"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


miércoles, 20 de mayo de 2009

Una buena digestión...

Comentaba el filósofo Xavier Gafo que nuestra cultura ha cambiado los términos: ahora es "muerte" lo que antes era "sexo". Hace unos años el "sexo" era tabú, ¡Dios te librara! En cambio todo esa batería de prejuicios ha pasado en bloque a la muerte: no se puede hablar de ella, se adorna de mil maneras, en los tanatorios todo parece sala de reunión familiar/amistad hasta que te das cuenta de esa pecera con ataud dentro, ante el que haces un acto de fe creyendo que el finado está ahí metido. Todo se quiere hacer con celeridad para que la "familia no sufra", todo rápido, con prisa. ¿Y cuándo llegues a casa y encuentres ese lugar vacío? ¿Tirarás la cama por la ventana, la silla de la cocina a la basura, el sofá de la salita al vertedero, su recuerdo del corazón?

Necesitamos gente apasionada por la verdad, por la vida. Una vida que no puede terminarse con la muerte, sino que es un simple peaje. "Morir se acaba, es cerrar los ojos a este mundo y abrirlos en otro" decía Martín Descalzo.

Por eso vivimos en un mundo ciego: no quiere reconocer la verdad, lo que va a pasar y prefiere enredarse en otras lides. Mundos como "Física y Química" en la que cada 10 minutos hay cama; como "El Internado", donde nada es como representa; mundos como "OT", "GH", "Supervivientes" donde para ser 'normal' hace falta hacer el anormal, eso sí: con mucha audiencia, "que mola mazo".

Por eso pedimos como santo Tomás Moro: "Danos Señor una buena digestión" porque este mundo no hay quien se lo coma.

Pero es aquí donde tenemos que vivir, trabajar, y hacer algo por los demás. Esforzándonos por el mundo de la realidad, no del placer para olvidar. En el mundo de las personas y no en el del sexo-objeto. Un mundo de vida más allá de la muerte.

Un mundo que pide testigos: ¿Estamos dispuestos?


"El tiempo"
No pierdas tu tiempo,
aprovéchalo,
vívelo,
no lo desperdicies.
Dale
a cada hora que pasa
su interés,
su razón, su vida.
Distribúyelo bien,
para todo,
para el trabajo, para el descanso,
para la diversión.
El tiempo no tiene desperdicio,
tiene un valor inmenso,
sabiendo usarlo;
gastarlo.
Procura darle alegría,
en todo momento,
ámalo, empléalo,
siempre para el bien.
Alegra tu tiempo, tu vida,
santifícalo,
hazlo grato,
vívelo...
Luis Menéndez Díaz, "Lumen".

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