"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


lunes, 9 de abril de 2018

Seamos sinceros: no nos necesitamos


Quizá, a estas alturas de la vida, hemos sentido en nuestras propias carnes lo difícil de conseguir sueños e ilusiones, despellejarse arrancando el futuro a un dios destino caprichoso y sordo a tantas súplicas. No. La vida no es lotería: es aprovechar el instante, ese momento fugaz que nunca volverá, que eternamente quedará arrancado del calendario de nuestra historia. Pasado el momento, personas, hechos, acontecimientos, situaciones, encuentros o encontronazos se acumulan en nuestro cementerio de recuerdos, de experiencias: por más que lo intentemos no revivirán ni resucitarán. Esa palabra o gesto o abrazo, la frialdad de una respuesta o encuentro incómodo, un beso sin gracia o con pasión, una caricia o un desprecio, una respuesta de apatía ante las circunstancias quedarán para siempre inertes, clavados -para lo bueno o lo malo- en nuestro corazón.

Ser persona: capaz de ofrecerte todo o nada. Sin esperar más que aquello que sorprenda a otra. Abandonar cálculos, metas o proyectos. Sorprender o dejarse sorprender. De tal forma que la pintada de Cuenca que acompaña la entrada se haga realidad. No quiero a nadie que me necesite, alguien al que le venga bien, no quiero ser la pieza del puzzle de nadie: quiero ser yo. Y que esa persona, esas otras personas, se sorprendan conmigo, me dejen sorprenderme por ellas. No vengo a llenar vacíos, no quiero remediar heridas. No tengo nada que pueda necesitar nadie: sólo soy luchas, esfuerzos, madrugones, alegrías, fracasos, decepciones, éxitos, intimidad o superficialidad… Sólo puedo -podemos- ofrecer eso. Lo demás, abrirá la puerta de las decepciones: hoy para mí eres lo que necesito ¿y mañana? ¿y cuándo no lo necesite? Querer a alguien  por que le necesito en algún momento de mi vida ¿no puede encerrar un poco de egoísmo? Y si no le necesitara ¿estaría presente en mi vida?

La sorpresa, ese diálogo que sólo un tú y yo pueden emprender. Un diálogo capaz de llenarse de palabras o miradas o proyectos o ilusiones o simple rutina, pero con ese condimento que llena de chispa y posibilidad cada situación. Una historia que apasiona y sueña con un mañana, que enamora o emboba. Ese sentir que ansiaba volver a tenerte cerca de mi o quejarse ante una vida que te ha tenido hasta ahora escondido: descubrir que no me necesitabas, que no soy la compra de un escaparate que te ha gustado, que soy algo -¡alguien!- que te ha sorprendido. El que sorprende, emociona, es insustituible. El que sólo cubre un vacío o satisface una necesidad, podrá sentirse relegado en cualquier momento: es una hipoteca, que pagada, perece. 

Sorpresa, vida, ilusión, empeño, complicidad: no te necesito. Pero no entiendo mi vida si no estás tu. ¿O no?