"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


lunes, 7 de febrero de 2011

no dejar pasar el día, a lo mejor no llega otro igual...

El otro día iba en un amigo en el coche y tenía un autobús justo delante. Pero con la lluvia y los cristales empañados, no conseguía distinguir bien el anuncio del vehículo. Total que se acercó y acercó hasta que casi se la pega, pero consiguió leer lo que ponía: “cada viaje es el viaje más importante de mi vida”. Y echó a andar… el autobús, claro. No acaba de ver claro qué demonios anunciaba. Total, que en una rotonda absurda consiguió dar con él: funerarias de Madrid. El tipo caracterizaba a un conductor de un coche fúnebre. “Vaya modo de anunciarse”, pensó, pero lo cierto es que no encuentro muchos modos más fáciles de anunciar una funeraria.


La vida para nosotros, pequeños y anónimos humanos, suele ser parecida. Más bien anodina: siempre los mismos, siempre lo mismo. Decimos creer en el Amor, pero realmente ¿a cuántos amamos? Decimos creer en la Verdad ¿pero cuántas veces cambiamos de "verdad" por gustos, modas, apetencias...? Decimos ser de fiar, ¿pero cuántas veces nos hemos traicionado a nosotros mismos, cuántas veces nuestras palabras han herido a otros? La vida se va gastando como hojas de un árbol en otoño -que parecen unas pocas sólo al principio pero dejan el árbol pelado completamente- y vamos desaprovechando oportunidades. Por eso si para las funerarias de Madrid cada viaje es el más importante, para nosotros cada persona, cada momento, cada circunstancia deberían serlo también. Cuántas palabras, gestos, llamadas se nos han quedado en el tintero, seco ya de esperar el momento adecuado. Ya decía Gabriel García Márquez: "Nunca dejes de sonreir, ni siquiera cuando estés triste, porque nunca sabes quien se puede enamorar de tu sonrisa". No dejar pasar la oportunidad, decidirte, lanzarte, ser franco, ser audaz, ser veraz... O todo o nada.


Pero luego: perseverar. No dar pasos en balde. No decir "si" para que luego sea un "no". Quemar las velas de las naves para no regresar al puerto de salida. No acostumbrarnos a amar, a vivir en la Verdad, a ser amigo, a ser audaz, a ser veraz.


Había un profesor que viajaba en el metro de Madrid siempre a una misma hora y siempre el mismo trayecto. Al ir cada día en el mismo vagón observó que, normalmente, también allí estaba la misma gente. Se fijó en un chico que estaba en una esquina. En la otra estaba una chica. Cierto día que llovía, la chica traía un paraguas. Al salir del vagón a ella se le olvidó el paraguas y el chico, muy educado, lo recogió y salió detrás de ella. “Señorita, se le olvidó el paraguas”, le dijo muy amablemente. Ella le dio las gracias. A partir de aquel instante se ponían siempre juntos y hablaban animadamente. Pasado un tiempo, el profesor vio que tenían anillos en sus dedos. Se habían casado: ¡y por el azar de dejar olvidado un paraguas! Luego el profesor fue trasladado a otro lugar. Pasados unos dos años volvió a hacer el mismo trayecto y ¡sorpresa! allí estaba el joven matrimonio. Un día en que llovía, a ella se le olvidó el paraguas, y entonces él lo cogió, salió tras ella y le dijo de un modo brusco: “Te dejaste el paraguas olvidado. ¡Cualquier día olvidas la cabeza!”.

¿Cómo devuelvo yo a los demás su paraguas?

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