"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


miércoles, 3 de junio de 2009

La dialéctica, ley evolutiva del Absoluto

El título promete, je, je, je...
Es título básico de la filosofía romántica, perteneciente a Hegel. Al pobre le preocupaba llegar a conocer lo/el Absoluto. Para llegar a semejante grado de conocimiento quiere usar de la razón, razón que es esencialmente dialéctica. Cómo hacerlo posible es fácil:
1.- Afirmación o tesis. Posición inmediata del concepto.
2.- Negación o antítesis. Negación del concepto.
3.- Síntesis. Recuperación del concepto.
Por eso, para Hegel no hay tarea mejor que la discusión, que construye, que es sabia.
¿A qué viene esto? Pues a algo tan sencillo como que nuestra sociedad ha perdido el arte de discutir. Hoy todo el mundo tiene su parte de razón y no hay quien la mueva. Nunca se estudió tan poco y nunca fuimos tan "fundamentalistas" en nuestras ideas.
Asistimos a un mundo de "carácter estomacal": enseguida perdemos los nervios, pronto ponemos la lengua a cortar cabezas, en un segundo tenemos que tener la razón y buscar personas que nos la den. No nos gusta discutir; no nos gusta que nos quiten la razón: queremos ser siempre protagonistas, y esas películas -sinceramente- aburren.
¿Qué necesita nuestra sociedad? Recuperar el valor de lo Absoluto frente al personalismo exagerado y asqueroso imperante, en el que priman los valores de coorporación dermoestética. Recuperar espacios de diálogo, de filosofar con la vida. Eso sí, quitando de en medio esos pseudointelectuales que como no tiene aceptación en otras facetas de la vida se las dan de list@s y no se dan cuenta de que no tienen ni idea de lo que hablan. No hay más que encender la tele o salir a dar un paseo por este mundo "agónico" (en sentido Unamuniano). Necesitamos beber de la verdadera sophía que es capaz de inspirarnos la Verdad. Bebamos de la sabiduría de las musas aunque por ellos tengamos que restar años a nuestras vidas: la ocasión lo merece.
¡Oh musas, oh altos genios, ayudadme!
¡Oh memoria que apunta lo que vi, ahora se verá tu auténtica nobleza!
(La Divina Comedia,
Dante, Infierno II)

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