"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


domingo, 27 de enero de 2013

¿Tenemos derecho a cambiar?


Todos aspiramos a segundas oportunidades. Nos acostumbramos, incluso, a ellas. Esperamos como agua de mayo las segundas rebajas con ansia de encontrar el chollo de la temporada. Metemos la pata, soltamos la lengua un poco más de lo necesario, se nos calientan las palabras contra alguien... Y aparecemos al día siguiente en escena como si nada hubiese pasado, como si el borrón y cuenta nueva fueran necesarios compañeros de aquellos que tienen que padecer arrebatos, calentones, cambios de humor que suceden en nuestra vida tan de vez en cuanto (o no tanto).
Somos hijos del "pensamiento débil", por el que nos cuesta decidirnos a una sola carta de la baraja. Preferimos seguir barajando esa misma oportunidad cada día, esperamos el sol que más calienta para ponernos bien morenitos de lo que está de moda. O simplemente de lo que tengo ganas cada mañana. Y así tenemos ese humor: cambiante, al calor del sol o de la nube que lo oculta. Aunque sepamos que tras ella el sol espera su turno, preferimos quejarnos, lamentarnos, acusarla de la sombra que nos impide "ser nosotros mismos" (¡qué paradoja!, resulta que "somos nosotros" depende del sol que luzca).
Lo que ayer era mi vida, hoy se ha quedado como una "etapa más de mi caminar", aquel sueño que bajo la luna se prometía eterno se quedó en un mala pesadilla de la que quisimos salir cuanto antes. Aquello que era mi vida, es hoy simplemente un vago recuerdo, incluso -cuántas veces- demasiado incómodo o comprometedor.
Pero todo depende, claro, de quién sea el que cambie: ¡yo tengo todos los derechos, los demás ninguno! Qué fácil es señalar a aquellos que militando bajo una bandera hoy se han cambiado de colores, aquellos -entiéndaseme bien- que prefirieron cambiar de acera para no verse inundados de la hipocresía de los que creyéndose en el lado de la "Verdad" miraban a los de la "mentira" por encima del hombro.
No. Nosotros tenemos el derecho de hacer de nuestra vida una esperpéntica opereta de cuantos actos nos apetezca, pero los demás sólo tienen el derecho de que yo hable de ellos -no precisamente bien- cuando han optado por interpretar, en la película de su vida, el papel en el que se consideran más a gusto.
Somos jueces fáciles de lo que los demás hacen mientras la inocencia es el veredicto que, sin buscar demasiadas excusas, encontramos para nuestros actos y opiniones. Siempre tenemos respecto a los cambios de los demás un "algo querrá", un "ya, pero" o el veredicto más cruel... "bueno..." Y así nos va...
Hagamos de cada momento el día de las segundas oportunidades. No nos quedemos tan a gusto despachando a otros, mientras sentados en el trono de la autosuficiencia repartimos justicia a diestro y siniestro, sin darnos cuenta de que cada vez nos estamos quedando más solos.
No veas en el otro una barrera, sino una oportunidad. No uses del otro como un instrumento, sino como una parte esencial de ti. No busques al otro sólo cuando lo necesites, hazle caer en la cuenta de que siempre está junto a ti. No veas al otro como una barrera, sino como un camino fácil. Descubre en cada persona una oportunidad de cambiar: de hacer el él -y no lo tuyo- la parte más importante de tu vida. De ti depende, cada día, cada momento, cada oportunidad. No hay que esperar por las situaciones especiales: todos los días son una oportunidad que no hay que desperdiciar... De ti depende...