"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


domingo, 22 de diciembre de 2013

Blanca Navidad

                                      
Todo tiene un "por qué" y un "para qué". Es la eterna e insistente pregunta de los niños pequeños, que a todo quieren encontrarle explicación. Sentados en torno a un árbol decorado o un pesebre con humildes pastores, o contemplando la misma mesa repleta de sillas esperando llenarse... ¿Navidad? Y todo -como la vida misma- depende de la repuesta.

Podemos pasar la vida sin necesitar respuestas, con nuestro ombligo como única meta: mi felicidad, mis cosas, mi vida, mi navidad. Indolentes, ausentes de la misma realidad que preferimos obviar para no complicarnos demasiado. Felices en nuestra burbuja, en nuestro mundo paralelo. Ajenos a los sufrimientos, clamores y metas de los demás. Con una cena cumplimos con  ¿navidad?

Otra manera es salir a la conquista de metas puntuales. Y muy claras. ¿Necesitas dinero? Préstamo inmediato. ¿Necesitas llenar la despensa? Compra mensual en gran superficie: todo en un carro. ¿Buscas compensaciones? Fin de semana con amigos. ¿Requieres "cariño"? Hasta eso se puede comprar por horas... Es como el oso que sale en el verano dispuesto a ingerir la suficiente grasa para aguantar otro invierno más. Poco lo preocupa si ha cambiado algo la realidad que le rodea, sólo le mueve llenar la panza, colmar sus satisfacciones. Sentirse bien. ¿Los demás? Allá cada uno.

Pero podemos de verdad aprovechar la oportunidad. Navidad. Miles de sentimientos, vivencias, recuerdos, proyectos, esperanzas. Muchas personas de las cuales podemos o ignorarlas o aprovecharnos o hacerles formar parte de nuestra vida. Una Navidad blanca, ciertamente: por el papel en blanco: vacío de nombres y proyectos, porque lo único que nos importa somos nosotros mismos. O blanca por esa nieve que todo lo sepulta y camufla, esperando el deshielo para sacar beneficio. Blanca de felicidad, de alegría: porque tengo mucho que celebrar. Con pocos o con muchos. Pero lo puedo compartir.

Con una persona, dos, tres... Personas que son proyectos, esperanzas, alegrías, consuelos, corazones, sueños, cambio, apoyo, estímulo, gozo, generosidad. Pero no en blanco de la noche sin dormir, derrumbado. Sino del horizonte repleto de esperanza. Saber que la Navidad me une aún más. Y cada día lo podrá ser si fomento la acogida, el respeto, la amabilidad, la dulzura, la comprensión.  
Navidad no como meta, sino como salida de la mejor competición: ser feliz haciendo felices a los demás.

domingo, 15 de diciembre de 2013

No se puede servir a dos señores


       

El que espera, desepera refleja el sabio refrán castellano. Y la vida acaba demostrándolo.

Y es que no hay nada mejor que la realidad. Maestra que te hace comprender lo equivocado que a veces puedes estar. Te obcecas, te ciegas, te empeñas... pero al final es imposible, inviable. No merece la pena. Bueno, o si: pero lo que no merece la pena es un camino así.

¿Quién no ha sentido que la lucha prometía pero que el final era inviable? Luchar siempre estimula, empeñarse ensancha el alma. Pero no siempre lo que queremos es lo que podemos. ¡Cuántas veces nos hemos amargado -y hemos amargado- por un final que sabíamos nunca llegaría! Pero somos demasiado tozudos y tropezamos no dos sino infinitas veces en la misma piedra. Nos gusta sufrir innecesariamente. Pero el cansancio aprieta. Las deserciones abundan: prometiste lealtad y coraje, y acabaste en la quinta columna. Nos enardecemos, envalentonamos. Pero somos de horizontes cortos, le damos demasiadas vueltas a la peonza, que siempre gira en el mismo punto.

Hasta que nos paramos. Sacamos un papel en blanco y, en dos columnas, signamos lo bueno y lo malo de cada sueño o situación o proyecto. ¿Para qué liarnos en lo imposible?

La vida está hecha de lo inmediato. Nos mueve, es verdad, un fin o una meta que configura nuestro actuar. Pero una sola. Los corazones partidos nunca funcionaron. Entregarse a dos señores no es servir, es engañarse. Puedes engatusar un rato, un tiempo. Pero nada hay oculto que no llegue a descubrirse.

Saber romper, ceder, resignarse. Hay que atreverse a quemar las velas. Y no es por soberbia, ni pereza, ni desgana. A veces, incluso, es por cariño. No se puede tampoco engañar a los demás. Si te comprometes, cumple. Si haces esperar, llega. Si dices que acompañarás, camina al lado. Pero si no eres capaz ¿merece la pena engañarse y engañar? Que te quieran por lo que eres, no por lo que prometes. El final, si no cumples, es la decepción. Y es una pena que te recuerden de esa manera.

¿Por qué cansarse así? Ofrece lo que eres, lucha por lo que puedes, conquista cada momento. Pero no esperes conquistar una capital antes de haber cruzado las fronteras de ese reino.

Y punto final. A veces ese es el mejor camino. O quizá, punto y seguido. Algún día si podrá ser. Otra ocasión será más propicia. Un baúl, no de recuerdos, pero si de proyectos. Saber esperar, querer cumplir. Ser realista. Y no cansar.

"El alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa" dice san Juan de la Cruz. Por eso, examínate de amor. Si estás cansado, si te han cansado, quiere decir que algo ha faltado. Precisamente en lo que justo necesitas: amar y sentirse amado. ¡¿Y quién mejor que Aquel que lo ha entregado todo por ti?! ¡¿Y quién mejor que Aquel que ha renunciado a lo suyo para ser sólo tuyo?!

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Mentir

                                        

Quizá en la vida lo hemos tenido que hacer alguna vez. Cambiar la verdad, negarla o pasar por indiferente. Por venganza o por miedo o por cariño o por pereza.

¿Y después? La soberbia satisfacción de creerme con la mía, con la victoria. O la amarga sequedad de boca del que prefería haberla tenido cerrada. Pero la sentencia fue pronunciada. O pides perdón o sigues adelante. No hay marcha atrás. La vida no da segundas oportunidades.

O mentir para causar pena o lástima, o admiración, o tan solo que te dejen en paz. Usamos la palabra según nuestras necesidades. Y como sabemos que la palabra o duele o sana, también la usamos para nuestro beneficio. Un "te quiero" puede ser -a pesar de encerrar una verdad vital- mentira; un "estoy contigo" esconde el propósito de dejarte olvidado; el abrazo del que fuertemente se reafirma "amigo" es el beso de Judas traidor; la sonrisa cínica del que prostituye un "si"  buscando la espalda con el puñal. Meros compromisos, convencionalismos, cumplimientos.

También mentir para querer ¿cómo? Excusando defectos, mintiendo sobre la gravedad, no dándole importancia (o por lo menos manifestándola) a la ofensa. Mentir para no inquietar, no perturbar, no cansar. Mentir para querer más, para no sufrir, para que no me dejen abandonado. Un mentir que cuesta, claro... Porque cuesta perdonar, ceder. Pero eso es amar.

¿Conocemos demasiadas mentiras de los otros, sobre los otros? ¿Nos hemos construído un mundo de mentiras que se caen al primer despiste?

¿Son todos los mentirosos iguales? Porque la mentira siempre oculta la verdad ¿tan bueno es ocultarla? ¿No tenemos derecho a conocerla? Dicen que a veces es mejor no saber... Pero ¿estamos condenados a una eterna mentira? ¿O estamos sentenciados a nos ser nunca nosotros mismos?

miércoles, 27 de noviembre de 2013

El diario de la felicidad

         

Así titulaba el rumano Nicolae Steinhatdt su diario personal, el relato de la búsqueda del sentido de su propia existencia. Sometido a tortura, hambre y aislamiento al ser condenado a 12 años de prisión por pertenecer a un grupo literario, su propio proceso vital puede ser el cada uno de nosotros.

Cada uno tenemos también nuestras torturas y aislamientos. Nos imaginamos las cosas -siempre peor de lo que son en realidad-, nos encerramos en nuestros miedos, temblamos al siquiera imaginar que tendríamos que dar un primer paso. Quizá alguno no entienda ese comienzo de camino. 

La duda es compañera inquietante: su amiga inseparable, el miedo o el remordimiento. Tenemos miedo a ese primer paso, palabra, comentario. Nos muerde el remordimiento ante el primer fracaso, ante el centésimo error.

Pero si uno sabe lo que quiere y experimenta que eso es justamente lo bueno ¿porqué no seguir adelante? Luchar, sobrevivir, resistir, anhelar... y poseer. Día a día se construye esa felicidad. No es una meta lejana que nos tocará disfrutr en la edad dorada. Cada día es el mejor momento. Incluso hasta en las mismas cárceles que nosotros mismos hemos construídos o en la que otros nos han encerrado. No dependemos de los vaivenes de otros. Sólo dependes de ti.

Seriedad, buena fe, empeño, buen humor, uno mismo.
La seriedad de no andar "cambiando de chaqueta" cada día ¿sabes cómo y con quién puedes ser feliz? ¿has experimentado que cuando eres feliz, transmites esa alegría, dejando un rastro de bondad? Pues seriedad, lo sabes: por tanto, quiérelo con cada persona, momento, ciscunstancia, comentario, obra. Buen humor: quieres ser feliz, siembra primero alegría. La felicidad no es comida por encargo que trae el motorista a cambio de una monedas. Hay que salir a por ella.

Buena fe. Busca lo bueno. Construye. Une. Ama. Es verdad que a veces nos hacen daño, nos hieren, molestan... ¡¿Y?! ¿Quién es el importante en tu vida? ¿Tú o ellos? Lucha por ti, por lo tuyo, por los tuyos. Te darás cuenta enseguida que tu vida es un "nosotros". No luchar por intereses, por insanas compensaciones. No se trata de conseguir cosas, de confort, de vivir bien o compensando caprichos. Saber que lo bueno para mi, también debe serlo para los demás.     

Empeño. La vida duele, hiere, cansa... Todos los días son asaltados por la monotonía, la rutina. Debemos poner alegría, ilusión en cada persona o acontecimiento. Sólo el que entrena no es que tenga alguna posibilidad de llegar a la meta, sino que será el que pueda enfrentarse a esa prueba deportiv con dignidad. Pero es cuestión del día a día, de esfuerzo, de callar y aguantar, de reír y ayudar, de empeñarse. No dejarse llevar por la incertidumbre, sino saber que tienes que esforzarte por luchar.

Uno mismo. Saber que tienes por quien luchar. Cuando luchas en abstracto nunca consigues nada. Necesitas pequeñas metas para saber que lo estás logrando. Por eso es diario. Necesitas concretar: yo, tú, el, ella, nosotros, vosotros, ellos... Alguien tiene que ser, por alguien tienes que luchar. ¿El infierno son los demás? No. Si tú quieres, si te esfuerzas, pueden ser -contigo incluido- un auténtico paraíso.




lunes, 11 de noviembre de 2013

Ser, estar... y demostrarlo

       

"¡No te preocupes, cuenta conmigo!" Cuántas veces y de cuántas personas hemos podido comprobar que ésta es la frase que se queda en el tintero. Aunque, siendo realistas, otros lo habrán podido pensar de nosotros.

Se nos va la fuerza por la boca, dicen. Puede más el ojo que el vientre, también. La vida, con su dura realidad se nos impone, a pesar de que nuestros cálculos quisieran fueran por otro derrotero. Pero te olvidas, te despistas, pasas, estás apurado, no tienes ganas, lo dejas para después...

Pero siempre el segundo es el "tu", lo primero siempre el "yo". Por eso deberíamos preguntarnos alguna vez si no soy demasiado protagonista de mi vida, si los demás no son demasiado subalternos, sólo cuando creo puedan tener en papel en mi película que me pueda interesar o convenir.

yo+yo+yo+yo... acaba siempre en lo mismo. En la soledad.
tu+tu+tu+tu... acaba siempre igual: en el infinito, en lo plural, en lo compartido.

Es verdad que nos gustan los juicios, y los comentarios y las valoraciones y las tardes alrededor de una mesa cortando trajes... ¿Pero nos han servido de algo que no haya sido un mero desahogo? Para nada más, la vida continuó. 

Quizá sea hora de revisar listas de contactos, teléfonos, emails, amigos... Y que se den cuenta de que en esta historia -en la mía- el protagonista no soy yo, sino ellos. 

lunes, 4 de noviembre de 2013

"No", a veces la palabra más sabia...


"Como se arranca el hierro de una herida
su amor de las entrañas me arrranqué,
¡aunque sentí al hacerlo que la vida
me arrancaba con él!

Del altar que le alcé en el alma mía
la voluntad su imagen arrojó,
y la luz de la fe que en ella ardía
ante el ara desierta se apagó.

Aun para combatir mi firme empeño
viene a mi mente su visión tenaz...
¡Cuándo podré domir con ese sueño
en que acaba el soñar!"
(Rima XLVIII,  G. A. Bécquer).

Aprender a decir que "no". Somos seres caprichosos, de lo inmediato. Vemos algo por la tele que nos apetece o creemos necesitar y enseguida lo queremos. No nos vale mañana, sino aquí y ahora.
Pero son cosas o situaciones de las cuales enseguida cansamos. Una simple mirada a nuestros desvanes, trasteros o fondos de armario para darnos cuenta de cuántas cosas habíamos necesitado y qué poco lo hemos usado o aprovechado.

Otra cosa son las personas. Pero aquí usamos el mismo criterio que para los productos de anuncio, somos demasiado caprichosos, y así nos va. A veces, hay que saber decir que no, a veces lo más inteligente es despegar, separar caminos... No siempre lo que queremos es lo que podemos. No siempre lo que me gustaría se corresponde con el deber.

Pero la culpa no es de los demás, claro. Sino nuestra. El egoísmo, la pereza, los caprichos hacen que veamos las cosas, personas, encargos y circunstancias en "posesivo", como lo "mío"... Tenemos primero que aprender que no es simplemente lo que yo pueda hacer, aportar o construir. También la otra parte puede tener algo que decir. Por eso, a veces hay que aprender a decir que "no".

¿Para qué sufrir innecesariamente? ¿Para qué lastimar o dejarse lastimar? La actitud valiente es la de saber parar a tiempo. Trabajos, encargos, personas, situaciones, actitudes, enfados... Parece no nos gusta poner la tirita sino seguir hurgando en la herida. Lo valiente es cortar, es empezar a conjugar los verbos en pasado. Y creerte que ese futuro que deseas empieza ya en este mismo presente. Aunque sea sin esa circunstancia, sin ese encargo, sin esa persona. 


jueves, 24 de octubre de 2013

tus éxitos son mi futuro...


                              

"Seré tuya sin ti el día que los sueños
alejen de mi senda tu mente creadora,
el día que tu sed
no pueda limitarse al hueco de mis manos.

¡Seré tuya aún sin ti! Dejaré de merecerte
en la cuna encendida que tejieron mis besos.
Se borrará en tus labios la forma de los míos,
y el cielo de tu vida
tendrá un color distinto al de mi corazón.

Pero sabré ser tuya sin nublar tu camino
con la huella indecisa de mi andar solitario.
Me ceñiré a tu sombra, y anudada por ella,
te iré dando en silencio lo más puro de mí.

¡Con qué amarga dulzura repetiré, ya sola,
esos gestos antiguos que pulió tu mirada!
Me seguirás teniendo igual que me quisiste
y acunaré en secreto tu amor eternizado."

(de Ernestina de Champourcin)

No siempre la vida nos permite caminar junto a quienes nos sentimos a gusto. El trabajo, las ocupaciones, la distancia hace que aquello se espera (o a quien se espera o quien nos espera) nunca suceda, por lo menos inmediatamente. 

Pero esta lucha nos cansa demasiadas veces: el egoísmo, el vivir de caprichos o la impaciencia fruto del amor y del querer nos hacen pasar malas jugadas. La soledad es compañera infatigable, luchadora, empeñada en tallarse un hueco en la pétrea dureza de un corazón, el nuestro, que se resiste numantinamente a ella.

La distancia puede vivirse como tormenta. También como esperanza: el que ha  salido, regresará; la que ha ido a luchar, vencerá; quien ha salido al amanecer, regresará con la luna. La vida no es para mirarla por la ventana, esperando golpeen los cristales esas oscuras golondrinas que nunca existirán; sino para salir por la puerta y luchar en cada envite. Todo depende de la belleza con la que te quieras encontrar.

Y así, esa persona, o esa salud, o ese proyecto, o esa batalla, o esa decisión son nuestra sombra, nuestro sueño, nuestra victoria: y sus éxitos serán nuestros, y sus suspiros serán los nuestros, y los recuerdos de ambos el mejor presente, impetrando nuestro corazón sea un eterno futuro. El amor hace grande. El mejor regalo es, sin duda, saber esperar, hacer la espera menos larga. No inquietarse: la meta llegará. 

¡Cuántas patas metidas! ¡Cuánta espera innecesaria con la imaginación empeñada en demostrar lo que nunca había pasado! "Nada te turbe, nada te espante... la paciencia todo lo alcanza" enseñaba la mujer más universal de Ávila. Pero la paciencia es lección difícil de aprender, sus deberes inquietan. Pero su entrenamiento, fortalece. No es mera resignación, es una tarea cargada de sentido, de significado, de nombres. Y sólo por eso, merece la pena.

Ni siquiera la muerte es más fuerte. La esperanza grita que la última palabra no puede ser la de la separación o la ruptura. Debe haber algo más ¡tiene que existir! Pero esto implica la serenidad: ¿Cómo se quiere más, esperando o importunando? ¿Cómo se espera mejor, en silencio esperanzador o en griterío inoportuno de impaciencia? 

El amor requiere el silencio, la espera ansiando el encuentro, el futuro construyéndolo en el presente. ¿Dicen que la distancia es el olvido? Se equivocaron, la distancia es la esperanza de un nuevo encuentro...

sábado, 19 de octubre de 2013

Confiar: vida, futuro y empeño


No es fácil tener fe, incluso hasta puede parecer irracional. Es fácil creer que el ser humano es un salvaje, las guerras y las matanzas del siglo pasado no lo demuestran. Tampoco se hace difícil considerar que la persona es capaz de las mejores hazañas, así voluntarios, misioneros o cooperantes nos lo certifican.

Creer es algo más que asentir o un mero conocer ¿posibles? verdades. Requiere fidelidad, confianza, respeto, entrega. Creer es apostar, es decirle a otro que ya no sois dos o tres o cuatro, sino un nosotros. Sentirse necesitado, hacerse el encontradizo en las necesidades de los otros. Saber que lo que me falta, otros me lo aportan, incondicionalmente.

Asumimos que tiene que haber paz, que el bien debería ser la norma de nuestras acciones. Pero ponerte a creer en otra persona, eso es lo que cuesta. Es reconocer nuestra pobreza, la necesidad existencial de con-vivir. Incertidumbres, temores, esperanzas, sueños, proyectos en común. Creer se convierte en reto, en pasión. En certeza: importas y te importan...

Así lo recogía el pensador y tal cual lo transcribo. Espero sirva...

"Pretendes -eso intuyo- que crea en ti.
Es fácil cuando se queda en pedir,
pero se hace cuesta arriba cuando hay que concretar.
¿¡Amar sin saber qué piensas,
qué sientes, qué quieres, qué buscas!?
No sé qué fe o qué respuesta o qué cariño ansías,
ni siquiera sé qué puedes querer en mi
o qué puedo aportarte
o por qué te has parado en tu camino mendigando mi repuesta;
pero tampoco entiendo por qué necesito fiarme de ti.
Creo en mi cuando consigo la victoria
tras una lucha de horas o días o vidas.
Creo en mi cuando, en la cumbre, 
las humeantes chimeneas acusan
a los cobardes que han preferido perder.
Creo en mi porque me siento juez, parte, amante, 
pensante, 
Pero, ¿creer en ti? Necesito tus brazos,
y tus manos,
y tus palabras,
y tus silencios,
más aún tu mirada,
necesito tu presencia
necesito...
¡Te reclamo entero!
Esa, mi oración de angustia,
que nunca encuentra eco,
que jamás halla respuesta.
¿Se puede vivir así?
Quizá la angustia, la pesadumbre o la inquietud
sean compañeros inevitables de camino,
pero me niego a vivir perdiendo,
no pretendo ser uno más,
ansío ser yo. 
Quizá el problema no seas tu...
Igual lo tengo en mi.
Puede que necesite demasiado,
que pida demasiado,
que espere demasiado...
Pero no puedo luchar contra ello,
mi yo necesita un tu, un nosotros.
Y no es por fiarme de ti, porque tú estás,
sino que llamaba fe a quererme sólo a mi.
Serían pues, mejor, dos caminos,
cada uno el suyo,
donde tu horizonte no se cruzara en mi proyecto,
donde tu presente fuese mi pasado.
Sería más feliz sin tener que angustiarme,
o esperar o clamar o llamar...
Pero por más que camino,
sólo te encuentro...
por más que te evito,
me hago encontradizo...
Por más que me callo,
quebrantas mis silencios...
Por más que lo evito,
siento sólo que me buscas,
y me encuentro, es verdad,
amándote cada día más.
¿Es eso creer en ti?"


martes, 15 de octubre de 2013

Cuando el 'otro' se convierte en 'nosotros'



¿Hablamos, desde cuándo?
¿Quién empezó? No sé.
Los días, mis preguntas;
oscuras, anchas, vagas
tus respuestas: las noches.
Juntándose una a otra
forman el mundo, el tiempo
para ti y para mi.
Mi preguntar hundiéndose
con la luz en la nada,
callado,
para que tú respondas
con estrellas equívocas;
luego, recién naciéndose 
con el alba, asombroso
de novedad, de ansia
de preguntar lo mismo
que preguntaba ayer,
que respondió la noche
a medias, estrellada.
Los años y la vida,
¡qué diálogo angustiado!

Y sin embargo,
por decir casi todo.
Y cuando nos separen
y ya no nos oigamos,
te diré todavía:
"¡Qué pronto!
¡Tanto que hablar, y tanto
que nos quedaba aún!"

(De "La Voz a ti debida", Pedro Salinas).

Nada hay más humano -y a nada estamos tan poco acostumbrados- como la sorpresa. Nos puede sacar de repente de lo habitual un acontecimiento, una noticia. Pero cuántas veces no deja de ser un mero sobresalto. Quien verdaderamente nos sorprenden son las personas. Para bien o para mal. Pero para algo, seguro. No podemos vivir solos, es anti-humano. Nos necesitamos mutuamente: necesito y me necesitan. Es vital querer y que me quieran (y no me refiero al simple amor carnal).

Es verdad que tampoco hay que ser ilusos: En quien pones esperanza e ilusiones, te inquieta su silencio. En quien ni te habías fijado, te sorprenden sus palabras. Por eso, la mejor actitud es vivir desde la gratuidad. Los cálculos en esto, suelen ser erróneos. 

Y así es la rutina cotidiana. El cúmulo de personas que de manera significativa forman parte de tu historia -¡son tu vida!-. Hilos que conforman tu trama, sin los cuales todo se vendría abajo. Cada persona "es" alguien, sin ella sería difícil -quizás imposible- entenderte. Por eso, la sorpresa se trasforma en vida: el silencio se va llenando de palabras, de comentarios. Poco a poco os vais conociendo, hasta que ya vale hasta el silencio. Con una mirada se dice todo ¡Sólo con estar, basta!

Son esas personas de las cuales casi ni te das cuenta de que están ahí -no necesitan medallas ni reconocimientos-, pero sin las cuales todo sería infinitamente difícil. Son aquellas que sabes no te dejan conjugar en singular. Tus problemas son los suyos. Tus sueños, sus proyectos. Tu futuro, su mejor presente. Te das cuenta cuando ya no le miras como 'otro', sino como a ti mismo. Cuando cada conversación es única, aunque se repitan las palabras; si cada comentario te llena, aunque sea ya casi el esperado; si cada mirada te sostiene, alienta o te hace temblar. Cuando pasas el día aguardando ese momento y los minutos son horas esperando y las horas minutos disfrutando... Una persona no es un obstáculo, es un trampolín.

Por eso hay gente que está sola. Sólo le valen sus palabras, sólo importan sus sueños. Sólo cuentan sus proyectos. Gritos, enfados, amarguras, envidias, difamaciones, rencores, cotilleos... es el proyecto de vida de quien se ha decidido afrontar la vida en singular, frente a 'otros' de los cuales nada necesito, más que su anuencia a mis ocurrencias, a los cuales descubro incluso como competidores a neutralizar. En cambio, saberse querido y querer, experimentar el perdón y ofrecerlo sin hipotecas, vivir sabiéndose ayudado y sostenido y queriendo sostener. Vivir en verdadera comunión, como un auténtico pobre que tiene su única riqueza en el otro. No es pobreza vergonzante, sino apasionante: dejarse llenar, colmar, vivir la plenitud de ser. Dios, dicen, creó Adán y Eva, nos hizo pues en plural. No es humillante sentirse necesitado, opino que es 'entusiasmador': mi felicidad está en las manos de los que yo tengo que hacer feliz.

Y ser así no es de tontos o débiles o caras que quieren que se lo den todo hecho.  No podemos pasar la vida luchando contra otros, buscando o escalar o fastidiar o arruinar o creerme el mejor. El mejor eres tú+él+él+él+él... Sólo así salen medianamente las cuentas. Porque para las personas no valen los cálculos, sino querer a fondo perdido. Y sobre todo, compresión. No te querrán como tu quieres o esperas, no cubrirán todos los vacíos que experimentas... pero te querrán a su modo, como saben ¿no hacen ya bastante?

Aprende a vivir en plural... ¡Merece la pena! Es el único camino...

domingo, 13 de octubre de 2013

Saber que estás ahí


        Muchas veces la experiencia nos habla de aprovechados, de los que se sirven de tu trabajo y buena disposición y todavía disfrutan de su 'altura' para recordarte -de vez en cuando- que tú estás por debajo. La diferencia está en que lo conseguido siempre será tuyo, en cambio éstos se quedarán más solos que la una en cuanto cambien las tornas. Pero no perdamos el tiempo hablando de ellos ¡qué mas quisieran!

Otras veces son las propias circunstancias de la vida las que te hacen descubrir que no vales tanto como crees o incluso que tus proyectos se han quedado en agua de borrajas. Experiencias de esas todos tenemos. Tampoco perdamos el tiempo hablando de lo que ya sabemos.

En vez de perderlo, vamos a ganarlo. Cada día es un camino, nos toca optar. Unas veces más decididos, otras con miedo.  Sabiéndote vencedor o dudando a veces del resultado de la partida. Oteas el camino recorrido y puedes llenarte de satisfacción: hay muchas cosas muy bien hechas. Quizá por otras toque pedir perdón y rectificar. Pero entendámonos: no hablo de éxitos laborales o puestos de honor. Me refiero a las personas: cada una es un mundo por descubrir y conquistar. Al volver la vista atrás puedes poner rostro a palabras como amistad, servicio, perdón, gratuidad, fidelidad, felicidad... Sabes que de la misma manera que una persona te saca una sonrisa al recordarla, también a ella le sucede lo mismo.

Pero no consiste todo en ser un mero recuerdo... ¡No! Se trata de ser el mejor presente en esta historia. Saber y experimentar que nunca caerás al suelo porque alguien te sostendrá en el trance. O ya caído, sorprenderte por descubrir una mano desinteresada a tu disposición. Una mano, un hombro o una espalda a la que agarrarse o auparse, un corazón para compartir, un futuro para descubrir. La vida no son los problemas, nuestra vida son las personas. No podemos dejar pasar los días quejándonos de problemas y dificultades, sino disfrutar y ayudar y dejarse ayudar por aquellos que conforman nuestra existencia. Eso sí: tampoco dejemos de denunciar la injusticia. Buenos si, tontos no (por más que nos traten como si lo fuéramos).

La vida requiere, pues, atención. Descubrir quiénes queremos formen parte de mi vida, de quiénes es mejor prescindir y aquellos que están esperando tu mano, tus hombros, tu corazón, tu presencia. A veces no tendrán mucho tiempo, pero si puedes estar seguro de sus disposiciones. Si supiéramos aprovechar cada oportunidad, momento, minuto o persona seguro nuestra vida sería bien diferente. Pero somos como esas tétricas procesiones de Semana Santa con Dolorosa al hombro, nos gusta demasiado que nos compadezcan, que nos entiendan... Vamos demasiado encumbrados en nuestros dolores sin darnos cuenta de que los demás también los tienen, pero se los tragan para mostrarnos ¡regalarnos! la mejor sonrisa.

Decisión: una vez abierta la puerta que sea con todas las consecuencias, una vez emprendido el camino -¡aunque cueste!- que sea hasta el final, una vez entregado el corazón -¡aunque duela perdonar!- que sea con pasión. 

Y coraje: ¡No estás solo! ¡Has abierto tus puertas! ¡Tú mismo has franqueado otras puertas, otras vidas! ¡Disfruta y que te disfruten! 
¡¡¡Merece la pena saber y experimentar que están ahí, que te tienen a ti...!!!

jueves, 10 de octubre de 2013

¿Tiene algún sentido la libertad?

          
   
La vida, es verdad, es un cúmulo de  proyectos y casualidades. Puedes estar años ideando y construyendo un proyecto, poniendo toda la carne en el asador y empeñando infinitas horas en ello, pero muchas veces serán las casualidades las que determinen si tienes 'suerte' o no. Decisiones de otras personas, bolsas de trabajo, situaciones favorables o desfavorables o incluso haber perdido la oportunidad (o haberla sabido ganar). No estamos aquí de casualidad,  poco a poco hemos sido envueltos en una tela de araña que las circunstancias, las oportunidades o la falta de ellas, otras personas y nuestras propias decisiones han ido tejiendo.

Es como Caperucita. Puedes estar toda la vida trabajando para que se coman los demás lo recogido o te puedes sentar y disfrutar lo conseguido... ¿Dónde está la libertad? ¿En el compartir o en el disfrutar? ¿En lo plural (nosotros) o en el singular (lo mío)? Porque el cuento acaba mal, que hay que ser miope para no darse cuenta del cambiazo del lobo por la abuela. La vida es muchas veces igual: vamos tan ciegos, tan empeñados en que nuestras interpretaciones sean la única verdad que no os damos cuenta del cambiazo, de la equivocación. Las meteduras de pata son habituales (incluso necesarias), el error es no darse ni cuenta y que te trague el lobo.

La libertad no es arbitrariedad. No podemos optar de cualquier manera. Todos tenemos un proyecto. Al final, no puedes elegir lo que quieres. Es verdad, somos libres. Pero la sociedad que nos toca, las modas, las costumbres, nos fuerzan a tener un determinado modo de actuar, a conformarnos con pequeñas metas, a desarrollar esa libertad en pequeñas dosis. Somos libres, nos dicen, pero en lo único que puedes verdaderamente elegir es en las personas que quieres formen parte de tu vida, de los proyectos que quieras ir construyendo. No es igual de libre una mujer en Europa que en una dictadura Islámica. Un católico sólo puede tener una mujer, un mormón varias. Y somos todos igual de libres...

¿Cuál es el contenido de la libertad? Debe ser la verdad. Ésta tiene la desventaja de no tener sustituto útil. Quien quiere cambiar la verdad por otra forma de vivir está perdido. Pero la verdad también es la esperanza, la belleza. Y si verdad y libertad están relacionadas, quiere decir que la libertad se vive en la esperanza.

Esa es la clave: esperanza. Al fin y al cabo muchas de las decisiones de la vida son impuestas. Así los horarios, trabajos, religiones, increencias, modas, roles sociales... No queda otro remedio si quieres vivir medianamente en paz asegurando la pensión.

Lo que da esperanza son las personas. Trabajamos por un sueldo que garantice un futuro, esa aporta cierta seguridad. Pero lo que nos hace feliz es tener con quien compartir ese futuro, incluso ese sueldo. Una persona contagia alegría, puntos de vista. Te corrige, te perdona, le perdonas; abre horizontes de futuro, compartes lo mejor que tienes: tu propia vida, lo más preciado. No nos gusta perder el tiempo, pero por una persona amiga, querida, pierdes incluso la vida. La libertad se convierte en la capacidad de multiplicarte: de ser 'tu' en otros, de que tus valores sean las seguridades de otros. Que a donde otros no saben llegar ya has sabido preparar tu el terreno.

La libertad tiene sentido: cuando ese sentido pasa por el nosotros, por lo nuestro. Cuando 'sentido' tiene nombre: el de cada persona que forma parte de mi existir diario, sin los cuales poco 'sentido' podría encontrar... ¿O no es así?

lunes, 7 de octubre de 2013

Volver a soñar

 
Es verdad que muchos sueños se quedan en eso. Proyectos de la imaginación, cual castillo de naipes que tras el primer toque del despertador se desmorona irremediablemente, día tras día. Otros sueños acaban en pesadillas. Y otros, que podían parecer eternos, duran lo mínimo para poder añorar un rescoldo de felicidad.

Así es nuestra vida: el cúmulo de sueños que fueron, que nunca serán y que jamás sucederán como yo quiero. Y además, son estos últimos sueños los que más nos hacen sufrir: nos imaginamos lo que no hay, lo que debería haber, lo que a me me gustaría... Y claro, nunca sucede. Nunca te dicen esa palabra. Nunca entendieron esa mirada. Nunca se plantearon esa llamada.

Por eso, seamos realistas: lo mejor es vivir despiertos. Las personas no son sueños. Son parte de la historia de mi vida, de nuestros quehaceres. Lo bueno, lo malo; lo que me atrae, lo que me distancia; lo que perdono, lo que me perdonan. Nadie es de película. La trama diaria está llena de comedia, drama, epopeya, tragedia, romanticismo, incluso de belicismo. De los sueños, se despierta. Pero de la vida, nunca. No podemos pues apoyarnos en sueños, sino en aquellos que ya forman de alguna manera parte de nuestra vida. Es verdad que no serán los mejores, no tendrán todas las cualidades que buscamos, no llenarán todas nuestras ansias... ¿Y? Cada persona es única, por eso cada uno aporta algo único, especial, diferente, grande. Como nosotros a ellos.

Por eso, cuando aparece alguien en tu vida que tiene pinta de ser especial, se te disparan los resortes. Quizá la casualidad o un encontronazo o una presentación, la vida misma. Un horizonte nuevo a descubrir, mil distancias que salvar. Y una vida, la tuya propia, que tanto te ha costado ir tejiendo, y que se presenta para otro como un puzzle a recomponer. Es un empezar desde la nada, -casi desde el 0, sabiendo que ya tenéis el 10- pero poniendo significado a la confianza y al conocimiento mutuo, sabiendo despejar interrogantes, dudas o malentendidos. Intentando que no se repitan errores, aprendiendo de lecciones pasadas. Queriendo ir rellenando vacíos y silencios. Sabiendo aprovechar cada momento, haciéndoselo disfrutar al otro. Cada vida es única, cada amistad -por tanto- irrepetible también, con unos límites que otros no tendrán, con unas barreras salvadas que otros si se encontrarán. 

Lo mejor es dejarse sorprender. Quien sorprende, gana. A quien sorprendes, le ganas.
¿Hemos sido ya derrotados en la batalla por la rutina, la indiferencia o los miedos? 
¡Conquistemos la vida, construyamos nuestros sueños!

miércoles, 18 de septiembre de 2013

El recuerdo del ayer...

        
Nada malo nos sucede sin que deje su cicatriz, ni bueno con su recuerdo agradecido. Somos hombres y mujeres con problemas de "tortícolis", del cuello vuelto hacia atrás, contemplando lo dicho o sucedido o cotilleado. Nos sigue preocupando demasiado lo que ya fue, nos seguimos fiando demasiado de los juicios y opiniones de los que ya no están. No damos segundas oportunidades, aunque nos encanta sí nos las den a nosotros.

¡Nos duele el cuello! Pero nos duele más el orgullo. Y por eso no cedemos, nos cuesta perdonar, no soportamos tener que callar nuestra opinión. Son pequeñas cosas, opiniones sencillas, pero ¿no es la vida misma el conjunto de los pequeños momentos? El poso que tenemos que tragar son los sinsabores, el recelo, la desconfianza ¿no es demasiado amargo tener que vivir así?

¡Aunque parezca difícil nuestra vida es más que nosotros mismos! Mi familia, mis amigos, mis proyectos, mis fracasos, mis alegrías... Ahí es donde debemos sembrar -lo que sembremos, será lo que recojamos-, esos son los motivos que cada mañana me invitan a seguir luchando. No centrándome en mi mismo, sino poniendo mi corazón y mis manos y mi vida al servicio de los demás. No buscando sólo mi felicidad, sino haciendo que sea tan contagiosa que se note dónde estoy. Esperanza, serenidad, coraje, valentía, audacia, amabilidad, comprensión, dulzura, buenas palabras... ¿No merece la pena una vida así?

martes, 6 de agosto de 2013

Siempre...

        
Si nadie te ama, lucharé para que mi única alegría sea amarte.
Si lloras, estoy deseando encuentres el consuelo en mí.
Si te crees débil, te regalaré mi fuerza y mi energía.
Si nadie te necesita, que sepas que yo te busco.
Si te sientes inútil, ojalá descubras que yo no puedo prescindir de ti.
Si estás vacío, mi plenitud te colmará.
Si tienes miedo, quiero llevarte sobre mis espaldas.
Si estás cansado, encuentra en mí tu descanso.
Si te equivocas conmigo, siempre te ofreceré el perdón.
Si me pides "algo", sólo puedo entregarte "todo".
Si me necesitas, te aseguro: estoy dentro de ti.
Si estás a oscuras, soy lámpara para tus pasos.
Si tienes hambre, soy pan para ti.
Si eres infiel, yo no sabré más que serte siempre fiel.
Si te rompes, quiero ser quien te cure todas las fracturas.
Si todos te olvidan, mis entrañas se estremecen recordándote:

¡Si no tienes a nadie, me tienes a mi! 

 

sábado, 27 de julio de 2013

Llena tu vida de un sincero Amor

         

Escribía Gabriel Marcel que decirle a una persona "te quiero" era realmente certificarle "tú no morirás". Amar -¡la levadura de nuestros amores sinceros!- supera las barreras sociales, raciales y económicas. Incluso la distancia. Como fuerza imparable, incontenible y arrolladora, sentirse amado es saberse grande, importante, única para otra persona. Desde ese día mi vida no se entiende sin la otra persona, como tampoco se la comprende a ella sin mi. Cada día, cada lucha, esperanza o incluso cada disgusto son siempre compartidos, cosa de dos. Ya no conjugo los verbos en singular, sino en plural; ya no pienso en "lo mío", sino en "lo nuestro".

Por eso, es normal que toda persona quiere enamorarse o sentirse enamorada. Experimentar que para otra persona no es que seas importante ¡es que eres imprescindible! Saber que ocupas el tiempo y los recuerdos, las aspiraciones y deseos de otra persona y que es exactamente lo que te pasa a ti con ella. Ambos ponen significado a palabras como entrega, empeño, complicidad, felicidad, fidelidad. Sólo una palabra llena de sentido cada día: futuro. Y es que eso es precisamente lo que ambos experimentan: que esa historia construida cada momento, cada hora, con cada acontecimiento tiene futuro, que no puede acabarse con el atardecer o tras un mero enfado. Que el amor todo lo perdona y todo lo puede, porque el amor no pasa nunca.

De ahí que a veces nos cueste "enamorarnos". No podemos ir por la vida entregando nuestro corazón al primero que pica, a la primera oportunidad. Nada tiene menos futuro que el producto de un feriante ofrecido en una plaza nueva por que en la anterior nadie lo quiso. El amor -pienso- no se ofrece como mercancía, se gana como conquista, se lucha como pelea, se celebra como una victoria. Ganarse a la otra persona: conquistarla en los detalles, en las sonrisas, en los miradas y en los silencios, en las complicidades. Sentirse a gusto, experimentar el bien, saberse feliz: contagiar esperanza y plenitud. Descubrir que el tiempo no es barrera, sino cómplice: el comodín necesario para que esa historia no sepa ni de "horas contadas" ni de finales pactados.

El Amor verdadero necesita las mayúsculas. Otros amores nos hablarán de fines de semana o de veranos, de amores pasajeros o amores de barra. Pero sólo el Amor merece la pena, llena la vida, contagia eternidad, transmite felicidad. Otros amores colmarán satisfacciones rápidas, anhelos pasajeros, tardes o noches de compañía fugaz. Los "amores" llegan un día a su fin, el Amor que se sabe eterno es imposible llegue a terminar. De ahí que muchas veces nos equivoquemos, que llamemos Amor a lo que realmente no lo es.

Todo depende de con que amor o Amor quieras llenar tu vida. 

martes, 18 de junio de 2013

Lo importante de saber para qué tengo corazón

      

Cuando has decidido que una persona puede ser importante en tu vida, manifiestas que has llegado no sólo a comprenderle, sino a quererle. Le has tomado la medida, has descubierto su personalidad. Sabes sus puntos límites, hasta dónde puedes llegar. Un amigo es aquella persona que pone su corazón en tus manos, porque te quiere como algo propio. La amistad no es cosa de cafés o de pequeños momentos que nos sirven de entretenimiento, la amistad requiere -¡empeña!- la vida entera.

Lo peor en la vida es ir poniendo el corazón en las cosas y no en los personas. Dinero, placeres, caprichos, egoísmos, vanidades, perezas, falta de entrega... De ahí siempre brota el mal: difamaciones, críticas, envidias, sensación de constante derrota. Cuando mi corazón es envidioso o egoísta no descubro amigos, sino enemigos, rivales. Más aún, el dinero puede dar aparentemente la felicidad, pero es a costa del mercado: puedes comprar en la medida que tengas. Eres feliz - supuestamente- cuando tus posibilidades te permiten aquello con lo que crees puedes llegar a estar satisfecho. Pero la televisión, la wifi, el iPad o la consola nunca serán tus amigos. Como mucho, entretenimiento. Nunca te comprenderán, apoyarán, animarán. Si no hay electricidad, no funcionarán. Al final, puedes comprar todo lo que puedas, pero necesitarás de otros factores para que puedan funcionar ( electricidad para electrodomésticos, carreteras y rutas para btt, playas para veranear, infraestructuras donde poder vivir y desarrollarse). La felicidad aparente del dinero no sólo depende de lo que tenga o adquiera, los factores externos cuentan.

Un amigo, en cambio, no necesita electricidad. Siempre sabe estar ahí. No requiere de más condicionamientos que mi presencia (incluso sin ella, saber pensar en mi). Y ahí es donde debemos poner el corazón. Así, lograremos siempre comprensión, ayuda, estímulo, perdón, esperanza. Porque podrá "leer" nuestro corazón, nos comprenderá. Si es que sabemos nosotros primero dónde tenemos el corazón... Es cuestión de principios.


viernes, 7 de junio de 2013

Ser el mejor recuerdo de los demás


Es verdad que hay personas que son auténticas pesadillas. Gente que se ha aprovechado de nosotros, que nos ha utilizado o que simplemente se entretenía en nuestra compañía. No es fácil acertar con las amistades, con las "medias naranjas"; no matamos en amoldarnos a otros y cuando nos damos cuenta nuestra vida ha dejado de ser importante para ellos.
 
Lo peor sería encerrarnos en nosotros mismos, buscar culpables, soñar en pasado. Lo que merece la pena es buscar en el presente quien o quienes pueden ser tu futuro. Esa persona que siempre te saca una sonrisa, o la que nunca te ha pedido nada a cambio o, simplemente, la que siempre estuvo ahí. Más aún: aquella que siempre te necesitó, porque siempre fuiste importante para ella. No hace falta hacer milagros. Sólo saber estar, y estar para algo, vale más una mirada que mil explicaciones.
 
Es verdad que la vida pasa deprisa, ¡vuela! Pero que importante es volver a pasar las páginas de la agenda o del calendario y recordar en ellas personas y situaciones que te hicieron la vida más feliz. Hay personas que con sólo recordarlas te dilatan el alma (también al revés, por desgracia). ¡Qué bueno sería recordar que también con nosotros pasa! Nunca recordarán al borde o la borde, al que siempre andaba con líos o complicaciones. Siempre recuerdas -no al simpático- sino al que siempre supo estar en su sitio. Así va esta sociedad: descolocada, porque todos queremos ser el primero, los mejores, los del punto final.
 
Toca pararse a pensar. Ser persona no es triunfar. Ser persona es vivir: hacer de tu vida "algo" con significado para otros. Y significar quiere decir: construir, edificar, animar, apoyar, perdonar, amar, hacer importante.
 
¡Ojalá tú seas un  instante eterno en el corazón de muchos!

jueves, 28 de febrero de 2013

Algo tan sencillo como contagiar felicidad


                       

No lo podemos disimular: nos dan envidia esas películas donde todos son tan asquerosamente felices, que llegamos a pensar: "eso sólo pasa en Hollywood".
No es que sea difícil la felicidad, pero si es verdad que hemos puesto nuestras metas demasiado altas, demasiado caras, demasiado lejos.

El cine nos quiere hacer demostrar que la felicidad se puede conseguir en lo que dura la película. Pero la realidad es bien diferente, bien dura, bien costosa. Nos cuesta -es verdad- cada sonrisa, cada momento de bienestar. En la vida de mentira de las series y las películas todo acaba bien, en las películas de nuestras vidas no siempre. Nunca seremos como esas princesas o héroes o románticas parejas que al coincidir tapándose con el mismo paraguas en la estación del bus descubrieron que estaban hechos el uno para el otro. Podremos perder noches pensando en cómo podrían irme las cosas o esperando la persona que seguro cambiará mi vida (y que viene con más retardo que el Mesías para los judíos). No vayamos a la estación esperando la entrada mágica para el tren que nos llevará a otra realidad. Sólo nos encontraremos lo de siempre y como siempre. Sólo nos encontraremos que cada vez se vuelven más rancias las palomitas de nuestro cine: por que la culpa la tendrán los demás "cines" que siempre ponen películas mejores que las mías...

Ser feliz, hacer feliz, cuesta. Pero no es misión imposible. A veces tocará callar o ceder o perdonar o adelantarse o callarse o regalar o visitar o llamar. Incluso disimular poniendo una cara que realmente no expresa lo de dentro. Pero queremos "que lo de dentro" de los demás esté bien, por eso conjugamos los verbos de antes.  Las películas dependen del director. Aquí el único que lleva el guión eres tú: de ti depende que cada día o momento sea un drama o un  thriller, una comedia o una sesión de amor, una película de miedo o un tostón que nunca acaba. Disfrutamos, además, ser protagonistas, nos encantan las miradas, por eso no lo tenemos tan difícil. El resto están esperando en el camerino a que les llames para protagonizar contigo esta historia... Depende los "cuentos" que lleves te darás cuenta de que la película gana en taquilla... SI no, enseguida la productora te echará el cierre.

Vivir: una aventura de película, una oportunidad para bordar cada guión, una manera de que los demás entren a escena... No esperes a mañana... Lo que el viento se llevó no volverá, sólo queda lo que tú seas capaz de sembrar.

domingo, 27 de enero de 2013

¿Tenemos derecho a cambiar?


Todos aspiramos a segundas oportunidades. Nos acostumbramos, incluso, a ellas. Esperamos como agua de mayo las segundas rebajas con ansia de encontrar el chollo de la temporada. Metemos la pata, soltamos la lengua un poco más de lo necesario, se nos calientan las palabras contra alguien... Y aparecemos al día siguiente en escena como si nada hubiese pasado, como si el borrón y cuenta nueva fueran necesarios compañeros de aquellos que tienen que padecer arrebatos, calentones, cambios de humor que suceden en nuestra vida tan de vez en cuanto (o no tanto).
Somos hijos del "pensamiento débil", por el que nos cuesta decidirnos a una sola carta de la baraja. Preferimos seguir barajando esa misma oportunidad cada día, esperamos el sol que más calienta para ponernos bien morenitos de lo que está de moda. O simplemente de lo que tengo ganas cada mañana. Y así tenemos ese humor: cambiante, al calor del sol o de la nube que lo oculta. Aunque sepamos que tras ella el sol espera su turno, preferimos quejarnos, lamentarnos, acusarla de la sombra que nos impide "ser nosotros mismos" (¡qué paradoja!, resulta que "somos nosotros" depende del sol que luzca).
Lo que ayer era mi vida, hoy se ha quedado como una "etapa más de mi caminar", aquel sueño que bajo la luna se prometía eterno se quedó en un mala pesadilla de la que quisimos salir cuanto antes. Aquello que era mi vida, es hoy simplemente un vago recuerdo, incluso -cuántas veces- demasiado incómodo o comprometedor.
Pero todo depende, claro, de quién sea el que cambie: ¡yo tengo todos los derechos, los demás ninguno! Qué fácil es señalar a aquellos que militando bajo una bandera hoy se han cambiado de colores, aquellos -entiéndaseme bien- que prefirieron cambiar de acera para no verse inundados de la hipocresía de los que creyéndose en el lado de la "Verdad" miraban a los de la "mentira" por encima del hombro.
No. Nosotros tenemos el derecho de hacer de nuestra vida una esperpéntica opereta de cuantos actos nos apetezca, pero los demás sólo tienen el derecho de que yo hable de ellos -no precisamente bien- cuando han optado por interpretar, en la película de su vida, el papel en el que se consideran más a gusto.
Somos jueces fáciles de lo que los demás hacen mientras la inocencia es el veredicto que, sin buscar demasiadas excusas, encontramos para nuestros actos y opiniones. Siempre tenemos respecto a los cambios de los demás un "algo querrá", un "ya, pero" o el veredicto más cruel... "bueno..." Y así nos va...
Hagamos de cada momento el día de las segundas oportunidades. No nos quedemos tan a gusto despachando a otros, mientras sentados en el trono de la autosuficiencia repartimos justicia a diestro y siniestro, sin darnos cuenta de que cada vez nos estamos quedando más solos.
No veas en el otro una barrera, sino una oportunidad. No uses del otro como un instrumento, sino como una parte esencial de ti. No busques al otro sólo cuando lo necesites, hazle caer en la cuenta de que siempre está junto a ti. No veas al otro como una barrera, sino como un camino fácil. Descubre en cada persona una oportunidad de cambiar: de hacer el él -y no lo tuyo- la parte más importante de tu vida. De ti depende, cada día, cada momento, cada oportunidad. No hay que esperar por las situaciones especiales: todos los días son una oportunidad que no hay que desperdiciar... De ti depende...