a los demás, incluso a Dios: “no nos gusta que nos hagas perder el tiempo”. ¿Por qué? Sencillo: ante un problema serio de nuestra vida, una dificultad repentina, o incluso el hambre o la guerra o el mal de nuestro mundo, nos gustaría que Dios -y/o los demás- actuasen ¡YA!... pero sentimos que Dios no actúa, no habla, no “funciona”, que los demás no hacen las cosas como a nosotros nos gustaría. Porque Dios -parece-es esencialmente paciencia. Y su paciencia es nuestra redención frente a nuestras impaciencias. Dios tiene claro que lo que salva al mundo es el Amor, no el poder. El mundo lo ha salvado un Crucificado, no los crucificadores que tenían ese poder. El poder selecciona a los mejores para mi servicio, crea siervos, dependencias y favoritismos (que por cierto ¡cómo nos encantan!). Pero el amor nos hace iguales, más aún: servidores... El poder engendra impaciencia: ¡esto lo quiero así y así... porque lo digo yo... porque no hay más que hablar! Frente a la tentación de querer mandar, la solución de amar...

Pero esto, que parece tan sencillo, no es tan fácil. Ser servidor significa ser como ese Jesús de Nazaret clavado en la Cruz. Él pasó por “tonto y por malo”. Y esa es la perenne diatriba: no la sangre, sino querer hacernos pasar los demás por “los tontos y los malos”. ¿Eres así sólo por amar? Paciencia: el amor todo lo puede, todo lo disculpa, no pasa nunca.

Termino con una de Ávila, Teresa de Jesús:

Nada te turbe,
nada te espante:
todo se pasa.
Dios no se muda:
la paciencia todo la alcanza,
quien a Dios tiene nada le falta,
sólo Dios basta.