"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


lunes, 13 de abril de 2015

Espérame en tus sueños...

     

"Esperame en tus sueños. Espera allí a tu hijo, madre mía".
Culminaba así Dámaso Alonso su poema la madre, en "Hijos de la Ira".

Espérame en tus sueños... Los sueños. Quizá aquellos espacios en los que somos realmente felices. En los que siempre conseguimos aquello que queremos. Hemos soñado en el tren, o en clase mirando el patio, o embobados y ensimismados, ausentes de la realidad que nos rodeaba. Soñar nos ha mantenido despiertos, nos mantiene vivos. Cada amanecer ya tiene señalada su meta, su reto, su empeño: hacer realidad nuestros sueños. Esa es la luz que ilumina nuestros pasos: tenemos claras nuestras metas, no vivimos al día, apostamos por cada momento, circunstancia y persona. Sabemos lo que queremos, no militamos en el equipo de los resignados o de los pesimistas.

El que carece de sueños, malvive. Son los sueños -nuestros sueños- los que sacan cada día los pies de la cama, los que hacen que tatareemos canciones cuya letra inexplicablemente sabemos de memoria, los que convierten atardeceres en decorado de película. De la película irrepetible de mi vida.

Cada persona, cada proyecto, cada momento... Sólo nos despierta del sueño la horrible pesadilla. Trastoca drásticamente la realidad soñada, nos deja con ojos saltones, taquicárdicos, con mal cuerpo. El suelo acabó fracasado, nos dejó desvelados.

Soñar, ilusiona. Soñar, tiñe de color esperanza el horizonte. Pero soñar también nos sitúa ante la realidad. No todos los sueños se pueden cumplir.

Por eso, a veces sólo se puede ser feliz en ese sueño, sólo en ese momento podremos alcanzar la luna, o ganar la medalla o conquistar almas... Sólo en los sueños. Pero no es un mundo de fantasía, o de alienaciones, o el refugio para perdedores compulsivos que sólo saben ganar en la vida asistidos por la almohada. ¡No! Son los sueños los que nos hacen vivir. Pero no podemos vivir sólo de sueños...

Tocará algún día decir a una persona, o convocar un proyecto, o aunar espectativas y decirles: "Espérame en tus sueños. Te espero en mis sueños..." La felicidad que aquí no puede ser, la paz que no se puede lograr, el bienestar que ansiamos... llegará con la noche, en el momento último del día, cuando al cerrar nuestros ojos nos encontremos con aquello y aquellos que queremos... ¿no merece, pues, la pena soñar?

Así lo expresó un poeta de internet:

ESPÉRAME EN TUS SUEÑOS


Espérame en tus sueños
cada día,
cada noche 
en el insomnio
que transformas en poesía.

En adelante es nuestra cita.

Márcala en el calendario
de tus noches reflexivas
de vigilias calurosas
bañadas de besos,
como ardientes sudores
que recorren tu cuerpo.

Balancea tu alma
en una hamaca,
mientras la realidad 
se desvanece gradualmente.

Lentamente
desnúdate del miedo,
nutre tus sueños de deseos,
de sueños tus deseos,
de cuerpos etéreos,
de caricias quemantes
en la cita que nos dio el tiempo.

Cambia dolor por pasión,
pierde el aliento
mientras guardas
el pañuelo del adiós.

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