"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


jueves, 10 de diciembre de 2015

Sentir y dejarse sentir


Quizá una de las actividades más complicadas de cada mañana sea ser uno mismo. Mecánicamente suena el despertador sin tener en cuenta la noche de amor o dolor, de lágrimas o de risas, de miedos o alegrías. Cumple su función: como la cafetera, la edulcorera o el cansino envoltorio del pan integral.
Lo mismo ¿para lo mismo? 

Un rumbo diario, caras cruzadas, escaparates que como camaleones cambian la piel según la tonalidad... Horario, destreza, aventura, apasionarse por la Verdad, ensimismarse en lo tuyo.
Hasta que toca regresar a casa, ese espacio reservado para los festivos o las tardes/noches de laborales.

Y así cada día, cada hora, en cada minuto. Una pasión llamada a conquistar mundos encerrada en despachos, cabinas, clases, tras un ordenador.

Sentir la necesidad de vivir: de compartir, de crecer, de respirar. Ensimismarse al regresar a casa con un atardecer único, erizarse el vello con una mirada o con una respuesta o, simplemente, porque me siento feliz.

Felicidad que no es fruto matemático de mis decisiones, sino apusta decidida por los otros. Nace del compartir, del sentirse juntos, de apoyarse en otro. Sentir que vivo y sentir que puedo hacer feliz, ayudar a construir una historia... Sentir y dejarse sentir.

Volverá a sonar el despertador, pero todo dependerá si sabes algún día sorprenderle. 

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