"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


miércoles, 11 de diciembre de 2013

Mentir

                                        

Quizá en la vida lo hemos tenido que hacer alguna vez. Cambiar la verdad, negarla o pasar por indiferente. Por venganza o por miedo o por cariño o por pereza.

¿Y después? La soberbia satisfacción de creerme con la mía, con la victoria. O la amarga sequedad de boca del que prefería haberla tenido cerrada. Pero la sentencia fue pronunciada. O pides perdón o sigues adelante. No hay marcha atrás. La vida no da segundas oportunidades.

O mentir para causar pena o lástima, o admiración, o tan solo que te dejen en paz. Usamos la palabra según nuestras necesidades. Y como sabemos que la palabra o duele o sana, también la usamos para nuestro beneficio. Un "te quiero" puede ser -a pesar de encerrar una verdad vital- mentira; un "estoy contigo" esconde el propósito de dejarte olvidado; el abrazo del que fuertemente se reafirma "amigo" es el beso de Judas traidor; la sonrisa cínica del que prostituye un "si"  buscando la espalda con el puñal. Meros compromisos, convencionalismos, cumplimientos.

También mentir para querer ¿cómo? Excusando defectos, mintiendo sobre la gravedad, no dándole importancia (o por lo menos manifestándola) a la ofensa. Mentir para no inquietar, no perturbar, no cansar. Mentir para querer más, para no sufrir, para que no me dejen abandonado. Un mentir que cuesta, claro... Porque cuesta perdonar, ceder. Pero eso es amar.

¿Conocemos demasiadas mentiras de los otros, sobre los otros? ¿Nos hemos construído un mundo de mentiras que se caen al primer despiste?

¿Son todos los mentirosos iguales? Porque la mentira siempre oculta la verdad ¿tan bueno es ocultarla? ¿No tenemos derecho a conocerla? Dicen que a veces es mejor no saber... Pero ¿estamos condenados a una eterna mentira? ¿O estamos sentenciados a nos ser nunca nosotros mismos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario