"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


sábado, 1 de octubre de 2011

¡Que le den a los jueces!


Iban dos monjes budistas de camino regreso a su monasterio. Habían pasado el día con oraciones de purificación, recogiendo limosnas… En su camino se encontraron dos mujeres que habían caído al río. Las pobres iban tan cargadas que ni a trompicones podían salir. Uno de los monjes se acercó a ellas y dándoles la mano fue sacando una por una. Terminada la buena acción los dos monjes retomaron su camino.
Pero al llegar al monasterio el monje que no había ayudado le dijo al otro: “hermano, tú no puedes entrar en el Monasterio porque has tocado a aquellas mujeres, debes purificarte antes.” A lo que el monje protagonista le respondió: “Hermano, creo que el que debe purificarse eres tú, porque yo a aquellas mujeres las dejé en el río, pero por lo que veo tú te las has traído en el corazón”.

Generalmente en la vida no somos protagonistas de demasiados sucesos importantes, más o menos, vivimos lo de siempre y como siempre. Hay momentos en la vida más alegres o más costosos. Pero la tónica general es la normalidad.

En cambio, sí somos testigos de muchos más actos que suceden a nuestro alrededor. Incluso interactuamos con ellos, nos convertimos en protagonistas. Sucesos en nuestras familias, con nuestros amigos, noticias buenas o malas que de algún modo nos afectan…

El problema de hoy es el punto de vista desde el cual afrontemos esa realidad:

1. Podemos ver la vida desde nosotros mismos. Somos meros jueces. Fulanito ha robado en una tienda, como robar es pecado, Fulanito es culpable. Y se acabó. No hemos hecho mal, simplemente hemos actuado según la norma… Mi pregunta es ¿eso es lo que esperan los demás de mi?

2. Podemos ver la vida poniéndonos en el papel, en el pellejo del que nos están hablando… ¿Porqué Fulanito ha robado? ¿Por qué ha/han actuado de esta manera?…

Os invito esta semana a preguntarnos en serio: ¿En qué papel me pongo cuando juzgo? ¿Soy misericordioso? ¿Soy prudente? ¿Me descontrola mi genio? ¿Me traiciona el egoísmo? ¿Me puede mi amor propio?

No se trata de ir por la vida tan de buenos que parezcamos tontos. La maldad existe, y hay determinada gente que obra por ella. Pero hay que tener en cuenta al hombre: sus condicionantes, sus relaciones sociales, su ambiente y educación. Ni todo es tan fácil ni todo tan complicado. Pero siempre hay que oir las dos partes. No podemosir sembrando la duda entre los que viven con nosotros, debemos demostrarles que se puede fiar, que tienen quien les apoye ¿es lo que nos nos gustaría a nosotros, no?

Este mundo no necesita jueces, necesita milagros: comprender, apoyar, respetar, sanar, curar, perdonar… Sentencias siempre hay, lo que le faltan son hechos: el mundo nos espera. Evitemos juzgar y condenar... ¿Estamos dispuestos a hacer de nuestra vida un milagro para los demás?

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