"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


domingo, 2 de agosto de 2015

Dejar una cicatriz en el mapa del mundo

   
"Quiero dejar una cicatriz en el mapa del mundo", sentenciaba Perkens en La voie royale. Y razón no le faltaba. Sólo el perdedor quiere pasar de puntillas, sin hacer ruido, sin enganchar a nadie ni quedar prendido en nada. Quien siente perdida la vida se entrega a la rutina, ha desertado de la emoción o de la sorpresa, vive encarcelado en los parámetros de lo social, de lo aparentemente normal.

La vida es de los aventureros, de los que no se resignan. En una sociedad nihilista donde nada ya se espera, más que habituarse a ir tirando y resistiendo los embites de la cotidianeidad, sólo el aventurero enamora. Y se enamora. Y luchan. 

Lucha  de guerrillas: las grandes batallas han pasado a la historia. Desde que las bombas nos  asesinan inmisericordes, sin importar rostros o historias, lo que nos queda es la guerrilla. Los pequeños golpes, las insospechadas emboscadas en los bosques o altos de montañas. La sorpresa, lo no calculado, el desarmar en lo inesperado. "Cuando la sociedad destruye todas las aventuras, la única aventura que queda consiste en destruirla" sentenciaba una pintada del 68.

Convertir cada mirada, cada conversación, la mínima oportunidad en aventura: con tu vida, tus gestos, tu acogida. Aventura: una historia de locos, solo para locos. Sin calcular finales ni poner límites a la imaginación. Lógicamente, los calculadores o previsores o comodones o despreocupados han perdido su tren. Aquí sólo cuenta el que con su pequeño fusil sabe dar en el corazón o en la cartera o en toda la frente.

Pero ¡cuidado! la guerrilla no es de trincheras: eso es comodidad. Quedarse camuflado bajo tierra, donde el barro nos sumerga hasta los orejas en el fango de la mediocridad. La vida nos requiere en el pico más alto, en la playa donde el horizonte sea infinito, en esos ojos que sólo calculan eternidad. Donde aventurarse es partir: atreverse a cruzar mares, sueños, poner solo limites al miedo para que quede encerrado en las trincheras del conformismo. "Sólo se descubre un sabor a los días cuando se escapa a la obligación de tener un destino" (Cioran). El aventurero duerme bajo las estrellas, lucha junto al sol, sueña pegado a la luna. No se plantea malvivir con el rezagado o con el calculador... esos ya han perdido la aventura, la epopeya de su vida. Se conforman con ser uno más, con quedar sepultados en el barro de la mediocridad.

Ponerle a cada día sus metas, o dejarse sorprender. Sin asustarse de lo imprevisto, sin menguarse en las dificultas. Vivir revolucionado: saberse vencedor. Afrontar lo inesperado. Epopeyas de descubridores, conquistas de continentes, playas inmensas donde atracar las naves civilizadoras, cordilleras inmensas que tientan a clavar bandera que las corone. "Pienso en despertarte cada mañana, con un beso chulo y una guerra de almohadas. Pienso enamorarte en cada mirada con la sonrisita que yo se que te encanta: que no me puedas mirar del amor que sientes ya, que no quieras dormir sin mi, que no te quieras despertar", canta Dani Martin a las adolecentes que desean construir su teatro vital: el escenario donde desarrollar cada escena.  Y tiene razón: en lo pequeño comienza lo grande. En una mirada, en un encuentro, en un destino que no une casualidades sino aventuras. 

Las bombas sólo dejan cadáveres, la resignación moribundos. La guerrilla inflige heridas, deja marca, no sólo recuerdos. sino presencia viva. Las heridas de guerra nunca se olvidan, son parte de nuestro bagaje, nos conforman. Por eso es preferible portar heridas, marcar a otros con ellas: estaremos luchando, estaremos viviendo... ¿Ser uno más? ¡Nunca! Luchar yo mismo, en mi mundo, con mi empeño, con los míos: ¡Siempre! ¡Eso es vida! Y solo hay una... ¿a qué esperas?

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