"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


domingo, 25 de octubre de 2015

Contagiar con la mirada


      
Juicios rápidos, palabras mal entendidas, gestos desafortunados. Somos seres "sentientes": nos afectan las cosas, nos duelen o alegran las personas, sus vidas no nos son indiferentes. Sabemos sonreir con el que rie ¡la risa es contagiosa! Y nuestra cara todo lo dice cuando lo que toca es llorar con el que gime. Un corazón enamorado o malhumorado; tener un buen día o un humor de perros; miradas que enamoran o miradas que matan... Se nos nota demasiado.

Nada más sincero que un corazón humano; por ende, nada más cruel. Nos equivocamos, nos fiamos demasiado de nosotros mismos sin contar con la ayuda de otros. Nuestros ojos se convierten en el único método fiable de juicio: nos creemos demasiado importantes. Estamos firmemente convencidos de que no nos equivocamos nunca ¡somos perfectos!

Por una corazonada lo dejamos todo y nos entregamos a otra persona o cambiamos de rumbo o conquistamos un futuro diferente al que el destino nos había asignado. Por una corazonada, convertida en cabezonería, deshacemos proyectos, amistades o simplemente vamos buscando por la vida a quien culpabilizar de la mala suerte que hemos tenido: los demás, Dios, los políticos...

Y así, podemos pasar la vida dejando víctimas: sometiendo a juicio sumarísimo a aquellos que es mejor no se enteren de lo que decimos de ellos, sonriendo falsamente en cada postrero encuentro. La falsedad o hipocresía se han convertido en amable peaje de la autopista de la vida que pagamos sin rechistar.

¿Merece la pena semejante hipoteca? Dejarse ayudar para poder mirar la vida con otros ojos, que ensanchen la mirada, que dilaten el corazón. Una mirada en plural que contagie lo bueno de la vida. Que disfrute de cada momento, de cada situación, de todas las personas. Mirar con optimismo,incluso aquello que nos entristece y afea tantas situaciones y proyectos. Saber que la vida no acaba ahí, en mi mirada. Compartiendo la vida, las miradas -los matices- se multiplican. Y así sabré llegar más lejos, los puertos donde atracar la barca de mi vida ante la inesperada tormenta serán los más insospechados, los que no siquiera me habría podido imaginar.

Saber mirar con los ojos de otros: ensanchar la mirada, dilatar el corazón ¡contagiar vida y esperanza! Que nuestro nombre no termine en nosotros, sino que continue pronunciado en los labios de otros... 
¡Eso es vida! ¡Eso es tener futuro! ¿Quien no aspira a vivir así?