"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


jueves, 24 de octubre de 2013

tus éxitos son mi futuro...


                              

"Seré tuya sin ti el día que los sueños
alejen de mi senda tu mente creadora,
el día que tu sed
no pueda limitarse al hueco de mis manos.

¡Seré tuya aún sin ti! Dejaré de merecerte
en la cuna encendida que tejieron mis besos.
Se borrará en tus labios la forma de los míos,
y el cielo de tu vida
tendrá un color distinto al de mi corazón.

Pero sabré ser tuya sin nublar tu camino
con la huella indecisa de mi andar solitario.
Me ceñiré a tu sombra, y anudada por ella,
te iré dando en silencio lo más puro de mí.

¡Con qué amarga dulzura repetiré, ya sola,
esos gestos antiguos que pulió tu mirada!
Me seguirás teniendo igual que me quisiste
y acunaré en secreto tu amor eternizado."

(de Ernestina de Champourcin)

No siempre la vida nos permite caminar junto a quienes nos sentimos a gusto. El trabajo, las ocupaciones, la distancia hace que aquello se espera (o a quien se espera o quien nos espera) nunca suceda, por lo menos inmediatamente. 

Pero esta lucha nos cansa demasiadas veces: el egoísmo, el vivir de caprichos o la impaciencia fruto del amor y del querer nos hacen pasar malas jugadas. La soledad es compañera infatigable, luchadora, empeñada en tallarse un hueco en la pétrea dureza de un corazón, el nuestro, que se resiste numantinamente a ella.

La distancia puede vivirse como tormenta. También como esperanza: el que ha  salido, regresará; la que ha ido a luchar, vencerá; quien ha salido al amanecer, regresará con la luna. La vida no es para mirarla por la ventana, esperando golpeen los cristales esas oscuras golondrinas que nunca existirán; sino para salir por la puerta y luchar en cada envite. Todo depende de la belleza con la que te quieras encontrar.

Y así, esa persona, o esa salud, o ese proyecto, o esa batalla, o esa decisión son nuestra sombra, nuestro sueño, nuestra victoria: y sus éxitos serán nuestros, y sus suspiros serán los nuestros, y los recuerdos de ambos el mejor presente, impetrando nuestro corazón sea un eterno futuro. El amor hace grande. El mejor regalo es, sin duda, saber esperar, hacer la espera menos larga. No inquietarse: la meta llegará. 

¡Cuántas patas metidas! ¡Cuánta espera innecesaria con la imaginación empeñada en demostrar lo que nunca había pasado! "Nada te turbe, nada te espante... la paciencia todo lo alcanza" enseñaba la mujer más universal de Ávila. Pero la paciencia es lección difícil de aprender, sus deberes inquietan. Pero su entrenamiento, fortalece. No es mera resignación, es una tarea cargada de sentido, de significado, de nombres. Y sólo por eso, merece la pena.

Ni siquiera la muerte es más fuerte. La esperanza grita que la última palabra no puede ser la de la separación o la ruptura. Debe haber algo más ¡tiene que existir! Pero esto implica la serenidad: ¿Cómo se quiere más, esperando o importunando? ¿Cómo se espera mejor, en silencio esperanzador o en griterío inoportuno de impaciencia? 

El amor requiere el silencio, la espera ansiando el encuentro, el futuro construyéndolo en el presente. ¿Dicen que la distancia es el olvido? Se equivocaron, la distancia es la esperanza de un nuevo encuentro...

sábado, 19 de octubre de 2013

Confiar: vida, futuro y empeño


No es fácil tener fe, incluso hasta puede parecer irracional. Es fácil creer que el ser humano es un salvaje, las guerras y las matanzas del siglo pasado no lo demuestran. Tampoco se hace difícil considerar que la persona es capaz de las mejores hazañas, así voluntarios, misioneros o cooperantes nos lo certifican.

Creer es algo más que asentir o un mero conocer ¿posibles? verdades. Requiere fidelidad, confianza, respeto, entrega. Creer es apostar, es decirle a otro que ya no sois dos o tres o cuatro, sino un nosotros. Sentirse necesitado, hacerse el encontradizo en las necesidades de los otros. Saber que lo que me falta, otros me lo aportan, incondicionalmente.

Asumimos que tiene que haber paz, que el bien debería ser la norma de nuestras acciones. Pero ponerte a creer en otra persona, eso es lo que cuesta. Es reconocer nuestra pobreza, la necesidad existencial de con-vivir. Incertidumbres, temores, esperanzas, sueños, proyectos en común. Creer se convierte en reto, en pasión. En certeza: importas y te importan...

Así lo recogía el pensador y tal cual lo transcribo. Espero sirva...

"Pretendes -eso intuyo- que crea en ti.
Es fácil cuando se queda en pedir,
pero se hace cuesta arriba cuando hay que concretar.
¿¡Amar sin saber qué piensas,
qué sientes, qué quieres, qué buscas!?
No sé qué fe o qué respuesta o qué cariño ansías,
ni siquiera sé qué puedes querer en mi
o qué puedo aportarte
o por qué te has parado en tu camino mendigando mi repuesta;
pero tampoco entiendo por qué necesito fiarme de ti.
Creo en mi cuando consigo la victoria
tras una lucha de horas o días o vidas.
Creo en mi cuando, en la cumbre, 
las humeantes chimeneas acusan
a los cobardes que han preferido perder.
Creo en mi porque me siento juez, parte, amante, 
pensante, 
Pero, ¿creer en ti? Necesito tus brazos,
y tus manos,
y tus palabras,
y tus silencios,
más aún tu mirada,
necesito tu presencia
necesito...
¡Te reclamo entero!
Esa, mi oración de angustia,
que nunca encuentra eco,
que jamás halla respuesta.
¿Se puede vivir así?
Quizá la angustia, la pesadumbre o la inquietud
sean compañeros inevitables de camino,
pero me niego a vivir perdiendo,
no pretendo ser uno más,
ansío ser yo. 
Quizá el problema no seas tu...
Igual lo tengo en mi.
Puede que necesite demasiado,
que pida demasiado,
que espere demasiado...
Pero no puedo luchar contra ello,
mi yo necesita un tu, un nosotros.
Y no es por fiarme de ti, porque tú estás,
sino que llamaba fe a quererme sólo a mi.
Serían pues, mejor, dos caminos,
cada uno el suyo,
donde tu horizonte no se cruzara en mi proyecto,
donde tu presente fuese mi pasado.
Sería más feliz sin tener que angustiarme,
o esperar o clamar o llamar...
Pero por más que camino,
sólo te encuentro...
por más que te evito,
me hago encontradizo...
Por más que me callo,
quebrantas mis silencios...
Por más que lo evito,
siento sólo que me buscas,
y me encuentro, es verdad,
amándote cada día más.
¿Es eso creer en ti?"


martes, 15 de octubre de 2013

Cuando el 'otro' se convierte en 'nosotros'



¿Hablamos, desde cuándo?
¿Quién empezó? No sé.
Los días, mis preguntas;
oscuras, anchas, vagas
tus respuestas: las noches.
Juntándose una a otra
forman el mundo, el tiempo
para ti y para mi.
Mi preguntar hundiéndose
con la luz en la nada,
callado,
para que tú respondas
con estrellas equívocas;
luego, recién naciéndose 
con el alba, asombroso
de novedad, de ansia
de preguntar lo mismo
que preguntaba ayer,
que respondió la noche
a medias, estrellada.
Los años y la vida,
¡qué diálogo angustiado!

Y sin embargo,
por decir casi todo.
Y cuando nos separen
y ya no nos oigamos,
te diré todavía:
"¡Qué pronto!
¡Tanto que hablar, y tanto
que nos quedaba aún!"

(De "La Voz a ti debida", Pedro Salinas).

Nada hay más humano -y a nada estamos tan poco acostumbrados- como la sorpresa. Nos puede sacar de repente de lo habitual un acontecimiento, una noticia. Pero cuántas veces no deja de ser un mero sobresalto. Quien verdaderamente nos sorprenden son las personas. Para bien o para mal. Pero para algo, seguro. No podemos vivir solos, es anti-humano. Nos necesitamos mutuamente: necesito y me necesitan. Es vital querer y que me quieran (y no me refiero al simple amor carnal).

Es verdad que tampoco hay que ser ilusos: En quien pones esperanza e ilusiones, te inquieta su silencio. En quien ni te habías fijado, te sorprenden sus palabras. Por eso, la mejor actitud es vivir desde la gratuidad. Los cálculos en esto, suelen ser erróneos. 

Y así es la rutina cotidiana. El cúmulo de personas que de manera significativa forman parte de tu historia -¡son tu vida!-. Hilos que conforman tu trama, sin los cuales todo se vendría abajo. Cada persona "es" alguien, sin ella sería difícil -quizás imposible- entenderte. Por eso, la sorpresa se trasforma en vida: el silencio se va llenando de palabras, de comentarios. Poco a poco os vais conociendo, hasta que ya vale hasta el silencio. Con una mirada se dice todo ¡Sólo con estar, basta!

Son esas personas de las cuales casi ni te das cuenta de que están ahí -no necesitan medallas ni reconocimientos-, pero sin las cuales todo sería infinitamente difícil. Son aquellas que sabes no te dejan conjugar en singular. Tus problemas son los suyos. Tus sueños, sus proyectos. Tu futuro, su mejor presente. Te das cuenta cuando ya no le miras como 'otro', sino como a ti mismo. Cuando cada conversación es única, aunque se repitan las palabras; si cada comentario te llena, aunque sea ya casi el esperado; si cada mirada te sostiene, alienta o te hace temblar. Cuando pasas el día aguardando ese momento y los minutos son horas esperando y las horas minutos disfrutando... Una persona no es un obstáculo, es un trampolín.

Por eso hay gente que está sola. Sólo le valen sus palabras, sólo importan sus sueños. Sólo cuentan sus proyectos. Gritos, enfados, amarguras, envidias, difamaciones, rencores, cotilleos... es el proyecto de vida de quien se ha decidido afrontar la vida en singular, frente a 'otros' de los cuales nada necesito, más que su anuencia a mis ocurrencias, a los cuales descubro incluso como competidores a neutralizar. En cambio, saberse querido y querer, experimentar el perdón y ofrecerlo sin hipotecas, vivir sabiéndose ayudado y sostenido y queriendo sostener. Vivir en verdadera comunión, como un auténtico pobre que tiene su única riqueza en el otro. No es pobreza vergonzante, sino apasionante: dejarse llenar, colmar, vivir la plenitud de ser. Dios, dicen, creó Adán y Eva, nos hizo pues en plural. No es humillante sentirse necesitado, opino que es 'entusiasmador': mi felicidad está en las manos de los que yo tengo que hacer feliz.

Y ser así no es de tontos o débiles o caras que quieren que se lo den todo hecho.  No podemos pasar la vida luchando contra otros, buscando o escalar o fastidiar o arruinar o creerme el mejor. El mejor eres tú+él+él+él+él... Sólo así salen medianamente las cuentas. Porque para las personas no valen los cálculos, sino querer a fondo perdido. Y sobre todo, compresión. No te querrán como tu quieres o esperas, no cubrirán todos los vacíos que experimentas... pero te querrán a su modo, como saben ¿no hacen ya bastante?

Aprende a vivir en plural... ¡Merece la pena! Es el único camino...

domingo, 13 de octubre de 2013

Saber que estás ahí


        Muchas veces la experiencia nos habla de aprovechados, de los que se sirven de tu trabajo y buena disposición y todavía disfrutan de su 'altura' para recordarte -de vez en cuando- que tú estás por debajo. La diferencia está en que lo conseguido siempre será tuyo, en cambio éstos se quedarán más solos que la una en cuanto cambien las tornas. Pero no perdamos el tiempo hablando de ellos ¡qué mas quisieran!

Otras veces son las propias circunstancias de la vida las que te hacen descubrir que no vales tanto como crees o incluso que tus proyectos se han quedado en agua de borrajas. Experiencias de esas todos tenemos. Tampoco perdamos el tiempo hablando de lo que ya sabemos.

En vez de perderlo, vamos a ganarlo. Cada día es un camino, nos toca optar. Unas veces más decididos, otras con miedo.  Sabiéndote vencedor o dudando a veces del resultado de la partida. Oteas el camino recorrido y puedes llenarte de satisfacción: hay muchas cosas muy bien hechas. Quizá por otras toque pedir perdón y rectificar. Pero entendámonos: no hablo de éxitos laborales o puestos de honor. Me refiero a las personas: cada una es un mundo por descubrir y conquistar. Al volver la vista atrás puedes poner rostro a palabras como amistad, servicio, perdón, gratuidad, fidelidad, felicidad... Sabes que de la misma manera que una persona te saca una sonrisa al recordarla, también a ella le sucede lo mismo.

Pero no consiste todo en ser un mero recuerdo... ¡No! Se trata de ser el mejor presente en esta historia. Saber y experimentar que nunca caerás al suelo porque alguien te sostendrá en el trance. O ya caído, sorprenderte por descubrir una mano desinteresada a tu disposición. Una mano, un hombro o una espalda a la que agarrarse o auparse, un corazón para compartir, un futuro para descubrir. La vida no son los problemas, nuestra vida son las personas. No podemos dejar pasar los días quejándonos de problemas y dificultades, sino disfrutar y ayudar y dejarse ayudar por aquellos que conforman nuestra existencia. Eso sí: tampoco dejemos de denunciar la injusticia. Buenos si, tontos no (por más que nos traten como si lo fuéramos).

La vida requiere, pues, atención. Descubrir quiénes queremos formen parte de mi vida, de quiénes es mejor prescindir y aquellos que están esperando tu mano, tus hombros, tu corazón, tu presencia. A veces no tendrán mucho tiempo, pero si puedes estar seguro de sus disposiciones. Si supiéramos aprovechar cada oportunidad, momento, minuto o persona seguro nuestra vida sería bien diferente. Pero somos como esas tétricas procesiones de Semana Santa con Dolorosa al hombro, nos gusta demasiado que nos compadezcan, que nos entiendan... Vamos demasiado encumbrados en nuestros dolores sin darnos cuenta de que los demás también los tienen, pero se los tragan para mostrarnos ¡regalarnos! la mejor sonrisa.

Decisión: una vez abierta la puerta que sea con todas las consecuencias, una vez emprendido el camino -¡aunque cueste!- que sea hasta el final, una vez entregado el corazón -¡aunque duela perdonar!- que sea con pasión. 

Y coraje: ¡No estás solo! ¡Has abierto tus puertas! ¡Tú mismo has franqueado otras puertas, otras vidas! ¡Disfruta y que te disfruten! 
¡¡¡Merece la pena saber y experimentar que están ahí, que te tienen a ti...!!!

jueves, 10 de octubre de 2013

¿Tiene algún sentido la libertad?

          
   
La vida, es verdad, es un cúmulo de  proyectos y casualidades. Puedes estar años ideando y construyendo un proyecto, poniendo toda la carne en el asador y empeñando infinitas horas en ello, pero muchas veces serán las casualidades las que determinen si tienes 'suerte' o no. Decisiones de otras personas, bolsas de trabajo, situaciones favorables o desfavorables o incluso haber perdido la oportunidad (o haberla sabido ganar). No estamos aquí de casualidad,  poco a poco hemos sido envueltos en una tela de araña que las circunstancias, las oportunidades o la falta de ellas, otras personas y nuestras propias decisiones han ido tejiendo.

Es como Caperucita. Puedes estar toda la vida trabajando para que se coman los demás lo recogido o te puedes sentar y disfrutar lo conseguido... ¿Dónde está la libertad? ¿En el compartir o en el disfrutar? ¿En lo plural (nosotros) o en el singular (lo mío)? Porque el cuento acaba mal, que hay que ser miope para no darse cuenta del cambiazo del lobo por la abuela. La vida es muchas veces igual: vamos tan ciegos, tan empeñados en que nuestras interpretaciones sean la única verdad que no os damos cuenta del cambiazo, de la equivocación. Las meteduras de pata son habituales (incluso necesarias), el error es no darse ni cuenta y que te trague el lobo.

La libertad no es arbitrariedad. No podemos optar de cualquier manera. Todos tenemos un proyecto. Al final, no puedes elegir lo que quieres. Es verdad, somos libres. Pero la sociedad que nos toca, las modas, las costumbres, nos fuerzan a tener un determinado modo de actuar, a conformarnos con pequeñas metas, a desarrollar esa libertad en pequeñas dosis. Somos libres, nos dicen, pero en lo único que puedes verdaderamente elegir es en las personas que quieres formen parte de tu vida, de los proyectos que quieras ir construyendo. No es igual de libre una mujer en Europa que en una dictadura Islámica. Un católico sólo puede tener una mujer, un mormón varias. Y somos todos igual de libres...

¿Cuál es el contenido de la libertad? Debe ser la verdad. Ésta tiene la desventaja de no tener sustituto útil. Quien quiere cambiar la verdad por otra forma de vivir está perdido. Pero la verdad también es la esperanza, la belleza. Y si verdad y libertad están relacionadas, quiere decir que la libertad se vive en la esperanza.

Esa es la clave: esperanza. Al fin y al cabo muchas de las decisiones de la vida son impuestas. Así los horarios, trabajos, religiones, increencias, modas, roles sociales... No queda otro remedio si quieres vivir medianamente en paz asegurando la pensión.

Lo que da esperanza son las personas. Trabajamos por un sueldo que garantice un futuro, esa aporta cierta seguridad. Pero lo que nos hace feliz es tener con quien compartir ese futuro, incluso ese sueldo. Una persona contagia alegría, puntos de vista. Te corrige, te perdona, le perdonas; abre horizontes de futuro, compartes lo mejor que tienes: tu propia vida, lo más preciado. No nos gusta perder el tiempo, pero por una persona amiga, querida, pierdes incluso la vida. La libertad se convierte en la capacidad de multiplicarte: de ser 'tu' en otros, de que tus valores sean las seguridades de otros. Que a donde otros no saben llegar ya has sabido preparar tu el terreno.

La libertad tiene sentido: cuando ese sentido pasa por el nosotros, por lo nuestro. Cuando 'sentido' tiene nombre: el de cada persona que forma parte de mi existir diario, sin los cuales poco 'sentido' podría encontrar... ¿O no es así?

lunes, 7 de octubre de 2013

Volver a soñar

 
Es verdad que muchos sueños se quedan en eso. Proyectos de la imaginación, cual castillo de naipes que tras el primer toque del despertador se desmorona irremediablemente, día tras día. Otros sueños acaban en pesadillas. Y otros, que podían parecer eternos, duran lo mínimo para poder añorar un rescoldo de felicidad.

Así es nuestra vida: el cúmulo de sueños que fueron, que nunca serán y que jamás sucederán como yo quiero. Y además, son estos últimos sueños los que más nos hacen sufrir: nos imaginamos lo que no hay, lo que debería haber, lo que a me me gustaría... Y claro, nunca sucede. Nunca te dicen esa palabra. Nunca entendieron esa mirada. Nunca se plantearon esa llamada.

Por eso, seamos realistas: lo mejor es vivir despiertos. Las personas no son sueños. Son parte de la historia de mi vida, de nuestros quehaceres. Lo bueno, lo malo; lo que me atrae, lo que me distancia; lo que perdono, lo que me perdonan. Nadie es de película. La trama diaria está llena de comedia, drama, epopeya, tragedia, romanticismo, incluso de belicismo. De los sueños, se despierta. Pero de la vida, nunca. No podemos pues apoyarnos en sueños, sino en aquellos que ya forman de alguna manera parte de nuestra vida. Es verdad que no serán los mejores, no tendrán todas las cualidades que buscamos, no llenarán todas nuestras ansias... ¿Y? Cada persona es única, por eso cada uno aporta algo único, especial, diferente, grande. Como nosotros a ellos.

Por eso, cuando aparece alguien en tu vida que tiene pinta de ser especial, se te disparan los resortes. Quizá la casualidad o un encontronazo o una presentación, la vida misma. Un horizonte nuevo a descubrir, mil distancias que salvar. Y una vida, la tuya propia, que tanto te ha costado ir tejiendo, y que se presenta para otro como un puzzle a recomponer. Es un empezar desde la nada, -casi desde el 0, sabiendo que ya tenéis el 10- pero poniendo significado a la confianza y al conocimiento mutuo, sabiendo despejar interrogantes, dudas o malentendidos. Intentando que no se repitan errores, aprendiendo de lecciones pasadas. Queriendo ir rellenando vacíos y silencios. Sabiendo aprovechar cada momento, haciéndoselo disfrutar al otro. Cada vida es única, cada amistad -por tanto- irrepetible también, con unos límites que otros no tendrán, con unas barreras salvadas que otros si se encontrarán. 

Lo mejor es dejarse sorprender. Quien sorprende, gana. A quien sorprendes, le ganas.
¿Hemos sido ya derrotados en la batalla por la rutina, la indiferencia o los miedos? 
¡Conquistemos la vida, construyamos nuestros sueños!