"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


domingo, 20 de diciembre de 2015

La nefasta idealización de lo absoluto

                                

Sin duda han sido nuestros cuerpos volcanes encendidos: sueños, pasiones, proyectos, personas, sentimientos... Hemos sido arrebatados por la fuerza imparable del amor o del odio, de las victorias o derrotas, del cansancio o de la fuerza. Nuestra fe ha sido ciega. Nos hemos dejado llevar del consejo del otro. Caímos en las sibilinas redes del que aparecía con sonrisa medida. Nos situamos tras oportunas pancartas o gritamos respondiendo a un megáfono con declaradas proclamas de libertad y justicia. De repente, nuestras palabras eran las de otros; nuestras ideas u opiniones, prestadas.

Como hojas de otoño caídas y secas ha prendido en nosotros el fuego que contagia ilusiones, sueños inabarcables, esperanzas infinitas:
   - Esa persona que pensabas sería eterna, con la que soñabas pasar todas las tardes de tu vida o disfrutar cada domingo o vivir siempre a la luz de su consejo.
   - Una situación privilegiada en la que podías otear el horizonte cómodamente, viviendo en paz y serenidad. Sin preocupaciones o miedos.
   - Sentimientos, lazos que ataban de forma indisoluble, aquello que estaba llamado a ser eterno.

Nuestros colores nos identificaron con guerras ganadas o pérdidas, nuestros monumentos acumulan huesos y nombres cada vez más desconocido. Ideas que separan o unen, hacen odiar o amar. Nuestros condicionamientos enjuician personas simplemente por apariencias.

Pero ¿cuántas ideas, sentimientos o personas yacen ya en las cunetas de nuestra historia o acumulan polvo en los trasteros? No somos los mismos que ayer, que hace unos años. Lo que defendíamos con uñas y dientes, hoy ya no nos hace perder ni un segundo. Lo que marcaba nuestro estilo no es más que un viento pasajero que ya no volverá. Al final, lo absoluto se nos escapa como el agua del cesto de mimbre: no podemos abarcar en nuestra limitación lo que es inabarcable.

¿Quiere decir que no somos de fiar? No. Más aún: quiere decir que somos hombres y mujeres del momento, de lo concreto. Y eso será lo que tengamos que aprovechar. Cada minuto, café, llamada, conversación, chat. Del que se preocupa tanto de las apariencias, mejor escapa: no dejas de ser una pieza más de su escaparate. Vive con el que se preocupa de ti, del que te lo demuestra. Del que no te suelta el sermón o el rollo, del que no te dice qué tienes que hacer o pensar o decidir: sino que lo contagia, como la felicidad, como la sonrisa... ¡Como la pasión!


jueves, 10 de diciembre de 2015

Sentir y dejarse sentir


Quizá una de las actividades más complicadas de cada mañana sea ser uno mismo. Mecánicamente suena el despertador sin tener en cuenta la noche de amor o dolor, de lágrimas o de risas, de miedos o alegrías. Cumple su función: como la cafetera, la edulcorera o el cansino envoltorio del pan integral.
Lo mismo ¿para lo mismo? 

Un rumbo diario, caras cruzadas, escaparates que como camaleones cambian la piel según la tonalidad... Horario, destreza, aventura, apasionarse por la Verdad, ensimismarse en lo tuyo.
Hasta que toca regresar a casa, ese espacio reservado para los festivos o las tardes/noches de laborales.

Y así cada día, cada hora, en cada minuto. Una pasión llamada a conquistar mundos encerrada en despachos, cabinas, clases, tras un ordenador.

Sentir la necesidad de vivir: de compartir, de crecer, de respirar. Ensimismarse al regresar a casa con un atardecer único, erizarse el vello con una mirada o con una respuesta o, simplemente, porque me siento feliz.

Felicidad que no es fruto matemático de mis decisiones, sino apusta decidida por los otros. Nace del compartir, del sentirse juntos, de apoyarse en otro. Sentir que vivo y sentir que puedo hacer feliz, ayudar a construir una historia... Sentir y dejarse sentir.

Volverá a sonar el despertador, pero todo dependerá si sabes algún día sorprenderle. 

domingo, 25 de octubre de 2015

Contagiar con la mirada


      
Juicios rápidos, palabras mal entendidas, gestos desafortunados. Somos seres "sentientes": nos afectan las cosas, nos duelen o alegran las personas, sus vidas no nos son indiferentes. Sabemos sonreir con el que rie ¡la risa es contagiosa! Y nuestra cara todo lo dice cuando lo que toca es llorar con el que gime. Un corazón enamorado o malhumorado; tener un buen día o un humor de perros; miradas que enamoran o miradas que matan... Se nos nota demasiado.

Nada más sincero que un corazón humano; por ende, nada más cruel. Nos equivocamos, nos fiamos demasiado de nosotros mismos sin contar con la ayuda de otros. Nuestros ojos se convierten en el único método fiable de juicio: nos creemos demasiado importantes. Estamos firmemente convencidos de que no nos equivocamos nunca ¡somos perfectos!

Por una corazonada lo dejamos todo y nos entregamos a otra persona o cambiamos de rumbo o conquistamos un futuro diferente al que el destino nos había asignado. Por una corazonada, convertida en cabezonería, deshacemos proyectos, amistades o simplemente vamos buscando por la vida a quien culpabilizar de la mala suerte que hemos tenido: los demás, Dios, los políticos...

Y así, podemos pasar la vida dejando víctimas: sometiendo a juicio sumarísimo a aquellos que es mejor no se enteren de lo que decimos de ellos, sonriendo falsamente en cada postrero encuentro. La falsedad o hipocresía se han convertido en amable peaje de la autopista de la vida que pagamos sin rechistar.

¿Merece la pena semejante hipoteca? Dejarse ayudar para poder mirar la vida con otros ojos, que ensanchen la mirada, que dilaten el corazón. Una mirada en plural que contagie lo bueno de la vida. Que disfrute de cada momento, de cada situación, de todas las personas. Mirar con optimismo,incluso aquello que nos entristece y afea tantas situaciones y proyectos. Saber que la vida no acaba ahí, en mi mirada. Compartiendo la vida, las miradas -los matices- se multiplican. Y así sabré llegar más lejos, los puertos donde atracar la barca de mi vida ante la inesperada tormenta serán los más insospechados, los que no siquiera me habría podido imaginar.

Saber mirar con los ojos de otros: ensanchar la mirada, dilatar el corazón ¡contagiar vida y esperanza! Que nuestro nombre no termine en nosotros, sino que continue pronunciado en los labios de otros... 
¡Eso es vida! ¡Eso es tener futuro! ¿Quien no aspira a vivir así?

lunes, 24 de agosto de 2015

¡No vivas de rebajas!

                                     

¿Quién no ha sentido la profunda desazón del fracaso, del éxito no alcanzado o del sueño que se quedó a medias? Si en la vida lo que te enamora son la belleza, la profundidad de una mirada o un paisaje en el que te encantaría envejecer, no es menos verdad que el fracaso, la desilusión o la decepción forman parte ineludible del existir.

Enmarcamos elegantemente las fotos de los recuerdos que nos han hecho y nos siguen transmitiendo felicidad. Solo con verlas respiramos de satisfacción, de orgullo. Pero sin necesitar de marco también guardamos otras imágenes -empeñadas en no salir de nuestro recuerdo-, las que nos quitan la serenidad, las que nos recuerdan que ni valemos tanto como creemos ni somos tan necesarios para otros.

El fracaso o la rutina o la decepción  pueden llevarnos a un falso camino, que no deja de ser una rápida solución pero que engañosamente es quedarse a medias... Y es vivir simplemente de rebajas: Rebajamos el amor o la entrega o la felicidad o la risa o la compañía o los proyectos. Nos rebajamos a nosotros mismos y rebajamos por tanto a los demás. Entregamos el corazón o la vida o el atardecer al primero o al último que aparece. Cansados de esperar en la estación el tren de nuestra vida, preferimos subirnos al primer mercancías que aparezca. Y ese es el error.

No dudo que sea difícil convivir, proyectar, conocer, perdonar, dar una oportunidad. Pero no nos merecemos cualquier cosa, las rebajas siempre tienen truco: es lo que a nadie le ha servido. Y, por supuesto, yo no me apunto a esa dinámica.

¿Cómo son tus amores? ¿Tus convicciones? ¿Cómo cuidas los detalles o las pequeñas cosas? ¿Merece la pena amar como tu amas?

Para todos la vida es difícil, una escalera que según lo que portes en tu corazón o en tus manos o en tu recuerdo te costará mas o menos subir: pero la culpa no será de la escalera, sino de lo que llenes tu vida. También bajarla: si llevas demasiadas cosas en las manos, no podrás agarrarte al primer resbalón.

Todo es cuestión de qué color quieras ponerle a tu vida. Y si eres de primera o te conformas con las rebajas: ¡en tus manos queda!



viernes, 7 de agosto de 2015

El que te quiera, ¡que te busque!

                 
    
Si algo tiene nuestra historia es que nos ha conformado a todos según un parámetro dulce y feliz: la comodidad. Nos protegemos del exterior (contemplada la realidad desde el hundimiento de nuestra butaca o sofá) o del horrible repliegue del exterior. Gracias al milagro audiovisual, el universo puede penetrar en nuestra vida sin violentarla. La propia historia se evapora en signos y se borra ante su propio rumiar indefenso y lánguido.

Nos desayunamos con inmigrantes ahogados, extendemos nuestras toallas ante sus cadáveres arrastrados a esta añorada orilla y ya la tarde nos encuentra reconciliados con la vida mientras el hielo se va unificando con nuestra bebida blanca. ¡Salud!

Rapidez, eso si. La eterna novedad de estar al día. De no desfasarnos. De no sentirnos fuera del paso de la común normalidad. Cada noticia o acontecimiento o persona compiten entre sí para obtener nuestra atención. Todos reclaman unos minutos de nuestra historia, pero no todos tiene derecho a ella. 

¿Parece imposible? En nuestras palabras encontramos la respuesta: "hoy no hay nada importante". Y tan tranquilos. Noticias, sucesos, personas que desfilan por nuestros ojos sin llegar al cerebro: nada me dicen y, por tanto, selecciono inmediatamente. No tienen derecho ni al recuerdo (¡de cuántos solo nos acordamos cuando los vemos en las fotos!).

Quien quiere ser parte de tu historia -si deseas serlo de alguien- debe conquistar no solo la mirada, también el corazón pasando por la mente. No es que te conviertas (o se convierta) en algo útil, sino en alguien imprescindible. Con la mirada, actuación, sutileza. Como una eterna novedad, porque sorprendes y te dejas sorprender. "En cada calle, hay un desconocido que sueña con ser alguien. Es un hombre solitario que intenta demostrar desesperadamente que existe" sermoneaban en Taxi driver... ¡Todos tenemos derecho a soñar y no convertirnos en un mero sestear de butaca!

Olvidar el conformismo, quebrantar la esclavitud de lo seguro. Muchos nos son indifentes: no han demostrado su valentía, te han metido en el saco de la cotidianeidad. Y por eso te sales: porque te niegas a ser uno más, "algo más" de la vida de otro.

Si no te ponen en tu sitio ¿para qué seguir condenado a la rutina axfisiante de tener que llamar la atención continuamente con algo extraordinario cuando con lo que eres sirve de sobra? Si no te valoran, hazte el favor a ti mismo y desaparece, serás más feliz. 

Lo dicho, si te quieren... ¡que te busquen!


domingo, 2 de agosto de 2015

Dejar una cicatriz en el mapa del mundo

   
"Quiero dejar una cicatriz en el mapa del mundo", sentenciaba Perkens en La voie royale. Y razón no le faltaba. Sólo el perdedor quiere pasar de puntillas, sin hacer ruido, sin enganchar a nadie ni quedar prendido en nada. Quien siente perdida la vida se entrega a la rutina, ha desertado de la emoción o de la sorpresa, vive encarcelado en los parámetros de lo social, de lo aparentemente normal.

La vida es de los aventureros, de los que no se resignan. En una sociedad nihilista donde nada ya se espera, más que habituarse a ir tirando y resistiendo los embites de la cotidianeidad, sólo el aventurero enamora. Y se enamora. Y luchan. 

Lucha  de guerrillas: las grandes batallas han pasado a la historia. Desde que las bombas nos  asesinan inmisericordes, sin importar rostros o historias, lo que nos queda es la guerrilla. Los pequeños golpes, las insospechadas emboscadas en los bosques o altos de montañas. La sorpresa, lo no calculado, el desarmar en lo inesperado. "Cuando la sociedad destruye todas las aventuras, la única aventura que queda consiste en destruirla" sentenciaba una pintada del 68.

Convertir cada mirada, cada conversación, la mínima oportunidad en aventura: con tu vida, tus gestos, tu acogida. Aventura: una historia de locos, solo para locos. Sin calcular finales ni poner límites a la imaginación. Lógicamente, los calculadores o previsores o comodones o despreocupados han perdido su tren. Aquí sólo cuenta el que con su pequeño fusil sabe dar en el corazón o en la cartera o en toda la frente.

Pero ¡cuidado! la guerrilla no es de trincheras: eso es comodidad. Quedarse camuflado bajo tierra, donde el barro nos sumerga hasta los orejas en el fango de la mediocridad. La vida nos requiere en el pico más alto, en la playa donde el horizonte sea infinito, en esos ojos que sólo calculan eternidad. Donde aventurarse es partir: atreverse a cruzar mares, sueños, poner solo limites al miedo para que quede encerrado en las trincheras del conformismo. "Sólo se descubre un sabor a los días cuando se escapa a la obligación de tener un destino" (Cioran). El aventurero duerme bajo las estrellas, lucha junto al sol, sueña pegado a la luna. No se plantea malvivir con el rezagado o con el calculador... esos ya han perdido la aventura, la epopeya de su vida. Se conforman con ser uno más, con quedar sepultados en el barro de la mediocridad.

Ponerle a cada día sus metas, o dejarse sorprender. Sin asustarse de lo imprevisto, sin menguarse en las dificultas. Vivir revolucionado: saberse vencedor. Afrontar lo inesperado. Epopeyas de descubridores, conquistas de continentes, playas inmensas donde atracar las naves civilizadoras, cordilleras inmensas que tientan a clavar bandera que las corone. "Pienso en despertarte cada mañana, con un beso chulo y una guerra de almohadas. Pienso enamorarte en cada mirada con la sonrisita que yo se que te encanta: que no me puedas mirar del amor que sientes ya, que no quieras dormir sin mi, que no te quieras despertar", canta Dani Martin a las adolecentes que desean construir su teatro vital: el escenario donde desarrollar cada escena.  Y tiene razón: en lo pequeño comienza lo grande. En una mirada, en un encuentro, en un destino que no une casualidades sino aventuras. 

Las bombas sólo dejan cadáveres, la resignación moribundos. La guerrilla inflige heridas, deja marca, no sólo recuerdos. sino presencia viva. Las heridas de guerra nunca se olvidan, son parte de nuestro bagaje, nos conforman. Por eso es preferible portar heridas, marcar a otros con ellas: estaremos luchando, estaremos viviendo... ¿Ser uno más? ¡Nunca! Luchar yo mismo, en mi mundo, con mi empeño, con los míos: ¡Siempre! ¡Eso es vida! Y solo hay una... ¿a qué esperas?

domingo, 19 de julio de 2015

¿Porque lo llaman amor cuando quiere decir sexo?

       
    

Como conquista, premio o satisfacción rápida y cómoda. Hoy llamamos amor a cualquier cosa. Nos aprovechamos, se aprovechan. Momentos rápidos y fogosos, de usar y tirar. Amor que no llena, sino que simplemente engaña: personas convertidas en consumo, en objetos de usar y tirar.

Hoy amor ya no es nada eterno, ni necesariamente llena el porvenir de ilusión. Amor es un gesto, una satisfacción, un desahogo barato de sábado, esperado ansiosamente cada noche de la semana. Y listo. Hasta otro sábado.

Y por el camino se quedan las personas, los objetos... se quedan sin nombre, sin ganas, sin vida, sin rostro. Mujeres, hombres, incluso niños. Obligados o movidos o condicionados o convencidos de que ser útil es disfrutar o hacer disfrutar. Aunque después no puedas sonreir.

Niños condenados a no tener infancia, a no ser felices. A vivir amargados, si es que se puede llamar vida a lo que después les queda: fruto de una sociedad de consumo que no se ruboriza lo más mínimo por robarles la dignidad.

Por que eso mismo es lo que hemos perdido: la dignidad. Y con dinero compras hasta las personas. ¿Comprar? ¡No!: hipotecar. Porque así quedan para toda su vida, mientras otros disfrutan de su progreso.

¿Amor? Hace tiempo se necesita redescubrirlo. Su gratuidad y su innata necesidad de eternidad. Usado como arma lanzadera de acera a acera; corrompido en aquellos que lo han convertido en momento de usar y tirar; recortado en sus ansias hasta que "veamos que no hay feeling". Y sin lucha, sin esfuerzo, sin ganas, sin coraje no hay amor. Sólo hay gusto. Y los gustos son para las comidas, pero no para las personas.

Me gusta estar con las personas, pero debo amarlas. Es un paso más: porque compromete. Porque me lleva a no utilizarlas. Porque las situa en su lugar: en el mismo en el que estoy yo, en el centro de la existencia. 

Sólo una cosa tiene buena, pero sólo para una sociedad de consumo. Pronto captas a quien sólo le gustas y prentende convertirte en un instante; también quien sabe mirarte con ojos de eternidad. Es lo que tiene crear trampas para otros, al final acabas cayendo tu tambíen.  Nuestro amor no tiene sentido, solo tenía instantes y nada de futuro, magistralmente enseñaba Camus en "la peste".
Los pobres, los explotados, ni tienen ni derecho a darse cuenta de semejante utilización, solo tienen la oportunidad de callarse. Y así nos va.

No creo en ese amor barato, corrompido, utilizado contra otros. Creo en las personas que me aman, creo que hay personas a las que solo puedes amar. No quiero creer que ese amor se haya extinguido, como los animales o las plantas. Quiero confiar que el dinero o el placer o el confort nos ha helado el corazón: y algún día la mirada de los cientos de niños o mujeres u hombres explotados nos hará caer en la cuenta para tener la valentia de pedir perdón, reparar el daño causado y hacer posible la única fuera capaz de mover el mundo: de mover nuestras vidas. 

domingo, 28 de junio de 2015

¡Levántate y anda!

                                               

¿Quién no ha vivido alguna vez una situación límite?
Tropezones o encontronazos, pequeños sustos o disgustos morrocotudos; fallecimientos inesperados, lentas agonías; fracasos o decepciones... De pequeños nos pintaban un rosa princesa para ellas y un varonil azul caballeresco. Y, ciertamente, ni lo uno ni lo otro. SI algo quieres, debes luchar por ello. 

Los colores de la vida pronto destiñen. El único color que permanece es aquel que no se va con el surcar de las lágrimas o los roces de abrazos, el que no queda oculto por el polvo del duro camino. Ese único color camuflaje que pretende disimular el casancio, la fragilidad de quien poniéndose la careta de fuerte o "uno más", pasa su discurrir diario entre dos realidades: la que sueña y con la que se tiene que conformar.

Esas lecciones construyen nuestra vida: nos conocemos en esas situaciones que nos llevan al límite de nuestras fuerzas. También en ellas reconocemos a quién llamar amig@s o con quien comprometer la vida. Ell@s ponen significado y sentido a muchos momentos.

Se llenan estos días balcones de banderas que, ¡a ver quien es el primero más progre!, anuncien una forma nueva y humana de expresar la solidaridad con aquell@s más vulnerables. Ciertamente todo signo provoca solidaridad, revulsión o mera indiferencia: como la media luna o la cruz o la hoja de marihuana. 

Dicha bandera quiere expresar solidaridad, acogida, respeto, convivencia... Se amparan bajo ella aquell@s que, sintiéndose no diferentes, experimentan la diferención por una sociedad que tanto el liberalismo como el consumismo han dictado quién es el "homo consumer": unos tópicos que como papagayos debemos cumplir con nuestras vidas. Colores camuflajes: ir a la moda, parecer normal, ser uno más...

Son situaciones extremas que cada persona debe experimentar: su "ser" frente a los demás, frente a la sociedad, frente a sí mismo. Ciertamente, algo nada fácil. SI cada vida es una conquista, el "situarse" también lo es, es el acto más personal, más humano de cada un@... ¿hasta que punto puede valorarse desde fuera el resultado? ¿Qué es la libertad? ¿Tengo derecho a equivocarme? ¿Y si estoy plenamente convencido de que no me equivoco? 

No es fácil, empero, construir una sociedad desde convencionalismos. Y menos desde banderías que siempre han servido para enfrentarse en campos de batalla u oscuros callejones. 
Y me explico: hoy podemos quedar todos convencidos. Pero mañana nos pueden martillear con todo lo contrario hasta que se nos meta en la cabeza. No. Esa es la trampa, el consenso democrático que por las urnas dictamina por temporadas dónde está el bien o el mal. Aquí no hay ni buenos ni malos, o por lo menos, no debería haberlos.

¡Levántate y anda! Sal de conformismo social, olvídate del dictamen que marcan los que venden: se tu mism@. Levántate: no te canses, no te rindas.

Un auténtico humanismo, que sitúe a la persona en el centro. Pero la persona, no sus diversas circunstancias por las que ni eres más pero tampoco menos que los demás. Persona por encima de mercados, de dictámines textiles o parámetros sociales. Una persona teñida sólo de un color: esperanza. Donde cualquier cumbre seguirá siendo un duro éxito, pero donde podremos experimentar la felicidad de poder afrontar esa existencia desde lo que soy, lo que siento y por lo que opto.


miércoles, 3 de junio de 2015

Segundas partes nunca fueron buenas...

        

Al final de la historia te das cuenta de las cosas. Por algo dirán eso de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.

Esa película que esperabas fuera tan intensa como la primera vez o como la del comienzo de la saga; o el encuentro con esa persona que despertaba horizontes inmensos; o regresar a la falda de esa cumbre que creías volvería a ser tan inexpugnable y despiadada en la lucha por buscarle una veta; o simplemente otro atardecer con las mismas disposiciones del anterior, preparado todo para ser o hacer feliz, y se quedó en eso, en deseo.

La vida está hecha de segundas partes: cuando sale bien y te gusta, porque quieres repetir y regresar a esas sensaciones. Cuando sale mal, porque todos tenemos derecho a una segunda oportunidad.

¿Pero merece la pena el intento? Creo que a veces es demasiado caro el peaje. Deseas, sueñas, incluso te desvives y descubres que no te corresponden; o intentas poner toda la carne en el asador, implicarte y complicarte, y no tuviste bastante la primera que volviste a por la segunda, o tercera, o cuarta. O simplemente que te empeñas en darle a quien no lo merece lo mejor que tienes: tu mism@.

Me imagino que debe ser muy sano mandar a la mierda... No por no complicarse, sino para poder descubrir que en la vida puede haber más películas, otras montañas, atardecer en nuevos parajes o, incluso, aquellos que no te tengan o quieran como su segunda oportunidad, sino como la primera que nunca dejarán escapar.

Es cuestión de prioridades: o primero o segundón ¿a qué equipo te apuntas?

viernes, 15 de mayo de 2015

No creo en Dios, pero lo echo en falta...


"Yo no creo en Dios, pero lo echo en falta". Así comienza Nada que temer, las memorias de Julian Barnes, aclamado autor de numerosas obras. Barnes aborda el tema de su irresistible miedo a la muerte. Y escribe: "Echo en falta al Dios que inspiró la pintura italiana y las vidrieras francesas, la música alemana y las salas capitulares inglesas, así como esos ruinosos montones de piedras de los promontorios celtas que en otro tiempo faros simbólicos en medio de la oscuridad y la tormenta". 

Vivir como en tierra extraña... Esa sensación de que algo te falta o de que alguien añoras. Sentimos dentro de nosotros la necesidad de "más". Tampoco sabemos muy bien el qué. Y no es extraño pues que se despierte en nosotros el sentimiento de envidia frente a esas abuelitas que cada tarde ocupan su sitio en pequeñas y oscuras capillas para ir desgranando sus rezos, totalmente convencidas de estar sostenidas por las manos de un Dios que cuida de cada uno como si de un hijo se tratara. 

Sobrecogerse: sentirse en tierra extraña, cuestionado por la propia vida y su futuro, tener sed de algo que no es agua y no logra calmarse. Experimentar que algo más hay y no tener respuesta, y encima se escapa de nuestro control... 

Saberse en buenas manos, poder dormir tranquilo, vivir con serenidad y esperanza. Lejos, claro, de vivir abstraídos de la realidad, porque esas abuelitas también tendrán vida y casa y ahorros y problemas y alegrías... Pero ese sentimiento de "expatriados", de vivir lejos de algo que realmente está constantemente llamándome e interpenlándome, es el que nos agota, nos inquieta, nos hace descubrir que la vida moderna no es tan moderna como pensábamos.

¿Por qué me martillea la conciencia cuando creo que no es del todo bueno lo que hago? ¿Por qué me siento feliz o satisfecho cuando he sabido negarme para afirmar a otro? ¿Quién despierta en mi corazón ese sentimiento de conmiseración frente al que sufre la dureza de la vida? ¿Por qué me emocionan sentimientos de personas ajenas que durante 60 minutos pretenden convencerme de que formo parte de sus historias a través del cine?

No sé qué es Dios, pero parece que forma más parte de este mundo que yo mismo... ¿Que es el amor? Dos que se no se entienden el uno sin el otro. ¿Qué es la seguridad? Los brazos de un padre o madre para su hijo pequeño. ¿Qué es la felicidad? Un futuro compartido. Sólo se conjugan en singular palabras como egoísmo, vanidad, pereza, soberbia... Las otras necesitan un plural.

Eso de Dios también debe ser plural. Él y yo. Nosotros y él. Nuestras preguntas y sus soluciones, nuestros miedos y sus seguridades, nuestro presente su futuro.

"El sobrecogimiento... es más algo que una emoción; es un modo de comprender. Es en sí mismo un acto de percepción de un significado mayor que nosotros... El sobrecogimiento nos faculta para percibir en el mundo revelaciones de la divinidad, para sentir en las pequeñas cosas el comienzo de un significado infinito, para sentir lo último en común y lo simple" (rabino Abraham Joshua Heschel)

sábado, 9 de mayo de 2015

Perseverar en el amor...

  

Quizás la vida está hecha de recuerdos. Aquellos momentos en los que realmente podemos decir: "¡he sido feliz!". Personas, situaciones, hábitos, acontecimientos, miradas, sueños compartidos, satisfacción por la victoria. Entre el armazón de los hilos de la cotidianeidad y los más negros de los fracasos, se entrehilan colores vivos, de corazón henchido, cargados de esperanza.

Esos momentos, sin duda, configuran una vida entera. Uno solo de ellos, merece no la pena, sino una vida. Poder decir "fui/soy feliz". Y guardar esos recuerdos como tesoro preciado, como viento que sigue hinchando las velas del frágil velero que sostiene nuestra vida en el vaiven caprichoso de las olas de un mar envalentonado.

¿Vivir de recuerdos? ¡No! Sino permanecer en lo que realmente hemos amado. Que no sólo tienen que ser personas: situaciones, aspiraciones, sueños. Quisiéramos atar esos momentos para siempre, pero como de tiempo está hecho todo, se nos escapan de las manos. Pero no del corazón. Y ahí, precisamente, es donde permanece el amor. Ya no están, pero sigues amando a esas personas. Y por eso sus fotos, o las flores, o sus cosas, o simplemente sentir su presencia. Has cambiado incluso de vida, pero recuerdas tus manías o las ajenas, los prontos y los enfados, los sueños alcanzados y los perdidos por la almohada... Y, cómo no, esos recuerdos son capaces de sacarte una leve sonrisilla, la de aquel que sabe no se había equivocado.

Permanecer en el amor: seguir luchando. Reconocer que no todo ha salido como lo esperado. Pero saber que cada oportunidad es una puerta: entrar, acomodarse, compartir, convivir, sentir, simplemente vivir.  Y sobre todo, no buscar culpables. El recuerdo te hace feliz o  puede hacer crecer en tí el rencor. Perseverar en el bien: si fuiste feliz, volverás a serlo... 

Los Mandamientos Paradójicos” de Kent M. Keith, ayudan a entender la esencia de la Perseverancia:
  • La gente comúnmente es incomprensible, ilógica y egoísta. Ámalos de todas maneras.
  • Si eres amable, la gente podrá tildarte de egoísta y con motivos ocultos. Sé amable de todas maneras.
  • Si eres un triunfador, ganarás algunos falsos amigos y algunos verdaderos enemigos. Triunfa de todas maneras.
  • Lo bueno que hagas hoy, será olvidado mañana. Haz el bien de todas maneras.
  • Si eres honesto y sincero, la gente podrá engañarte. Sé honesto y sincero de todas maneras.
  • Lo que has invertido años en construir, alguien lo podrá destruir de la noche a la mañana. Construye de todas maneras.
  • Los hombres y las mujeres más grandes, de grandes pensamientos, pueden ser tiroteados por los hombres y mujeres más pequeños, de ideas más pequeñas. Piensa a lo grande de todas maneras.
  • Si encuentras serenidad y alegría, ellos te podrán tener envidia. Sé alegre de todas maneras.
  • El bien que puedas hacer hoy, la gente lo podrá olvidar mañana. Haz el bien de todas maneras.
  • Dale al mundo lo mejor que tengas y eso nunca será suficiente. Da al mundo lo mejor que tengas de todas maneras.

domingo, 3 de mayo de 2015

¿Sabia decisión o "savia" por necesidad?...

                                               
   
Sin duda el correr de nuestros días no es una eterna primavera florida y hermosa. Situaciones de patinazos en el hielo y de escalofríos de nieve, jornadas de sol radiante como una sonrisa entusiasmada o la simple rutina de unas caducas hojas condenadas cada otoño a besar un frío suelo que sirve de pudridera sepultura. La vida misma.

Quizá lo más interesante y consolador que pueda aparecer en nuestros diversos caminos sean aquellas personas "significantes": todos tenemos una definición, una caracterización en la vida de los otros. No somos lo mismo para cada uno, tampoco somos un mero número. Unos verán en mí, reflejada, la confianza, otros la desconfianza; donde algunos saben pueden encontrar un hombro donde apoyarse, otros no quieren ni pisar donde yo he pasado. Pero así también yo: donde en algunos reflejo amabilidad, dulzura, acogida, comprensión, cariño, perdón, en otros puedo etiquetar en la foto de su perfil traición, desengaño, cansancio, mentiras, cara dura o simplemente (¡lo más cruel!) indiferencia.

¿Un ejemplo de todo esto? Los sarmientos que nacen de la vid: todos se necesitan. El tronco de la vid de por sí no da uvas, necesita las ramas, y ellas necesitan la savia que desde las raíces llegan por el tronco. Una vida que se transmite, que se comunica, una ayuda mutua. Todo nace de la confianza, del sentirse seguro. El mero atisbo de la desconfianza es el principio del final.

¿Cómo no sentir esa savia en las personas que te han hecho descubrir lo que simplemente era un sueño o ideal?  "Non coerceri maximo, contineri tamen a minimo, divinum est" (No quedar abarcado por lo más grande y sin embargo contenerse en lo pequeño, tiene que ser divino): eso del amor o del bien o de la confianza o respeto o amistad son palabras demasiado grandes, con significados tan diversos como sorprendente es el pelaje de los humanos seres. Pero ideales tan grandes como esos se concretan en los detalles, en las miradas, en los gestos, en las actitudes. Y algo así tiene que ser divino. Porque si a Dios definen como eterno bien ¿qué si no puede ser el bien eterno como el sentirse feliz, pleno, acompañado, querido, sostenido?  Nos damos cuenta de que esas personas son los reyes de nuestra vida: porque somos protagonistas de sus proyectos, y ellos de la nuestra. Porque no vivimos un anónimo monólogo: formamos parte de muchas historias en las cuales vamos tejiendo la nuestra... 

Eso si. La rama que no da, o acaba secándose o cortándose. No vale con haberlo intentado un día y vivir enganchado a la rutina. Hay que podar, abonar, incluso estar en barbecho. Si la vida cansa, así las personas que no cuidan lo suyo, a los suyos. Los recuerdos son como páginas de un libro que según se va escribiendo necesita páginas en blanco: o el recuerdo (presencia) es fuerte para permanecer o quedará en los márgenes o simples notas a pie de página.

Esta es la vida. Una lucha por lo que quieres, por los que quieres. Una pelea por saber que cada persona y momento merecen la pena. Estar unido, saber permanecer, comunicarse vida, contagiarse esperanza, vivir en la confianza plena. O todo o nada, pero siempre hay alguien a quien coronar como rey o reina o como reyes de nuestra vida. Es cuestión de quitarse la corona de protagonista y darse cuenta de que la vida se vive en plural, no en el cansino singular de lo mío.


lunes, 27 de abril de 2015

Amar en tiempos revueltos

                   
"El amor exige un poco de porvenir y para nosotros no había ya más que instantes", sentencia A. Camus en La Peste. Y es que una cosa es acompañar y otra hacerse presente de vez en cuando. Sabes quién busca lo mejor para ti cuando has sentido su compañía cada día, aunque no fuera físicamente. 

Es la diferencia entre gustar y amar. Nuestra sociedad se mueve en parámetros de gusto: hay que gustar, caer bien, llamar la atención para triunfar. Una sonrisa guapa en un cuerpo escultural abre la puerta, porque gusta, atrae. Otra cosa es lo que contenga en su interior. Pero el escaparate logró su objetivo: vender el producto, aunque después quede olvidado en el fondo del armario. Nada asusta más como envejecer: saber que la fecha de caducidad ha empezado su inevitable cuentra atrás. "El tiempo va cambiando y tu con él caminando".

Nos puede gustar la música, pero el cd sonará invariablemente aunque estemos pasando la fregona, planchando, conduciendo o hablando por teléfono. Pero amar no. Requiere un tú y un yo. Diálogo. Tiempo. Exclusividad. Amar, que no es simplemente respecto a una persona: amamos la vida, los momentos, las personas, a nosotros mismos, nuestros proyectos. 

Lo fácil es gustar, ya que no compromete. Por eso nos gustan determinados programas de televisión, aplicaciones del movil, aventuras, deportes o personas. Pero no las amamos. Podemos apegar demasiado el corazón, nos molestará cuando el corte inesperado de luz o de conexión de internet nos dejen frente a nosotros mismos y una soledad que nos aterra. Pero enseguida regresa esa normalidad que tanto nos gusta. Porque nos entretiene, acalla la conciencia, rellena de cierto entretenimiento nuestros momentos y evita preguntarnos si realmente merecerá la pena todo lo que hacemos. Y lo mejor: no tenemos que cambiar, no es necesario modificar aquellos elementos de nuestra conducta que puedan molestar a otros. 

¿El peligro? Que los gustos cambian. Y lo que te parecía genial, pasado mañana está ya pasado de moda y en el desván. Lo que gusta, cansa. Al final, aburre. Y así el que sólo te gustaba acaba eliminado de los contactos y los compromisos rotos y encrespados. Nada más pasajero que las modas, los gustos de cada época.

Otra cosa es amar. Cuando comes un plato de huevos con chorizo (ese producto tan repelido por musulmanes y judios, pero que con tanto deleite consumen cristianos y ateos) te das cuenta de esta misma realidad: la gallina simplemente ha colaborado poniendo el huevo. Pero el cerdo ha tenido que dar la vida para sacar el chorizo. No les ha supuesto lo mismo para que acabes comiendo parte de ellos. El que ama no se queda en colaborar: se entrega. Y por eso puedes "examinarle" y también pueden examinarte a ti. Si te gusta, ese momento ha servido como válvula de escape, gusto, satisfacción, ha ocupado tan sólo un instante de tu vida: ni pedías ni querías más. Si amas, te sirve como realización, necesita porvenir, futuro, proyecto. 

Amar la vida: ilusión, coraje, valentía, esperanza: cada despertar se convierte en un nuevo motivo para sacar adelante proyectos. La vida no es una losa, sino un trampolín.

Amar el mundo: compartir, contagiar, animar, apoyar, ilusionar.

Amar la verdad: buscar un fundamento, apoyar tus pies en aquello sabes y experimentas que te impulsa y sostiene. 

Amarte: saber que la vida no son instantes, es porvenir. Ese amor puedes o no entregarlo a otra persona o idea o proyecto o realización personal: pero debe ser continuado, con empeño. Cuando no hay tiempo, no hay amor, solo gusto. Y entonces tienes que pararte a pensar si lo tuyo es simplemente que gustes o que te quieran. Si tu medida es que les guste un escaparate o que amen a una persona. 

Amar en tiempos revueltos: cuando todo el mundo confunde amar con gustar, simplificando la vida, pero queriendo vivir más de sentimentalismos baratos que emocionan con lacrimógenas películas pero insensibilizan ante más de 1.500 fallecidos por un terremoto o cientos de familias desahuciadas por un criminal sistema económico.

Por eso cada día, ante cada aventura, cada persona, la pregunta es siempre la misma: ¿instante o porvenir? La solución, depende de la respuesta.

lunes, 13 de abril de 2015

Espérame en tus sueños...

     

"Esperame en tus sueños. Espera allí a tu hijo, madre mía".
Culminaba así Dámaso Alonso su poema la madre, en "Hijos de la Ira".

Espérame en tus sueños... Los sueños. Quizá aquellos espacios en los que somos realmente felices. En los que siempre conseguimos aquello que queremos. Hemos soñado en el tren, o en clase mirando el patio, o embobados y ensimismados, ausentes de la realidad que nos rodeaba. Soñar nos ha mantenido despiertos, nos mantiene vivos. Cada amanecer ya tiene señalada su meta, su reto, su empeño: hacer realidad nuestros sueños. Esa es la luz que ilumina nuestros pasos: tenemos claras nuestras metas, no vivimos al día, apostamos por cada momento, circunstancia y persona. Sabemos lo que queremos, no militamos en el equipo de los resignados o de los pesimistas.

El que carece de sueños, malvive. Son los sueños -nuestros sueños- los que sacan cada día los pies de la cama, los que hacen que tatareemos canciones cuya letra inexplicablemente sabemos de memoria, los que convierten atardeceres en decorado de película. De la película irrepetible de mi vida.

Cada persona, cada proyecto, cada momento... Sólo nos despierta del sueño la horrible pesadilla. Trastoca drásticamente la realidad soñada, nos deja con ojos saltones, taquicárdicos, con mal cuerpo. El suelo acabó fracasado, nos dejó desvelados.

Soñar, ilusiona. Soñar, tiñe de color esperanza el horizonte. Pero soñar también nos sitúa ante la realidad. No todos los sueños se pueden cumplir.

Por eso, a veces sólo se puede ser feliz en ese sueño, sólo en ese momento podremos alcanzar la luna, o ganar la medalla o conquistar almas... Sólo en los sueños. Pero no es un mundo de fantasía, o de alienaciones, o el refugio para perdedores compulsivos que sólo saben ganar en la vida asistidos por la almohada. ¡No! Son los sueños los que nos hacen vivir. Pero no podemos vivir sólo de sueños...

Tocará algún día decir a una persona, o convocar un proyecto, o aunar espectativas y decirles: "Espérame en tus sueños. Te espero en mis sueños..." La felicidad que aquí no puede ser, la paz que no se puede lograr, el bienestar que ansiamos... llegará con la noche, en el momento último del día, cuando al cerrar nuestros ojos nos encontremos con aquello y aquellos que queremos... ¿no merece, pues, la pena soñar?

Así lo expresó un poeta de internet:

ESPÉRAME EN TUS SUEÑOS


Espérame en tus sueños
cada día,
cada noche 
en el insomnio
que transformas en poesía.

En adelante es nuestra cita.

Márcala en el calendario
de tus noches reflexivas
de vigilias calurosas
bañadas de besos,
como ardientes sudores
que recorren tu cuerpo.

Balancea tu alma
en una hamaca,
mientras la realidad 
se desvanece gradualmente.

Lentamente
desnúdate del miedo,
nutre tus sueños de deseos,
de sueños tus deseos,
de cuerpos etéreos,
de caricias quemantes
en la cita que nos dio el tiempo.

Cambia dolor por pasión,
pierde el aliento
mientras guardas
el pañuelo del adiós.

jueves, 9 de abril de 2015

Pisadas en arena, mirada en el horizonte

      


Situaciones, personas, circunstancias. La misma vida está construída por esas pequeñas losas que van fomando el camino de nuestro propio existir. Losas que nos hablan de pisadas de éxitos y fracasos; penas y glorias... aunque, no lo podemos negar, la mayoría sean de simple normalidad, de ir tirando...

Losas en las que has podido patinar, embarrarte, disfrutar. Losas en las que has sentido la pisada amiga de quien no te quiso dejar solo. Losas en las que sufriste la soledad de aquellos pasos que deberían haber estado y prefirieron andar a lo suyo.

La vida misma. Pero tu vida. Donde te das cuenta de que mereció la pena cada paso, aunque no llevara al final deseado. Lugares, personas, momentos que forman ya parte de un pasado pero que necesita un futuro... No simples recuerdos, sino experiencias de las cuales aprender, corregir, perdonar, sentirse perdonado. Construir y avanzar. Seguir enlosando ese camino de la vida, sin quedarse mirando para atrás renegando de unas losas que te hicieron perder la orientación o de aquellas en las que fuiste feliz. La vida continua. Quedarse parado sería la peor solución.

Por eso, el camino es nuestra vida: levantarse, construir, equivocarse, desmoronarse, levantarse... Cada paso habrá merecido la pena, será ya parte de tu propia vida, de tu yo. Tú mismo. Donde podrás reconocerte y donde te reconocerán.

"Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar."

martes, 13 de enero de 2015

La trampa de mal-vivir...

         
                          
                         


Se nota enseguida al que nada tenía preparado. Una vez puedes improvisar. La segunda se nota. En la tercera quedas retratado. El cariño, la cercanía, el afecto, la sinceridad o la amistad no se improvisan. Quien no se acuerda de ti o de tus cosas o fechas destacadas es que no te tiene en cuenta. No se puede ocultar tras la careta del disimulo. Las intenciones quedan al aire.

Sinceridad. Responsabilidad. Saber renunciar a lo propio en beneficio de los que me rodean. Aquel o aquella cuya historia es la única que se cuenta, cuyos problemas si son los realmente importantes, los que convocan en dificultades pero se ausentan en las de los otros. Caraduras, aprovechados, parásitos, jetas... los adjetivos son variados. El resultado es siempre el mismo: cansacio, desilusión. Siempre, claro, por ambas partes.

Quizá la soledad se convierte en trampolín de búsqueda, pero sólo para remedio de una insatisfación. O el carácter o la aparente necesidad o simplemente el intervalo de un tiempo que necesariamente sigue buscando otro compás. No dejamos de ser arpegios fáciles de una sinfonía a la que no servimos más que como mero preludio.

Ser uno mismo, pero luchar por mejorar. Siempre perdonas al que no llega o se despista. Se reconoce al que lo intenta y no llega. No se trata de que todos entren por mi colador, sino de saber hablar, juzgar, perdonar, enseñar, respetar, ayudar...

Vivir, pero compartiendo. Vivir, pero no calculando sólo una meta, sino varias: las de aquellos que forman parte de tu vida. "Rede in te, ibi habitat veritas", sentencia el adagio latino. Descubre dentro de ti, la verdad allí habita... Nada se descubre, todo está ya dentro de ti. Sólo requiere quitarle las capas de soberbia, pereza, ira, vanidad, jucios rápidos, prontos de carácter... 

Sólo eso, pero todo eso...