"No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)


jueves, 11 de junio de 2009

¡Sólo apto para valientes!


Situamos nuestra acción en Nueva York. Una multinacional ha construido dos grandes rascacielos como símbolo de su potencial económico. Para inaugurarlos piensan en algo que les dé mucha publicidad: acuerdan contratar a un famoso equilibrista para que cruce los 30 metros que separan ambos rascacielos. De paso el equilibrista entraría en el libro “guinnes” de los récords.

Allí empieza la función. Ante el asombro de la multitud presente se extendió una cuerda que completó desde la azotea la distancia entre los dos edificios. Entre los aplausos del público apareció el equilibrista: “¡Gracias por venir! Gracias por confiar en mí, con vuestro apoyo seguro que esto será más fácil.” La gente aplaudió a rabiar; él extendió su barra de equilibrista y en un momento cruzó por aquella cuerda. “¡Gracias a todos esto ha sido posible!” La gente seguía aplaudiendo. “Ahora voy a volver a cruzarla, pero esta vez sin barra…” El público se sorprendió, pensando que esta vez si sería muy peligroso, pero una vez más pudo cruzar guardando el equilibrio con sus brazos. El estallido de aplausos, vítores, aclamaciones fue general. El equilibrista estaba en pleno apogeo, era un éxito rotundo. “Pues ahora viene lo mejor: ¡voy a volver a cruzarla pero esta vez voy a hacerlo llevando un carretillo por la cuerda!” La gente pensó que el éxito se le había subido a la cabeza, y se comenzaron a reírse de él. “Ya sé que podéis pensar que estoy loco, pero con que sólo uno de vosotros confíe en mí yo podré hacerlo. Sólo necesito el apoyo de uno de vosotros!” Entre el público todos se miraban unos a otros y enseguida saltó un espontáneo que le gritó: “¡Ánimo, yo te apoyo, yo estoy contigo!”. El equilibrista, contento por el apoyo, le contestó: “Gracias, amigo, por apoyarme. Ahora sólo necesito que subas hasta la azotea y que te subas a la carretilla para cruzar juntos la cuerda.”

La Historia cambia. Hoy es la Vida misma quien te invita a subir a estos rascacielos. A uno lo llamaremos “vida ordinaria” y al otro “la fuerza necesaria para afrontarla” ¿Es posible unirlos? Necesitamos la confianza, el fiarse absolutamente de los demás. Por eso vamos nosotros a intentar dar esos tres “pases”…

No es difícil confiar. La vida nos enseña que no todo es tan fácil como podíamos pensar. Creemos que nos vamos a comer el mundo, que no va a existir problema que pueda con nosotros, pero cuando menos nos lo pensamos viene el golpe de realidad. Todos hemos necesitado un brazo que se apoyara en nuestros hombros para darnos ánimo, esperanza, coraje. Todos lo hemos experimentado en un amigo, en un familiar...

El problema es cuando en este segundo viaje se nos pide que lo hagamos sin la barra de equilibrio… Necesito mis “flotadores” para no hundirme: mis juicios, mis criterios, lo que yo pienso, lo que yo digo, mi forma de ser. Si creemos que los demás nos pueden ayudar lo tenemos que demostrar. No es tan fácil dejar esa barra en el otro edificio, es difícil fiarse completamente de los demás porque no sabemos qué nos va a esperar en esa cuerda. Pero si nunca lo intentamos nuestra confianza/amistad se habrá quedado en “la historia que nunca fue y pudo haber sido”. O fiarme un poco más de los demás o fiarme de mis “criterios”…

Cuando hemos dado este paso nos queda el último, el del Joven Rico que enseña el Evangelio que nos leen en las Misas: “anda, vende todo lo que tiene, dáselo a los pobres y luego sígueme…” Es cuando me doy cuenta de que no soy tan libre como creía: soy esclavo de mi mismo, de lo que tengo, de lo que hago, de lo que piensa la mayoría, de lo que dicen. "Dios"(la Vida) me quiere libre, con el corazón en el pecho y no en mis cosas, con la cabeza sobre los hombros y no en imaginaciones de lo que podría haber sido y nunca fue.

¿Qué necesitamos? Valentía y confianza.
¿Estamos dispuestos a cruzar los rascacielos?

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