"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


sábado, 26 de noviembre de 2011

el reto de ser "yo"


Uno de los peligros de nuestra sociedad es la facilidad con que pasas a consignar la lista de los “nadie”. Y me explico: los “nadie” son los que viven según la norma de la mayoría, los que no se meten en líos ni se preguntan “y esto ¿por qué? ¿Para qué?”, son los que dejan caer las hojas del calendario sin mayor problema. Lo importante es estar bien, sentirte bien, ir a lo tuyo y que nadie se meta en mi terreno. Y feliz como una perdiz.

En ese contacto con el otro ponemos barreras: ¿hasta dónde estamos dispuestos a que los demás nos interpelen? Vivimos un momento de sermones: todo el mundo habla, bloggea, llena de palabras el vacío. Pero eso nos resbala: nos importan los hechos. Ya no nos conquistan los poemas de Bécquer, sino Nadal en la pista o Alonso en el circuito. Hemos pasado de las palabras a las sensaciones, de las razones a los sentimientos, de las convicciones a las pasajeras modas. Por eso el “Tú” cada día tiene menos importancia, sólo vivimos para el “yo”, para mí mismo, en un círculo vicioso que tiene su comienzo y final en la misma persona: cada uno.

Así, palabras que antes clarificaban el acercamiento entre el tu y el yo se han prostituido al primer postor que apareció:
- Amor, ya sólo es sexo de aquí te pillo aquí te mato o como mucho dos amores: el que guardo por si un día aparece alguien y el que gasto cada finde;
- Palabra, que antes nos llenaban de seguridad porque no era lo mismo lo que te decía un mero conocido que un amigo de verdad: sus palabras las guardabas como en un pañuelo el recuerdo del ser querido, las grababas en el corazón y a lo mejor al cabo de los años se las tenías que recordar: “¿te acuerdas de cuando me dijiste…?”, Palabras que nos llenaban de consuelo cuando tu ser familiar más querido simplemente te decía una cosina, cuando la persona a la que amabas te decía te quiero… Hoy las palabras vuelan: ¡vale más una imagen que mil palabras! Las palabras se multiplican en mensajes de móvil, de whatsApp, en publicidad, anuncias, televisiones, radios: palabras + palabras + palabras ¿Y dicen algo? Mayoritariamente nada, sólo nos sirven para tapar el vacío –el silencio- que poco a poco hemos ido creando en nuestra vida.
- Relación, que llenaba el corazón de esperanza e ilusión, de complicidad. No valían todos para una relación. Hoy relación es ya cualquier cosa que puedes buscar por internet para no pasar la noche aburrido…
- Corazón, lo más sagrado, lo que te podían romper o conquistar, donde guardabas lo más importante de tu vida. Hoy cuántos andan con él en la mano ofreciéndolo como mercancía, nos hemos perdido de tanto filosofar sobre el amar y nos conformamos con tirar, nos hemos olvidado de ser felices y nos basta con satisfacer impulsos…

¿Y por qué? Sencillo. De repente nos hemos dado cuenta de que el mundo estaba en nuestra mano: progresamos tanto en tan poco tiempo que por un momento creímos que éramos Dios, que esa etapa de la humanidad de creer en “algo superior” estaba pasada. Ya no hacía falta religarse a un Dios: ¡Dios somos nosotros! Y entonces nuestro mundo cambió: nos creímos dueños de todas las palabras, de todas las respuestas, de todas las razones, de todos los criterios… Y al cabo de los años nos hemos encontrado que nos hemos quedado sin respuestas y sin razones. La vida nos enseñó que no es tan fácil como parece y que es imposible manejar todas las situaciones, y que ante determinadas situaciones no supimos responder, nos quedamos sin palabras, nos quedamos impotentes, encogidos de hombros: “y ahora ¿qué?”

Y con esto no quiero decir que ese Dios sea simplemente las respuestas que no tenemos a determinadas preguntas y así podamos estar más “tranquilinos”. No. Ahora Dios no me interesa. Sólo me interesa ser nosotros mismos: “Yo mismo”.Ese es el reto de nuestra sociedad. La autenticidad de nuestro ser personal. Y esto es lo más difícil. Lo fácil es llenarse de palabras, prisas, jaleos para no escucharnos a nosotros mismos. Pero esa es la aventura: descubrir en nosotros la “nostalgia del tú”. Pararse frente a los que forman parte de nuestra vida, de aquellos que queremos sean importantes. Descubrir cómo ellos me hacen ser lo que soy, feliz, valorado, querido, o simplemente “yo”. Y cómo mi vida puede hacerles a ellos lo mismo.

Ser y tener. Tengo mis manos, mi corazón, mi vida, mis palabras. Y eso lo entrego, no son mi yo: mi yo auténtico es la relación. Te entrego mis manos, te regalo mi vida, te ayudo con mis palabras. Me doy en la relación, construyo dándome, regalándome. ¡Quiero que mi ser sea tuyo!

El reto de la sociedad del S. XXI es descubrir realmente qué es el hombre, y hacia dónde caminamos, cuál es nuestra meta, el final de nuestra Historia. Frente a una sociedad infeliz consigo mismo porque nunca llegará a las pequeñas metas: nunca seremos tan felices como creemos, nunca tendremos tanto dinero como deseamos…

¿Cuáles son tus metas? ¿Cuál es tu yo? ¿Quiénes son los “tú” en tu vida? ¿A cuántos dejar formar parte de ella? ¿De cuántos usas y abusas? ¿Cómo son tus relaciones, amores, palabras?