"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


lunes, 3 de marzo de 2014

Audacia: ¡Punto final!


                           

Es fácil exigir responsabilidades, pedir explicaciones, buscar compensaciones.
Solemos recorrer el camino de nuestra vida como únicos protagonistas, valorando muy mucho acontecimientos, personas y actitudes. Sin querer (¡o queriendo!) nos convertimos en jueces, poseedores absolutos de una verdad que los demás parecen no descubrir. Esa verdad la solemos identificar con nosotros mismos. 

Sólo cuando hacen lo que queremos o actúan según nuestras intenciones, son buenos.
Creemos que tenemos una vida complicada, difícil, ajetreada. Actuamos, igual que con los peones de ajedrez, moviendo nuestras fichas, esperando un jaque. Colocamos a la personas como piezas del tablero: según la conveniencia, intentando ganar siempre la partida. Pero palabras como gratuidad, sorpresa, iniciativa, aventura no entran en nuestras variables.

Y al final ¿qué nos queda? Sólo el tablero. Vamos perdiendo las fichas, porque nos las van comiendo la desgana, la rutina, las oportunidades perdidas, las palabras nunca dichas, la sorpresa nunca dada. Los demás tienen la obligación de entendernos, comprendernos. Pero es una actitud que negamos al resto. Como mucho podemos responder poniéndonos la careta de víctimas, de incomprendidos. Echándoles la culpa. 

Actúan incluso como haciéndote un favor. Echándote en cara con su actitud que no sabes agradecer el "¿esfuerzo?".

Por eso, hay que saber romper, cortar, callar, obviar. Aunque duela. No estamos hechos para ser utilizados. Sino para compartir, disfrutar, sonreír, aprovechar, construir. Y lo que necesitas en la vida es quien contagie esas actitudes. Quien nunca tiene tiempo para ti, quizá es porque no te merezca. Quien sólo tiene excusas, realmente te evita. Quien sólo piensa en ti como un cálculo, ha dejado que seas algo más, pero no alguien.

Y la vida no está hecha para eso. Ojalá nuestra meta fuera contagiar aquello mismo que somos: esperanza, ilusión, empeño, ganas de superarse, acogida, perdón, respeto, sinceridad.

Y donde se lee personas, veanse también actitudes, hábitos y actitudes que no nos llevan  ningún lado, más que a la presunción de nuestro propio egoísmo o vanidad.

¿Merece la pena compartir el camino con aquel/aquella que no sabe contagiar sino distanciar?

No hay comentarios:

Publicar un comentario