¡Nos duele el cuello! Pero nos duele más el orgullo. Y por eso no cedemos, nos cuesta perdonar, no soportamos tener que callar nuestra opinión. Son pequeñas cosas, opiniones sencillas, pero ¿no es la vida misma el conjunto de los pequeños momentos? El poso que tenemos que tragar son los sinsabores, el recelo, la desconfianza ¿no es demasiado amargo tener que vivir así?
¡Aunque parezca difícil nuestra vida es más que nosotros mismos! Mi familia, mis amigos, mis proyectos, mis fracasos, mis alegrías... Ahí es donde debemos sembrar -lo que sembremos, será lo que recojamos-, esos son los motivos que cada mañana me invitan a seguir luchando. No centrándome en mi mismo, sino poniendo mi corazón y mis manos y mi vida al servicio de los demás. No buscando sólo mi felicidad, sino haciendo que sea tan contagiosa que se note dónde estoy. Esperanza, serenidad, coraje, valentía, audacia, amabilidad, comprensión, dulzura, buenas palabras... ¿No merece la pena una vida así?