"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


domingo, 9 de octubre de 2011

No me gusta que me digan lo que tengo que hacer


Hay experiencias que nos llenan de alegría y satisfacción: cuando nos ayudan en un apuro, cuando nos orientan en una situación difícil o algo tan aparentemente simple como hacerte sentir que eres alguien importante para él/para ellos. Son esas personas que quedan grabadas en nuestro corazón (familia, amigos…) y que aunque ya no estén algunos entre nosotros su sitio en nuestro corazón queda ocupado. Incluso a veces nos gustaría tenerles entre nosotros para agradecerles su amistad, su confianza.

Pero, en cambio, si algo nos eriza el vello es cada vez que alguien nos dice cómo tenemos que hacer las cosas. Enseguida el duendecillo de la soberbia que todos llevamos en nuestro interior nos hace preguntarnos: ¿pensará que soy bobo? Nos sentimos heridos en nuestro amor propio, en nuestra línea de flotación. Nos gusta tenerlo todo controlado pero que no nos controlen…

Por eso vemos que no es tan difícil decirle a Dios y a los demás que no. ¿Es Dios simplemente un cúmulo de normas, de mandatos, de reglas? Siempre diciendo cómo hay que portarse, qué es lo bueno y qué es lo malo… Preferimos ser libres a nuestra manera, modo, estilo. En fin, ¿si yo no hago mal a nadie, por qué no puedo vivir como yo quiera? ¿Por qué los demás están tan preocupados de cómo vivo o qué hago?

Es verdad que esto puede esconder una realidad más habitual de lo que pensamos: justificarme. Y este es el problema: sólo nos damos cuenta de quienes somos nosotros cuando nos vemos en relación con los otros. El otro despierta mi conciencia de ser: o sea, cuando me siento amado, escuchado, interpelado todo eso despertará sentimientos en mí mismo que yo mismo no me podría provocar... Gracias al otro somos. Por eso justificarse es encerrarse en el egoísmo, en creer que después de todo los otros no son tan importantes. Hemos usado de ellos, por tanto abusado. Sartre en "A puerta cerrada" pone en boca de Garcin la siguiente afirmación: "No hay necesidad de parrillas. ¡El infierno son los otros!"...
Por eso la vida es mejor vivirla desde el 'nosotros'; ser-útil para, ser-eficaz por, ser-disponible... En fin: no podemos vivir tan encerrados en nosotros mismos como creemos, no podemos existir sin necesitar de los demás. A lo mejor los demás no se dan cuenta de esto, y quieren seguir viviendo a su modo. Allá ellos...
Esta semana toca abrir los brazos: acoger, perdonarse, comprometerse, decidirse...
La felicidad toca a la puerta de nuestra casa: ¿abriremos o seguiremos apoltronados en el sofá de nuestras cosas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario