"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


domingo, 28 de junio de 2015

¡Levántate y anda!

                                               

¿Quién no ha vivido alguna vez una situación límite?
Tropezones o encontronazos, pequeños sustos o disgustos morrocotudos; fallecimientos inesperados, lentas agonías; fracasos o decepciones... De pequeños nos pintaban un rosa princesa para ellas y un varonil azul caballeresco. Y, ciertamente, ni lo uno ni lo otro. SI algo quieres, debes luchar por ello. 

Los colores de la vida pronto destiñen. El único color que permanece es aquel que no se va con el surcar de las lágrimas o los roces de abrazos, el que no queda oculto por el polvo del duro camino. Ese único color camuflaje que pretende disimular el casancio, la fragilidad de quien poniéndose la careta de fuerte o "uno más", pasa su discurrir diario entre dos realidades: la que sueña y con la que se tiene que conformar.

Esas lecciones construyen nuestra vida: nos conocemos en esas situaciones que nos llevan al límite de nuestras fuerzas. También en ellas reconocemos a quién llamar amig@s o con quien comprometer la vida. Ell@s ponen significado y sentido a muchos momentos.

Se llenan estos días balcones de banderas que, ¡a ver quien es el primero más progre!, anuncien una forma nueva y humana de expresar la solidaridad con aquell@s más vulnerables. Ciertamente todo signo provoca solidaridad, revulsión o mera indiferencia: como la media luna o la cruz o la hoja de marihuana. 

Dicha bandera quiere expresar solidaridad, acogida, respeto, convivencia... Se amparan bajo ella aquell@s que, sintiéndose no diferentes, experimentan la diferención por una sociedad que tanto el liberalismo como el consumismo han dictado quién es el "homo consumer": unos tópicos que como papagayos debemos cumplir con nuestras vidas. Colores camuflajes: ir a la moda, parecer normal, ser uno más...

Son situaciones extremas que cada persona debe experimentar: su "ser" frente a los demás, frente a la sociedad, frente a sí mismo. Ciertamente, algo nada fácil. SI cada vida es una conquista, el "situarse" también lo es, es el acto más personal, más humano de cada un@... ¿hasta que punto puede valorarse desde fuera el resultado? ¿Qué es la libertad? ¿Tengo derecho a equivocarme? ¿Y si estoy plenamente convencido de que no me equivoco? 

No es fácil, empero, construir una sociedad desde convencionalismos. Y menos desde banderías que siempre han servido para enfrentarse en campos de batalla u oscuros callejones. 
Y me explico: hoy podemos quedar todos convencidos. Pero mañana nos pueden martillear con todo lo contrario hasta que se nos meta en la cabeza. No. Esa es la trampa, el consenso democrático que por las urnas dictamina por temporadas dónde está el bien o el mal. Aquí no hay ni buenos ni malos, o por lo menos, no debería haberlos.

¡Levántate y anda! Sal de conformismo social, olvídate del dictamen que marcan los que venden: se tu mism@. Levántate: no te canses, no te rindas.

Un auténtico humanismo, que sitúe a la persona en el centro. Pero la persona, no sus diversas circunstancias por las que ni eres más pero tampoco menos que los demás. Persona por encima de mercados, de dictámines textiles o parámetros sociales. Una persona teñida sólo de un color: esperanza. Donde cualquier cumbre seguirá siendo un duro éxito, pero donde podremos experimentar la felicidad de poder afrontar esa existencia desde lo que soy, lo que siento y por lo que opto.


miércoles, 3 de junio de 2015

Segundas partes nunca fueron buenas...

        

Al final de la historia te das cuenta de las cosas. Por algo dirán eso de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.

Esa película que esperabas fuera tan intensa como la primera vez o como la del comienzo de la saga; o el encuentro con esa persona que despertaba horizontes inmensos; o regresar a la falda de esa cumbre que creías volvería a ser tan inexpugnable y despiadada en la lucha por buscarle una veta; o simplemente otro atardecer con las mismas disposiciones del anterior, preparado todo para ser o hacer feliz, y se quedó en eso, en deseo.

La vida está hecha de segundas partes: cuando sale bien y te gusta, porque quieres repetir y regresar a esas sensaciones. Cuando sale mal, porque todos tenemos derecho a una segunda oportunidad.

¿Pero merece la pena el intento? Creo que a veces es demasiado caro el peaje. Deseas, sueñas, incluso te desvives y descubres que no te corresponden; o intentas poner toda la carne en el asador, implicarte y complicarte, y no tuviste bastante la primera que volviste a por la segunda, o tercera, o cuarta. O simplemente que te empeñas en darle a quien no lo merece lo mejor que tienes: tu mism@.

Me imagino que debe ser muy sano mandar a la mierda... No por no complicarse, sino para poder descubrir que en la vida puede haber más películas, otras montañas, atardecer en nuevos parajes o, incluso, aquellos que no te tengan o quieran como su segunda oportunidad, sino como la primera que nunca dejarán escapar.

Es cuestión de prioridades: o primero o segundón ¿a qué equipo te apuntas?