"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


viernes, 15 de mayo de 2015

No creo en Dios, pero lo echo en falta...


"Yo no creo en Dios, pero lo echo en falta". Así comienza Nada que temer, las memorias de Julian Barnes, aclamado autor de numerosas obras. Barnes aborda el tema de su irresistible miedo a la muerte. Y escribe: "Echo en falta al Dios que inspiró la pintura italiana y las vidrieras francesas, la música alemana y las salas capitulares inglesas, así como esos ruinosos montones de piedras de los promontorios celtas que en otro tiempo faros simbólicos en medio de la oscuridad y la tormenta". 

Vivir como en tierra extraña... Esa sensación de que algo te falta o de que alguien añoras. Sentimos dentro de nosotros la necesidad de "más". Tampoco sabemos muy bien el qué. Y no es extraño pues que se despierte en nosotros el sentimiento de envidia frente a esas abuelitas que cada tarde ocupan su sitio en pequeñas y oscuras capillas para ir desgranando sus rezos, totalmente convencidas de estar sostenidas por las manos de un Dios que cuida de cada uno como si de un hijo se tratara. 

Sobrecogerse: sentirse en tierra extraña, cuestionado por la propia vida y su futuro, tener sed de algo que no es agua y no logra calmarse. Experimentar que algo más hay y no tener respuesta, y encima se escapa de nuestro control... 

Saberse en buenas manos, poder dormir tranquilo, vivir con serenidad y esperanza. Lejos, claro, de vivir abstraídos de la realidad, porque esas abuelitas también tendrán vida y casa y ahorros y problemas y alegrías... Pero ese sentimiento de "expatriados", de vivir lejos de algo que realmente está constantemente llamándome e interpenlándome, es el que nos agota, nos inquieta, nos hace descubrir que la vida moderna no es tan moderna como pensábamos.

¿Por qué me martillea la conciencia cuando creo que no es del todo bueno lo que hago? ¿Por qué me siento feliz o satisfecho cuando he sabido negarme para afirmar a otro? ¿Quién despierta en mi corazón ese sentimiento de conmiseración frente al que sufre la dureza de la vida? ¿Por qué me emocionan sentimientos de personas ajenas que durante 60 minutos pretenden convencerme de que formo parte de sus historias a través del cine?

No sé qué es Dios, pero parece que forma más parte de este mundo que yo mismo... ¿Que es el amor? Dos que se no se entienden el uno sin el otro. ¿Qué es la seguridad? Los brazos de un padre o madre para su hijo pequeño. ¿Qué es la felicidad? Un futuro compartido. Sólo se conjugan en singular palabras como egoísmo, vanidad, pereza, soberbia... Las otras necesitan un plural.

Eso de Dios también debe ser plural. Él y yo. Nosotros y él. Nuestras preguntas y sus soluciones, nuestros miedos y sus seguridades, nuestro presente su futuro.

"El sobrecogimiento... es más algo que una emoción; es un modo de comprender. Es en sí mismo un acto de percepción de un significado mayor que nosotros... El sobrecogimiento nos faculta para percibir en el mundo revelaciones de la divinidad, para sentir en las pequeñas cosas el comienzo de un significado infinito, para sentir lo último en común y lo simple" (rabino Abraham Joshua Heschel)

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