"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


lunes, 27 de abril de 2015

Amar en tiempos revueltos

                   
"El amor exige un poco de porvenir y para nosotros no había ya más que instantes", sentencia A. Camus en La Peste. Y es que una cosa es acompañar y otra hacerse presente de vez en cuando. Sabes quién busca lo mejor para ti cuando has sentido su compañía cada día, aunque no fuera físicamente. 

Es la diferencia entre gustar y amar. Nuestra sociedad se mueve en parámetros de gusto: hay que gustar, caer bien, llamar la atención para triunfar. Una sonrisa guapa en un cuerpo escultural abre la puerta, porque gusta, atrae. Otra cosa es lo que contenga en su interior. Pero el escaparate logró su objetivo: vender el producto, aunque después quede olvidado en el fondo del armario. Nada asusta más como envejecer: saber que la fecha de caducidad ha empezado su inevitable cuentra atrás. "El tiempo va cambiando y tu con él caminando".

Nos puede gustar la música, pero el cd sonará invariablemente aunque estemos pasando la fregona, planchando, conduciendo o hablando por teléfono. Pero amar no. Requiere un tú y un yo. Diálogo. Tiempo. Exclusividad. Amar, que no es simplemente respecto a una persona: amamos la vida, los momentos, las personas, a nosotros mismos, nuestros proyectos. 

Lo fácil es gustar, ya que no compromete. Por eso nos gustan determinados programas de televisión, aplicaciones del movil, aventuras, deportes o personas. Pero no las amamos. Podemos apegar demasiado el corazón, nos molestará cuando el corte inesperado de luz o de conexión de internet nos dejen frente a nosotros mismos y una soledad que nos aterra. Pero enseguida regresa esa normalidad que tanto nos gusta. Porque nos entretiene, acalla la conciencia, rellena de cierto entretenimiento nuestros momentos y evita preguntarnos si realmente merecerá la pena todo lo que hacemos. Y lo mejor: no tenemos que cambiar, no es necesario modificar aquellos elementos de nuestra conducta que puedan molestar a otros. 

¿El peligro? Que los gustos cambian. Y lo que te parecía genial, pasado mañana está ya pasado de moda y en el desván. Lo que gusta, cansa. Al final, aburre. Y así el que sólo te gustaba acaba eliminado de los contactos y los compromisos rotos y encrespados. Nada más pasajero que las modas, los gustos de cada época.

Otra cosa es amar. Cuando comes un plato de huevos con chorizo (ese producto tan repelido por musulmanes y judios, pero que con tanto deleite consumen cristianos y ateos) te das cuenta de esta misma realidad: la gallina simplemente ha colaborado poniendo el huevo. Pero el cerdo ha tenido que dar la vida para sacar el chorizo. No les ha supuesto lo mismo para que acabes comiendo parte de ellos. El que ama no se queda en colaborar: se entrega. Y por eso puedes "examinarle" y también pueden examinarte a ti. Si te gusta, ese momento ha servido como válvula de escape, gusto, satisfacción, ha ocupado tan sólo un instante de tu vida: ni pedías ni querías más. Si amas, te sirve como realización, necesita porvenir, futuro, proyecto. 

Amar la vida: ilusión, coraje, valentía, esperanza: cada despertar se convierte en un nuevo motivo para sacar adelante proyectos. La vida no es una losa, sino un trampolín.

Amar el mundo: compartir, contagiar, animar, apoyar, ilusionar.

Amar la verdad: buscar un fundamento, apoyar tus pies en aquello sabes y experimentas que te impulsa y sostiene. 

Amarte: saber que la vida no son instantes, es porvenir. Ese amor puedes o no entregarlo a otra persona o idea o proyecto o realización personal: pero debe ser continuado, con empeño. Cuando no hay tiempo, no hay amor, solo gusto. Y entonces tienes que pararte a pensar si lo tuyo es simplemente que gustes o que te quieran. Si tu medida es que les guste un escaparate o que amen a una persona. 

Amar en tiempos revueltos: cuando todo el mundo confunde amar con gustar, simplificando la vida, pero queriendo vivir más de sentimentalismos baratos que emocionan con lacrimógenas películas pero insensibilizan ante más de 1.500 fallecidos por un terremoto o cientos de familias desahuciadas por un criminal sistema económico.

Por eso cada día, ante cada aventura, cada persona, la pregunta es siempre la misma: ¿instante o porvenir? La solución, depende de la respuesta.

lunes, 13 de abril de 2015

Espérame en tus sueños...

     

"Esperame en tus sueños. Espera allí a tu hijo, madre mía".
Culminaba así Dámaso Alonso su poema la madre, en "Hijos de la Ira".

Espérame en tus sueños... Los sueños. Quizá aquellos espacios en los que somos realmente felices. En los que siempre conseguimos aquello que queremos. Hemos soñado en el tren, o en clase mirando el patio, o embobados y ensimismados, ausentes de la realidad que nos rodeaba. Soñar nos ha mantenido despiertos, nos mantiene vivos. Cada amanecer ya tiene señalada su meta, su reto, su empeño: hacer realidad nuestros sueños. Esa es la luz que ilumina nuestros pasos: tenemos claras nuestras metas, no vivimos al día, apostamos por cada momento, circunstancia y persona. Sabemos lo que queremos, no militamos en el equipo de los resignados o de los pesimistas.

El que carece de sueños, malvive. Son los sueños -nuestros sueños- los que sacan cada día los pies de la cama, los que hacen que tatareemos canciones cuya letra inexplicablemente sabemos de memoria, los que convierten atardeceres en decorado de película. De la película irrepetible de mi vida.

Cada persona, cada proyecto, cada momento... Sólo nos despierta del sueño la horrible pesadilla. Trastoca drásticamente la realidad soñada, nos deja con ojos saltones, taquicárdicos, con mal cuerpo. El suelo acabó fracasado, nos dejó desvelados.

Soñar, ilusiona. Soñar, tiñe de color esperanza el horizonte. Pero soñar también nos sitúa ante la realidad. No todos los sueños se pueden cumplir.

Por eso, a veces sólo se puede ser feliz en ese sueño, sólo en ese momento podremos alcanzar la luna, o ganar la medalla o conquistar almas... Sólo en los sueños. Pero no es un mundo de fantasía, o de alienaciones, o el refugio para perdedores compulsivos que sólo saben ganar en la vida asistidos por la almohada. ¡No! Son los sueños los que nos hacen vivir. Pero no podemos vivir sólo de sueños...

Tocará algún día decir a una persona, o convocar un proyecto, o aunar espectativas y decirles: "Espérame en tus sueños. Te espero en mis sueños..." La felicidad que aquí no puede ser, la paz que no se puede lograr, el bienestar que ansiamos... llegará con la noche, en el momento último del día, cuando al cerrar nuestros ojos nos encontremos con aquello y aquellos que queremos... ¿no merece, pues, la pena soñar?

Así lo expresó un poeta de internet:

ESPÉRAME EN TUS SUEÑOS


Espérame en tus sueños
cada día,
cada noche 
en el insomnio
que transformas en poesía.

En adelante es nuestra cita.

Márcala en el calendario
de tus noches reflexivas
de vigilias calurosas
bañadas de besos,
como ardientes sudores
que recorren tu cuerpo.

Balancea tu alma
en una hamaca,
mientras la realidad 
se desvanece gradualmente.

Lentamente
desnúdate del miedo,
nutre tus sueños de deseos,
de sueños tus deseos,
de cuerpos etéreos,
de caricias quemantes
en la cita que nos dio el tiempo.

Cambia dolor por pasión,
pierde el aliento
mientras guardas
el pañuelo del adiós.

jueves, 9 de abril de 2015

Pisadas en arena, mirada en el horizonte

      


Situaciones, personas, circunstancias. La misma vida está construída por esas pequeñas losas que van fomando el camino de nuestro propio existir. Losas que nos hablan de pisadas de éxitos y fracasos; penas y glorias... aunque, no lo podemos negar, la mayoría sean de simple normalidad, de ir tirando...

Losas en las que has podido patinar, embarrarte, disfrutar. Losas en las que has sentido la pisada amiga de quien no te quiso dejar solo. Losas en las que sufriste la soledad de aquellos pasos que deberían haber estado y prefirieron andar a lo suyo.

La vida misma. Pero tu vida. Donde te das cuenta de que mereció la pena cada paso, aunque no llevara al final deseado. Lugares, personas, momentos que forman ya parte de un pasado pero que necesita un futuro... No simples recuerdos, sino experiencias de las cuales aprender, corregir, perdonar, sentirse perdonado. Construir y avanzar. Seguir enlosando ese camino de la vida, sin quedarse mirando para atrás renegando de unas losas que te hicieron perder la orientación o de aquellas en las que fuiste feliz. La vida continua. Quedarse parado sería la peor solución.

Por eso, el camino es nuestra vida: levantarse, construir, equivocarse, desmoronarse, levantarse... Cada paso habrá merecido la pena, será ya parte de tu propia vida, de tu yo. Tú mismo. Donde podrás reconocerte y donde te reconocerán.

"Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar."