No andes delante de mí, puedo no seguirte.
Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo"
(A. Camus)
martes, 20 de diciembre de 2011
¿Qué significa la Navidad?
martes, 6 de diciembre de 2011
¡Qué difícil es ser "uno"!
sábado, 26 de noviembre de 2011
el reto de ser "yo"
En ese contacto con el otro ponemos barreras: ¿hasta dónde estamos dispuestos a que los demás nos interpelen? Vivimos un momento de sermones: todo el mundo habla, bloggea, llena de palabras el vacío. Pero eso nos resbala: nos importan los hechos. Ya no nos conquistan los poemas de Bécquer, sino Nadal en la pista o Alonso en el circuito. Hemos pasado de las palabras a las sensaciones, de las razones a los sentimientos, de las convicciones a las pasajeras modas. Por eso el “Tú” cada día tiene menos importancia, sólo vivimos para el “yo”, para mí mismo, en un círculo vicioso que tiene su comienzo y final en la misma persona: cada uno.
Así, palabras que antes clarificaban el acercamiento entre el tu y el yo se han prostituido al primer postor que apareció:
- Amor, ya sólo es sexo de aquí te pillo aquí te mato o como mucho dos amores: el que guardo por si un día aparece alguien y el que gasto cada finde;
- Palabra, que antes nos llenaban de seguridad porque no era lo mismo lo que te decía un mero conocido que un amigo de verdad: sus palabras las guardabas como en un pañuelo el recuerdo del ser querido, las grababas en el corazón y a lo mejor al cabo de los años se las tenías que recordar: “¿te acuerdas de cuando me dijiste…?”, Palabras que nos llenaban de consuelo cuando tu ser familiar más querido simplemente te decía una cosina, cuando la persona a la que amabas te decía te quiero… Hoy las palabras vuelan: ¡vale más una imagen que mil palabras! Las palabras se multiplican en mensajes de móvil, de whatsApp, en publicidad, anuncias, televisiones, radios: palabras + palabras + palabras ¿Y dicen algo? Mayoritariamente nada, sólo nos sirven para tapar el vacío –el silencio- que poco a poco hemos ido creando en nuestra vida.
- Relación, que llenaba el corazón de esperanza e ilusión, de complicidad. No valían todos para una relación. Hoy relación es ya cualquier cosa que puedes buscar por internet para no pasar la noche aburrido…
- Corazón, lo más sagrado, lo que te podían romper o conquistar, donde guardabas lo más importante de tu vida. Hoy cuántos andan con él en la mano ofreciéndolo como mercancía, nos hemos perdido de tanto filosofar sobre el amar y nos conformamos con tirar, nos hemos olvidado de ser felices y nos basta con satisfacer impulsos…
¿Y por qué? Sencillo. De repente nos hemos dado cuenta de que el mundo estaba en nuestra mano: progresamos tanto en tan poco tiempo que por un momento creímos que éramos Dios, que esa etapa de la humanidad de creer en “algo superior” estaba pasada. Ya no hacía falta religarse a un Dios: ¡Dios somos nosotros! Y entonces nuestro mundo cambió: nos creímos dueños de todas las palabras, de todas las respuestas, de todas las razones, de todos los criterios… Y al cabo de los años nos hemos encontrado que nos hemos quedado sin respuestas y sin razones. La vida nos enseñó que no es tan fácil como parece y que es imposible manejar todas las situaciones, y que ante determinadas situaciones no supimos responder, nos quedamos sin palabras, nos quedamos impotentes, encogidos de hombros: “y ahora ¿qué?”
Y con esto no quiero decir que ese Dios sea simplemente las respuestas que no tenemos a determinadas preguntas y así podamos estar más “tranquilinos”. No. Ahora Dios no me interesa. Sólo me interesa ser nosotros mismos: “Yo mismo”.Ese es el reto de nuestra sociedad. La autenticidad de nuestro ser personal. Y esto es lo más difícil. Lo fácil es llenarse de palabras, prisas, jaleos para no escucharnos a nosotros mismos. Pero esa es la aventura: descubrir en nosotros la “nostalgia del tú”. Pararse frente a los que forman parte de nuestra vida, de aquellos que queremos sean importantes. Descubrir cómo ellos me hacen ser lo que soy, feliz, valorado, querido, o simplemente “yo”. Y cómo mi vida puede hacerles a ellos lo mismo.
Ser y tener. Tengo mis manos, mi corazón, mi vida, mis palabras. Y eso lo entrego, no son mi yo: mi yo auténtico es la relación. Te entrego mis manos, te regalo mi vida, te ayudo con mis palabras. Me doy en la relación, construyo dándome, regalándome. ¡Quiero que mi ser sea tuyo!
El reto de la sociedad del S. XXI es descubrir realmente qué es el hombre, y hacia dónde caminamos, cuál es nuestra meta, el final de nuestra Historia. Frente a una sociedad infeliz consigo mismo porque nunca llegará a las pequeñas metas: nunca seremos tan felices como creemos, nunca tendremos tanto dinero como deseamos…
¿Cuáles son tus metas? ¿Cuál es tu yo? ¿Quiénes son los “tú” en tu vida? ¿A cuántos dejar formar parte de ella? ¿De cuántos usas y abusas? ¿Cómo son tus relaciones, amores, palabras?
sábado, 22 de octubre de 2011
¿Y a esto lo llamas amor?
Hoy os invito a que nos detengamos. Que nos paremos juntos a pensar… y que nuestra meditación tenga el mismo camino, el que marca el amor. Pero no tanto en lo que es amor ni en cómo lo debemos vivir o no. Podríamos preguntarnos ¿cuándo nosotros decimos amor, qué entienden los demás? ¿Es nuestro amor lo que los demás llaman o dicen que es amor?
Nuestra sociedad de hoy es relativista ¿en qué sentido? Todo está bien o todo está mal,depende quien lo mire. Lo que a ti te parece lo bueno, a tus hijos les puede
parecer malo: y aquí empiezan los líos. Todos creemos tener la suficiente
capacidad como para decidir en cada momento qué es lo que necesito: porque
quiero ser libre. Por eso hoy nuestra sociedad es débil: nos cuesta perseverar.
La gente se casa, pero al cabo del tiempo se cansa y se pretende romper el
matrimonio ¿es porque la gente es mala? ¡No! Sino que simplemente respira este
ambiente: yo no soy feliz, para qué voy a luchar si puedo seguir buscando. La
maldad no está en el ser persona sino en qué camino usas para llegar a encontrar esa felicidad que todos tenemos. Y cuando digo matrimonios, pues también entran compromisos de trabajo, amistades,contratos… Hoy todo vale ¿por qué?
Sencillo: hemos creído que “todo es relativo, no hay que ser cabezón, que las cosas cambian”… Y cuando nos caímos de la burra nos
dimos cuenta de que los que hemos cambiado hemos sido nosotros.
Más aún: preferimos perder antes de esforzarnos. Nos gustan las satisfacciones inmediatas: vemos una cosa en la tele y la queremos ahora, tenemos un capricho y queremos que sea ya… No nos gusta luchar, nos cansa, enseguida empiezan las dudas de que si seré capaz, que si podré, que si no meteré la pata… Preferimos una derrota digna antes de esforzarnos, luchar,pelear. Esta sociedad se ha hecho muy comodona: todo nos da igual, cada uno tiene su vida, yo voy a lo mío… Hoy está de moda la lucha de los indignados en contra del sistema… ayer fue la revolución del 68 y la ruptura de los tabúes… mañana será otra cosa. Vivimos a salto de mata, a salto de emociones: enseguida los sentimientos mueven masas (la lucha por la igualdad, impedir desahucios,alimentar hambrientos). Por supuesto, esto está muy bien. Pero ¿es este el amor que realmente necesitamos? No, porque seamos realistas: nos quejamos de que “la divinidad” ha desaparecido, que no nos ayuda, que no nos echa una mano, que nos ha dejado abandonados. Pero ¿no somos nosotros los que le hemos dicho a Dios ‘fuera’? Aquellos Adán y Eva –nosotros hoy- vivimos siempre la misma tentación: seréis como dioses… Quiero tener la razón, quiero decidir, quiero hacer
las cosas como me gustan… Le hemos dicho a ese ser creador que su amor no
es el nuestro y nos hemos entregado en brazos de un amor que nosotros mismos
hemos creado: egoísta, avaricioso, soberbio y rencoroso… Hemos creído que
construíamos un amor nuevo y nos ha resultado un engendro… Pero para ir tirando
parece que a muchos les basta… Y este es el drama. El amor ya no tiene implícita la Justicia, es sólo sentimentalismo, muchas veces aprovecharse, otras beneficiarse...
¿Hasta dónde llegar? ¿Cuándo hay que parar? Incluso esta pregunta se ha formulado
muchas veces. ¿Dónde está el bien, el amor? Pues en algo sencillo, nos dirán
algunos pensadores: en considerar si lo que estás haciendo podría ser la norma
para todos, si tu forma de ser podrías ser la del resto de los hombres y
mujeres.
Pero este es otro problema: ¿Es el amor verdadero un mero ser buena persona? ¿Es el
amor simplemente un responder cada momento a cada necesidad, según vayan apareciendo?
La respuesta es sencilla: si, pero no. Si: hay que ser buena persona, intentar
hacer el bien, hacer la vida agradable a los demás, hay que luchar por la justicia…
Pero: no vale simplemente con hacer, hay que vivirlo. Y esta es la diferencia
principal. A ti tus padres no te pidieron permiso para nacer, eres fruto del
amor que un día se tuvieron. Pues así nosotros: el amor no espera motivos para
actuar, se adelanta, prevé las situaciones, sabe estar atento… No le hace falta
plantarse en medio de las plazas de acampada, porque es un amor desde el
silencio, no se hace propaganda, no busca recompensa. Sólo actúa. El amor –escriben-
es hacer a la otra persona eterna; amar es saber que mi vida ya no es un “tu” o
un “yo”, sino un “nosotros”. Amar es hacer que el horizonte de tu vida tenga
nombre, rostro; porque al horizonte nunca se llega y el amor es igual: nunca se
agota, nunca cansa, nunca agota… >Ese es el amor. El amor sí podría ser una
fuerza para el bien, pero nos hemos quedado con el amor fácil, el del fin de
semana…
domingo, 16 de octubre de 2011
la pelea de cada día
Y es que este es también el reflejo de nuestra vida. ¡Cuántas veces también nosotros nos hemos visto en el desierto, en la soledad, en la desesperanza! En muchas ocasiones nuestra vida ha acabado al lado de una botella de agua cerca de la bomba de agua. Pero qué difícil es dejarse ayudar, confiar en los demás. Es muy fácil confiar en uno mismo, creer que todo lo sabes y que con todo puedes. Pero en el desierto te das cuenta de que tú solo no podrás llegar a la salida, que es necesario confiar, abrir el tapón de la botella de tu vida y vaciar su contenido. Pero es tan difícil quedarse sin nada, en la pobreza más absoluta, en la indigencia más extrema… ¡que queda de mi yo, de mis cosas, mis criterios, mis…, mis… !
Pero entiendo que lo difícil es fiarse ¿de quién? ¿y por qué? Pero eso era de la semana pasada.
Hoy sólo invito a pelear: La vida es de los que luchan, de los que se esfuerzan. La vida es una guerra ganada, pero nos toca a cada uno ganar cada batalla de la vida, de los pequeños momentos. Me gusta una cita de uno de los contestados santos del siglo XX: “si los perros ladran en tu camino, ¡desprécialos” Simplemente genial!
Por eso escribía Miguel Hernández:
“Quien se para a llorar,
quien se lamenta contra
la piedra hostil del desaliento,
quien se pone a otra cosa que no
sea el combate,
no será un vencedor,
será un vencido lento”
domingo, 9 de octubre de 2011
No me gusta que me digan lo que tengo que hacer
Pero, en cambio, si algo nos eriza el vello es cada vez que alguien nos dice cómo tenemos que hacer las cosas. Enseguida el duendecillo de la soberbia que todos llevamos en nuestro interior nos hace preguntarnos: ¿pensará que soy bobo? Nos sentimos heridos en nuestro amor propio, en nuestra línea de flotación. Nos gusta tenerlo todo controlado pero que no nos controlen…
Por eso vemos que no es tan difícil decirle a Dios y a los demás que no. ¿Es Dios simplemente un cúmulo de normas, de mandatos, de reglas? Siempre diciendo cómo hay que portarse, qué es lo bueno y qué es lo malo… Preferimos ser libres a nuestra manera, modo, estilo. En fin, ¿si yo no hago mal a nadie, por qué no puedo vivir como yo quiera? ¿Por qué los demás están tan preocupados de cómo vivo o qué hago?
Es verdad que esto puede esconder una realidad más habitual de lo que pensamos: justificarme. Y este es el problema: sólo nos damos cuenta de quienes somos nosotros cuando nos vemos en relación con los otros. El otro despierta mi conciencia de ser: o sea, cuando me siento amado, escuchado, interpelado todo eso despertará sentimientos en mí mismo que yo mismo no me podría provocar... Gracias al otro somos. Por eso justificarse es encerrarse en el egoísmo, en creer que después de todo los otros no son tan importantes. Hemos usado de ellos, por tanto abusado. Sartre en "A puerta cerrada" pone en boca de Garcin la siguiente afirmación: "No hay necesidad de parrillas. ¡El infierno son los otros!"...
sábado, 1 de octubre de 2011
¡Que le den a los jueces!
Iban dos monjes budistas de camino regreso a su monasterio. Habían pasado el día con oraciones de purificación, recogiendo limosnas… En su camino se encontraron dos mujeres que habían caído al río. Las pobres iban tan cargadas que ni a trompicones podían salir. Uno de los monjes se acercó a ellas y dándoles la mano fue sacando una por una. Terminada la buena acción los dos monjes retomaron su camino.
Pero al llegar al monasterio el monje que no había ayudado le dijo al otro: “hermano, tú no puedes entrar en el Monasterio porque has tocado a aquellas mujeres, debes purificarte antes.” A lo que el monje protagonista le respondió: “Hermano, creo que el que debe purificarse eres tú, porque yo a aquellas mujeres las dejé en el río, pero por lo que veo tú te las has traído en el corazón”.
Generalmente en la vida no somos protagonistas de demasiados sucesos importantes, más o menos, vivimos lo de siempre y como siempre. Hay momentos en la vida más alegres o más costosos. Pero la tónica general es la normalidad.
En cambio, sí somos testigos de muchos más actos que suceden a nuestro alrededor. Incluso interactuamos con ellos, nos convertimos en protagonistas. Sucesos en nuestras familias, con nuestros amigos, noticias buenas o malas que de algún modo nos afectan…
El problema de hoy es el punto de vista desde el cual afrontemos esa realidad:
1. Podemos ver la vida desde nosotros mismos. Somos meros jueces. Fulanito ha robado en una tienda, como robar es pecado, Fulanito es culpable. Y se acabó. No hemos hecho mal, simplemente hemos actuado según la norma… Mi pregunta es ¿eso es lo que esperan los demás de mi?
2. Podemos ver la vida poniéndonos en el papel, en el pellejo del que nos están hablando… ¿Porqué Fulanito ha robado? ¿Por qué ha/han actuado de esta manera?…
Os invito esta semana a preguntarnos en serio: ¿En qué papel me pongo cuando juzgo? ¿Soy misericordioso? ¿Soy prudente? ¿Me descontrola mi genio? ¿Me traiciona el egoísmo? ¿Me puede mi amor propio?
No se trata de ir por la vida tan de buenos que parezcamos tontos. La maldad existe, y hay determinada gente que obra por ella. Pero hay que tener en cuenta al hombre: sus condicionantes, sus relaciones sociales, su ambiente y educación. Ni todo es tan fácil ni todo tan complicado. Pero siempre hay que oir las dos partes. No podemosir sembrando la duda entre los que viven con nosotros, debemos demostrarles que se puede fiar, que tienen quien les apoye ¿es lo que nos nos gustaría a nosotros, no?
Este mundo no necesita jueces, necesita milagros: comprender, apoyar, respetar, sanar, curar, perdonar… Sentencias siempre hay, lo que le faltan son hechos: el mundo nos espera. Evitemos juzgar y condenar... ¿Estamos dispuestos a hacer de nuestra vida un milagro para los demás?
domingo, 25 de septiembre de 2011
No me da la gana
¡Cuántas veces ésta ha sido nuestra contestación! Somos – o eso nos creemos- señores de nuestra vida, de nuestra libertad y como tal decidimos: ¿Tiene que ser ahora? ¿Tiene que ser así? ¿Hay que hacerlo de esta manera? Y no es que terminemos aquí, sino que a veces hasta nos enfadamos porque no ha sido como nos hubiera gustado a nosotros, porque parece han venido a robarnos nuestro tiempo...
Así es la vida: una lucha de contrarios, o tú o yo y a ver quién gana. Cuántas veces escuchamos: aquí sólo triunfa el fuerte, aquí sólo progresa el cara, ésto ya no hay quien lo arregle. Es un mundo ¿verdad? descolorido, triste, por más que nos vistamos de colores para disimular. A este mundo le falta algo, y creo que es algo sencillo: una simple respuesta.
¿Quién alguna vez no ha sentido “remordimiento”? Pero no por meter la pata, o ser despistado, u olvidarnos de algún cumpleaños, no, no: Porque sabemos que en determinado momento lo hemos hecho mal y además sabíamos que era así. Pero para no acordarnos del remordimiento: ala, a buscar a quien echar la culpa que es más divertido y por eso cuando nos paramos y miramos para adentro escuchamos lo que no queríamos oír: “porque miras la paja del ojo ajeno y no ves la viga en el tuyo”.
¿Es malo tener remordimiento? No, es sanísimo: es como quitarse kilos, pero esta vez de egoísmo. Si quitas el remordimiento quiere decir que eres como una naranja que se va pelando: se le va quitando lo más “ácido” (¿y qué es eso sino el lo que algunos llaman "pecado"?) para que todos puedan disfrutar del interior. Pues lo mismo: ¡cuántas veces tendremos que quitarnos la piel dura que hemos puesto para proteger nuestro interior!
¿Pero se puede quitar la piel así como así? Pues no, seríamos como el niño pequeño que arranca la piel y tira media naranja. Necesitamos de los demás. Es preciso conocernos cada día mejor. No se puede ir por libre, en esto de la vida tampoco: nuestra razón nos dice qué es lo bueno, lo que nos puede hacer feliz. No es lo primero que se nos ocurra -porque eso es capricho- sino lo que verdaderamente nace de la reflexión, del pensar en serio en mi vida, qué quiero, a dónde voy y con qué aperos estoy haciendo este camino. Por eso el video de hoy, un canto a que la otra persona es decisiva en mi vida ¿no?
Os invito esta semana a conocernos mejor, a descubrir nuestros “no me da la gana” particulares... A veces es cuestión de una sola cosa, otras veces es con algo diario o cotidiano. No me da la gana: servir, acercarme, ayudar, sonreír, hablarle, comprenderle, quererle, perdonarle...
El remordimiento -bueno- es como un río que acaba en un mar: el de la felicidad. Viviendo sin remordimientos, sabiendo que intentamos hacer siempre el bien se vive mucho más feliz.
Sólo hace falta querer: ¿nos atrevemos a ello?
domingo, 18 de septiembre de 2011
más vale bien-perder que mal-ganar ¿o no?
Nada hay más humano que protestar, que compararnos para todo con los demás. No nos gusta que nos comparen los demás con otros, pero nosotros enseguida sacamos la proa: "¿por qué a ellos si y a mi no?". Es lo que pensamos cuando, por ejemplo, la lotería de Navidad les toca siempre a los demás y a mi, nada de nada. Y es que realmente este mundo -dicen- tiene que estar hecho de ganadores, el que simplemente empata no vale (no digamos ya si encima pierdes). Pero hay cierto hálito de compasión, al que pierde siempre le queda un consuelo, el que le dicen los demás: no hay mal que por bien no venga, pero claro, si ese mal es para los demás.
Nos duele perder, que no salgan las cosas como queremos. Perdemos los nervios, la paz, incluso el sueño por las cosillas más insignificantes. De una gota sacamos océanos donde no llegamos al fondo con el pie. Nos complicamos la vida por dimes y diretes: por lo que yo dije... porque tú dijiste... porque yo pensaba... porque a mi me parecía... porque me habían contado...
Nos justa ser jueces. Emitimos veredicto sin haber escuchado a la otra parte, veredicto siempre de culpabilidad, claro. No nos preocupamos de saber si realmente el otro puede tener razón, no: nosotros creemos que ya tenemos la verdad ¿para qué vamos a necesitar la de los demás? Elevados sobre el estrado nos hemos convertido en dioses olímpicos que desde la impasibilidad de sus tronos deciden quienen son los buenos y quienes los malos.
Podemos realmente preguntarnos si ganar de esta manera merece realmente la pena. Yo, por mi parte, prefiero ser un perdedor. Me niego a que los demás dicten mi conciencia, que la "mayoría" decida por mi libertad. Hay cosas más importantes que ganar: la amistad, el amor, la vida en familia, la confianza, la esperanza, esperar cada día a ser alegre, la conciencia personal... Prefiero ser juzgado mil veces que atreverme a juzgar yo a otro. Prefiero perder cada día el juicio social sabiendo que puedo hacer feliz al que forma (o puede algún día) parte de mi vida.
Pero claro, todo depende de los que estés dispuesto a arriesgar... ¿te atreves a quemar las naves?
domingo, 3 de julio de 2011
¡Pedante!
Vivimos hoy en un mundo de maestros -¡que no pasan de ser unos pedantes! –en el pleno sentido español de la palabra-: todos nos dicen lo que tenemos que hacer, lo que está bien o mal, quien es de los nuestros y quien no. Todo argumento de autoridad es “porque lo digo yo” y debemos poner el punto final. ¡Cuántas discusiones en casa o con amigos acaban mal por querer poner todos a la vez el punto final! Así tragamos programas de ¿presentadores? que gritándose durante varias horas, quitando y poniendo razones “porque lo digo yo” son el entretenimiento de la tarde/noche de los que hemos preferido perder la razón: hablando de los mismos, pero diferentes personas en diferentes canales... con tal de que nos den el resultado hecho...
Estamos entregados al enemigo, y no mires de reojo a tu alrededor: me explico. Es difícil llegar a querer realmente a una persona. Comienzas -¡somos humanos!- juzgando sus apariencias, sus comentarios. Enseguida sacamos un juicio. Si es positivo, seguimos profundizando: familia, trabajo, estudios, aficiones, ideas... Poco a poco, vamos construyendo nuestra opinión. Hasta que al final puedes llamarlo amigo o si las cosas han ido con más profundidad, presentarlo/a como tu pareja. Pero hoy juzgamos al mundo y a nuestra sociedad según nos cuentan los demás...
- Depende quien pique en nuestra puerta, depende su grupo racial, ya decimos a qué vendrá: a pedir o a robar... porque nos lo han contado los demás, lo hemos oído, lo dice la gente. ¡Cómo nos arrepentimos de haber abierto la puerta!
- Vemos a “pobres de solemnidad” tirados por la calle, embarrados, encartonados para poder dormir, y si podemos cambiamos de acera... porque a nuestra sociedad les molesta: nos han dicho que roban, que se drogan, que se pelean entre ellos, que beben...
1. Estar cansado y agobiado... porque será la única forma de que realmente nos demos cuenta de que nos “cuesta” la vida... ¿te cansa pelear con un enfermo, por tus hijos, por tu vida, con tus cosas? Perfecto, lo estás haciendo bien. No se cansa el que nunca hace nada. Sólo el que lucha, se esfuerza es capaz de esperimentar el cansancio.
2. Reconocer que necesito descansar, que yo no puedo con todo, que por más que me empeñe otros pueden hacer más que yo... Aportar lo que eres: ni más, ni menos. Cansado -pero satisfecho porque me siento vivo- y necesitado de poder compartir con tu pareja, con tus amigos lo que hay dentro de tu corazón, escuchar y que te escuche, acoger y sentirse acogido. No quedarse a la mitad, pero reconocer que la vida es una suma, no sólo yo sino tú + tú + tú + tú...
miércoles, 15 de junio de 2011
A les hores...
viernes, 20 de mayo de 2011
¿"spanish revolution"? A buenas horas...
Nuestros jóvenes, haciendo vida en las calles de las principales ciudades de este pais, nos recuerdan que vivimos tiempos difíciles. ¡Ya era hora! Este sistema no hay quien lo mantenga, pero se acabaron las comodidades burguesas de los cabezapensantes y por fin la calle empieza a respirar movimiento. En plena euforia electoral, en plena campaña de venta de ilusiones, proyectos y "soluciones" los que duermen en la calle avisan:
- Crisis de trabajo: condenados a no tener futuro, vivienda, estabilidad. Adios a la Seguridad Social. Se acabó la bonita, edulcorada y acomodada clase media...
- Crisis de valores: porque todo vale con tal de que seas feliz y no armes ruido. Con tal de cada cuatro años nos votes y el resto no molestes.
- Crisis de la “generación perdida”, aquellos jóvenes a los que esta crisis toca de fondo, no tienen trabajo, ni perspectiva de tenerlo, y ahora nos amenazan con el retraso de las pensiones...
Vivimos en un mundo en el que parece nunca estamos a la altura:
1. por un lado, todo tiempo pasado fue mejor: "Es que antes todo era más fácil, es que antes no había estos problemas, educar a los hijos era más fácil, había más seguridad, nos conocíamos todos mejor..."
2. por otra parte, los que viene detrás dicen que no les entendemos: "Es que no estás al día, es que parece que no te enteras, es que esto ya no se hace así..."
Vivimos reconcomidos por ese pasado que parece era tan feliz y por este futuro que tocamos con la mano, pero parece no es para nosotros porque no lo entendemos.
Era como aquel hombre que no quería hacer nunca nada malo, pedía y pedía ayuda a sus amigos. Un buen día éstos decidieron qué hacer para que nunca pudiera hacer nada malo: atarle las manos. Le comentaron que así era mucho mejor, que podría vivir más tranquilo y sosegado, dedicado a lo que le gustaba. No se dieron cuenta de que atándole las manos tampoco podría hacer nada bueno, pero el fin era no hacer nada malo. Aquel hombre poco a poco se fue acostumbrando, si bien quiso librarse alguna vez de esas ataduras. Sus amigos le contaban las cosas malas que pasaban por el mundo –también las buenas-. El hombre pensaba que era mejor vivir así: con las manos atadas.
Pero un buen día –pasados muchos años- sus amigos quisieron liberarle de aquellas ataduras, el hombre ya había aprendido la lección. “Ya eres libre” le dijeron cortando aquellas ligaduras. Pero resulto que ya era demasiado tarde: sus manos estaban totalmente atrofiadas.
Nosotros podemos ser –también- este hombre. ¿Qué hacer ante la realidad que nos toca vivir? ¿Ante esta crisis social, y de valores, económica? ¿Cruzarnos de brazos? ¿Esperar a que otros empiecen? ¿Lamentarme, quejarme, encogerme de hombros, esperar, esperar, esperar a mañana?
La vida –el futuro- parece pertenecer los que más fama tienen, a los que igualan sus cánones a las modas de turno y en ello ponen todo su empeño: ser moderno, ser actual... ¿Es ese todo el futuro que nos espera? ¿Ser igual que los demás y morirnos de aburrimiento porque nada diferente se puede hacer, creer, decir?
¡No! Hoy aprendemos con estos jóvenes de la "spanish revolution" un mensaje: ESPERANZA. Si nuestra sociedad nos llama fracasados porque este sistema en el que vivimos reventó, queremos llamarnos y ser BIENAVENTURADOS. Si este mundo nuestro nos hace vivir en una barca a la deriva entre el mar del ayer y las dudas del mañana, nos llamamos BIENAVENTURADOS. En un mundo clasista, donde tanto tienes, tanto vales; en un mundo donde lo de listos es aprovecharse de los demás y meter la mano en el cajón que ahora hipócritamente algunos pretenden cerrar ¡a buenas horas!, queremos ser BIENAVENTURADOS.
Pero lo tenemos que sudar, esto no es ningún desfile de la Victoria, sino que es un estadio donde hay que competir: Aquí nadie regala nada.
Ø Dichosos los misericordiosos, porque no todo va a ser rencor, venganza, odios, rencillas...
Ø los que trabajan por la paz: es posible tener Paz dentro y fuera, en casa y en la vida.
Ø los que sencillos y limpios de corazón,
Ø los que lloran y se esfuerzan y luchan y no se dejan vencer por el desánimo.
Ø Dichosos los que tienen hambre.
Pero esto que parece imposible, inalcanzable, una utopía más: ¡puede no serlo tanto!... La verdad que muchas veces me apuntaría a la lista de Sartre: "¿me suicido o no?" ;) Pero prefiero a Chesterton en "Enormes minucias" donde lo pequeño, lo habitual, lo corriente, lo rutinario pueden tener un papel fundamental. No hace falta llegar a la luna, con llegar al corazón del otro basta. Por ejemplo:
Había un sacerdote que viajaba en el metro de Madrid siempre a una misma hora y hacía siempre el mismo trayecto. Al ir siempre en el mismo vagón observó que, normalmente, también allí estaba la misma gente. Se fijó en un chico que estaba en una esquina. En la otra estaba una chica. Cierto día que llovía, la chica traía un paraguas. Al salir del vagón a ella se le olvidó el paraguas y el chico, muy educado, lo recogió y salió detrás de ella. “Señorita, se le olvidó el paraguas”, le dijo muy amablemente. Ella le dio las gracias. A partir de aquel instante se ponían siempre juntos y hablaban animadamente. Pasado un tiempo, el sacerdote vio que tenían anillos en sus dedos. Se habían casado. Luego el sacerdote fue trasladado a otro lugar. Pasados unos dos años volvió a hacer el mismo trayecto y volvió a ver al joven matrimonio. Un día en que llovía, a ella se le olvidó el paraguas, y entonces él lo cogió, salió tras ella y le dijo de un modo brusco: “Te dejaste el paraguas olvidado. ¡Cualquier día olvidas la cabeza!”.
¿Cómo devolvemos a los demás sus paragüas?
jueves, 14 de abril de 2011
II República... (ecos en Avilés)
Por segunda vez somos República. También Avilés: el 14 de abril más de dos mil personas, tras las banderas de distintas sociedades obreras y de los partidos socialista y republicano, recorren alegres la hoy calle de la Cámara para hacer entrega al alcalde de la bandera tricolor; y tras la oportuna orden, la banda municipal ameniza el día con La Marsellesa y el Himno de Riego. El 15 de abril LA VOZ DE AVILÉS pone todas sus páginas al servicio de la naciente República, con un entusiasmo poco disimulado.
Pero aquel sueño hecho realidad y encarnado en nueva Constitución, bandera e himno, no se correspondería pronto con la esperanza suscitada. Es verdad que todo depende de quien lo mire: para la parte reformista, las reformas radicales del primer bienio fueron demasiado profundas, en cambio para la parte revolucionaria muy escasas. La decepción campaba. Avilés no era ajeno a este ajetreo con el devaneo de unos desazonados pedregalistas con Acción Popular. Comienzan las distinciones entre República auténtica y falsificada, de derechas o izquierdas. Llegó 1933 y el susto cortó la respiración: la CEDA ha ganado las elecciones. Ortega alertaba a todos: “¡No falsifiquéis la República! ¡Guardad su originalidad! ¡No olvidéis ni un instante cómo y por qué advino! En suma: autenticidad, autenticidad.” Pero la llama está encendida, el miedo a desviar el camino comenzado aparece: El 4 de octubre de 1934 PSOE y UGT llaman a la huelga general para el 5, en protesta por la entrada en el Gobierno de tres ministros de la CEDA. Asturias será el bastión de esta revuelta: “Las nubes –presagia ‘El Socialista’ del 27 de septiembre- van cargadas camino de octubre: repetimos lo que dijimos hace unos meses: ¡Atención al disco rojo! El mes próximo puede ser nuestro Octubre. [...] Tenemos nuestro ejército a la espera de ser movilizado. Y nuestros planes de socialización.” Unos 40.000 sublevados, bien pertrechados en los asaltos a las fábricas de armas de Trubia y La Vega, y con las armas llegadas en “El Turquesa” -ocultas mientras tanto en las bóvedas de la Iglesia de santa Eulalia de Valduno-, salen a defender su República, la que no acaba de llegar.
La llamada encuentra eco en Avilés, aunque con menos entusiasmo que en Oviedo y las Cuencas. El día 5 amaneció con la Huelga General y la constitución del Comité Revolucionario, que hallará digno acomodo en el Gran Hotel. Avilés se divide, fiel reflejo de nuestra II República: en el Ayuntamiento se parapetan los notables de la ciudad defendidos por unos setenta hombres (Guardias Civiles, Guardias de Asalto, civiles varios) y frente a ellos las fuerzas de la Revolución que campean por Sabugo, Miranda y otras zonas rurales. Los alzados en Avilés tenían pocas armas y municiones, pero si dinamita suficiente como para cegar la bocana del puerto hundiendo el Agadir. Ocupan, para la Nueva República, los almacenes Balsera, estaciones del Norte y Carreño, los muelles de Avilés y san Juan de Nieva. Pero la Convocatoria hecha para cambiar España duró en Avilés tres días. Las tropas al mando de López Ochoa, que prefiere pasar por nuestra Villa camino de Oviedo para evitar una encerrona en Trubia, entran por la carretera de san Juan, y salvado el obstáculo de los almacenes Balsera, recuperan en la zona de Sabugo para la República el poco Avilés arañado por la Revolución. Las bajas avilesinas –muertos y heridos- se pueden quedar en cuatro decenas, si bien 283 presos sufrieron en la Cárcel los efectos de la represión.
La República se creyó la Victoria. Aparece en circulación una medalla de plata, que ilustra este artículo, labrada en los talleres “Menéndez” de Oviedo para glosar el “republicanismo” de un Avilés fiel a la Constitución de 1931: “La Villa de Avilés agradecida a sus defensores durante la huelga revolucionaria octubre 1934” en el reverso. En el anverso: Una mujer suplicante (¿la misma República?), con su hijo, extiende sus brazos hacia un soldado heleno, de cuyo brazo derecho pende la balanza de la justicia y del izquierdo la espada corta (xifos) desenvainada; una ciudad humeante pone fondo a dicha escena presidida por un escudo de Avilés con corona mural. Una rareza para coleccionistas, que es recuerdo de lo sucedido hace ya 76 años.
El Estado nacido del clamor popular en 1931 –atacado por todos, porque ninguna tajada gustaba bastante- no aguantó el golpe mortal. “Goethe decía de las revoluciones dos cosas que se ajustan estrictamente a la realidad del mundo actual, y desde luego, a la de España. Una, que cada revolución es siempre la consecuencia de los errores del régimen que la ha precedido. Y otra que, mientras dura la etapa revolucionaria, es imposible juzgarla con acierto, porque sus inconvenientes se ven demasiado cerca y sus beneficios demasiado lejos” reflexionaba Gregorio Marañón. Pero las dos Españas que “hielan el corazón” hicieron de las suyas: la división, recelos, los antagonismos crecieron. Pronto el eco alegre –y anticlerical, por cierto- de Riego es sustituido por el crepitar de los disparos, la Marianne sale despavorida dejando olvidada la justicia en tantas cunetas y tapias de cementerios, familia contra familia buscan en el combate una nueva España. Pero eso es ya otra historia. Pasados ya 75 años sólo queremos recordar los hechos de aquel Octubre de 1934. Los Almacenes Balsera, el Gran Hotel, el edificio del Ayuntamiento, la Calle de La Cámara, nuestras callejuelas de Sabugo, la antigua Cárcel de Avilés son testigos de aquella Historia que ante la masacre que se avecina en 1936 repetirán llorando con Ortega: “¡No es esto, no es esto!...”
domingo, 13 de marzo de 2011
El precio de la libertad
Hoy, quizás, es difícil ser feliz. Todo el que se empeña en serlo descubre cuántos momentos no puede llegar a alcanzarlo y eso puede llegar a hacerle pensar que es un fracasado. Quizá el camino no sea la felicidad, sino la autenticidad: “La satisfacción es el resultado del esfuerzo de hacer felices a los demás”. ¿Pero cómo serlo en un mundo de opciones tomadas? Nuestra sociedad dice quién es de los buenos o de los malos, quien está en el bando correcto o en el equivocado. Libros y tradiciones, escritores y pensadores son hoy garante de autenticidad: ¿realistas? Esos “moldes” quizá hoy estén rotos o caducos, pero nuestras opiniones y nuestras opciones se basan en ellos, incluso nos sirven para juzgar y dictar categorías... Pero es posible que también nuestra sociedad necesite unos parámetros, un camino dictado para saber que queremos llegar a algún sitio y sin esos dictados el camino podría ser cualquiera. Realmente feliz nos hacen los demás: por lo que recibimos, por lo que nos hacen sentir y valorar, por lo que nos hacen partícipes de su vida. Por eso, ¿hasta dónde podemos optar?
Elie Wiesel, que sobrevivió a un campo de concentración nazi, afirmaba: “lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia”. Un posible camino es el que conduce a ninguna parte. Es por el que nunca deberemos optar. Pero tampoco el fácil de pensar que mis opciones, opiniones y forma de vida tienen que ser siempre lo correcto; los demás también han de optar. La sociedad del mañana es plural, no sólo por colores sino por opiniones. Deberemos encajar unos con otros, aportando valores y enriqueciendo los diálogos, incluso tomando opciones... Es un reto apasionante, lo importante es cuánto nos va a costar nuestra libertad, o hasta dónde estaremos dispuestos a llegar...
lunes, 28 de febrero de 2011
LA CREACIÓN
Y el Hombre dijo:
Y Dios dijo:
Y Satanás creó el chocolate.
Y la Mujer dijo:
Y Dios creó las ensaladas y el aceite de oliva.
Y Satanás hizo el helado.
Y la Mujer dijo:
Y Dios dijo:
Y Satanás inventó los huevos con chorizo.
Y el Hombre dijo:'Y con Panceta'.
Y el Hombre engordó y su colesterol malo se fue por las nubes.
Y creó Dios las zapatillas deportivas
Y el Hombre dijo:
Y Satanás dijo a la Mujer:
Y la Mujer le acercó al Hombre patatitas fritas, palitos salados,
Y vio Satanás que estaba bien.
Y el Hombre llegó a tener las coronarias obstruidas.
Y dijo Dios:'No es bueno que el Hombre tenga un infarto'.
Y Satanás creó... LA SEGURIDAD SOCIAL.
Y en eso andamos.......
domingo, 27 de febrero de 2011
ande yo caliente, ríase la gente....
Esa es también, muchas veces, la historia de nuestra propia vida. ¿Sabéis a qué tenemos mucho miedo? Es algo que según te vas haciendo mayor puede parecer que te va dando igual, pero tampoco: una de las cosas que más nos preocupan es “¡¿qué pensarán los demás de mí!? Por que una es la intención con que haces las cosas y otra muy diferente la que la otra persona pueda entender. Nos preocupa –aunque pensemos que no- lo que digan, piensen, valoren algunas personas...
Nos inquieta ser incomprendidos, quedarnos solos, sentir que hemos fracasado, que las cosas no han salido como esperábamos, que quisiéramos haber hecho mucho más de lo que hicimos, que nuestras palabras no llegaron, que la mirada fue malentendida, que la risa no fue todo lo oportuna que buscaba, que ese perdón no llegó a tiempo... Y esos sentimientos representan columnas de cartón que vamos poniendo a la cúpula de nuestra vida, porque parece que si no se derrumbaría...
Por eso, hoy tenemos que ser capaces de pegarles una patada a todas y mandarlas lo más lejos posible... Pero necesitamos varios ingredientes:
1. Humildad. Creías que podrías con todo, pensabas que la vida no tendría dificultades y cuando menos te lo esperabas la vida y sus complicaciones te estaban esperando. No podemos con todo, necesitamos de los demás. Nuestras manos no pueden hacerlo todo, nuestro corazón amarlo todo, nuestras palabras llenar todo el silencio. Necesitamos las manos, el corazón, las palabras de los demás. ¡Nos necesitamos unos de otros! ¿Parece sencillo? Entonces ¿porque no es ya una realidad? Porque todavía nos puede nuestro peor enemigo, el que nunca duerme: yo mismo. “Es que no sé si podré, es que no sé para qué hablé, es que no sé por que todo me tiene que pasar a mi, es que no les puede tocar un poco a los demás...” Somos nuestros peores jueces cuando las cosas salen mal, cuando se tuercen. Para lo bueno no, siempre nos parece poco. Tenemos que ser lo suficientemente humildes para dejar a los demás formar parte de nuestra vida, de nuestras cosas. Eso es el amor: lo mío tuyo, lo tuyo mío. Un “nosotros” eterno.
2. Sinceridad. ¿Todo lo que tienes, realmente lo necesitas? Vemos hoy cómo la crisis aprieta, y no sólo en España. Bastantes familias lo están pasando muy mal, y muchos que vinieron aquí en busca de trabajo o se han ido ya de vuelta o mandan mucho menos dinero a sus países. Pueblos enteros del mundo árabe están en pie de guerra... Y yo, ¿todo lo que tengo para vivir realmente me es totalmente necesario? ¿No nos hacemos demasiadas complicaciones, demasiadas esclavitudes? ¿No vivimos demasiado pegados a las cosas, a las marcas, a la imagen, al qué dirán? Nuestros armarios, baldas de estanterías, trasteros nos muestran cosas que nos sobran. Igual en el corazón, en el mente, en los recuerdos. Claro, es que los demás son así, nos defendemos... entonces quiere decir que tú eres igual que los demás. Si nos quedamos un día sin luz, quemamos el ayuntamiento; pero si vivimos esclavos de nuestras cosas, ni nos enteramos ni nos preocupamos... Ya reflexionaba R. Martin du Gard: “La vida sería imposible si todo se recordase. El secreto está en saber elegir lo que debe olvidarse.”
3. Providencia. “Trabaja como si todo dependiera de ti, sabiendo que todo depende de los demás”. Mucha gente sólo necesita a los demás en sus problemas, dificultades. Guardas las tarjetas de visita para llamadas en caso de necesidad o favores y enchufes. Pero en esa vida de cada día ¿cómo están presentes tu familia, amigos, conocidos? El ruido, los jaleos, las prisas, la vida, la lucha, las contrariedades nos sumergen en mil líos que nos impiden estar más cerca del que deberíamos. Una persona, un familiar, alguien espera por nosotros. Está dispuesto a compartir lo mejor que tiene contigo. Lo única que hace falta es “dejarse querer”... ¿pero no somos a veces muy duros de mollera? Le pedimos a la vida lo que nunca podrá darnos, mientras la vida nos ofrece sus mejores dones, siendo nosotros incapaces de reconocerlo, esperando siempre “por lo mío”...
¡ES VERDAD QUE LA VIDA ES SIEMPRE LA MISMA, HACEMOS LO MISMO CASI A LAS MISMAS HORAS: PERO NO NOS DEJEMOS VENCER, LUCHEMOS PARA QUE CADA DÍA SEA DIFERENTE! “Sólo es digno de libertad quien sabe conquistarla cada día” (Goethe)
domingo, 20 de febrero de 2011
Luchar, un empeño diario no apto para todos...
Por eso te invito a que le des la vuelta a esta frase. No es “¿merece la pena este esfuerzo?” sino todo lo contrario: “¿si no lo hubiera hecho, podría perdonármelo?” ¡¡¡TODO ES POCO PARA EL QUE AMA!!!
Es verdad que a veces nos podemos sentir cansados: decepciones en el trabajo o en los estudios; las cosas no van por dónde nos gustaría; la enfermedad que pica en nuestras familias y no sale ni a escobazos; los disgustillos de la vida, de amigos, de conocidos; las ausencias de los que se han quedado en los cementerios esperando flores... Pero todo eso nos tiene que dejar el sabor de las cosas bien hechas. No es oportuno lamentarse: ¿podría haber hecho algo más? ¿quizá le demostré poco mi afecto? Esa tentación se llama remordimiento. Por eso, debemos mirar hacia el futuro, con la satisfacción de haber actuado con rectitud: hemos hecho las cosas como hemos podido, y ese ahora es HOY, donde otras personas, situaciones, casualidades te están esperando ¿Vamos a esperar a mañana para darnos cuenta, cuando éste hoy sea un ayer? ¡No! Tendremos que poner todo de nuestra parte para que hoy sea el mejor de nuestra vida, cada día, cada minuto, cada persona, cada acontecimiento... a pesar de los días grises... Aprender de los errores del pasado, cierto. Como tan cierto que no vivir lamentándonos eternamente de los males pasados... “Cuando me da por pensar de noche en mis defectos, me quedo dormido inmediatamente” (O. Wilde).
Pero tenemos que seguir avanzando: en este mundo nuestro parece que siempre tiene que perder alguien. No estamos hechos para empates. Vencen los ricos frente a los moribundos pobres –así cada 9 minutos mueren 5 niños de hambre, frente a la nueva enfermedad del mundo occidental: la obesidad infantil-; vencen los traficantes de pateras frente a los necesitados de encontrar futuro a sus familias –el año pasado por lo menos 200 personas habrán perdido la vida cruzando a España-; vencen las peleas, enfrentamientos, rencillas frente al diálogo, saber esperar, saber ceder, frente al perdonarse. ¡Cuántas veces -¡tantas bobadinas!- nos han hecho quitar la palabra a determinadas personas, no soportarlas cerca de nosotros! ¡Cuántos que formaban parte de nuestras vidas hoy ya no están, y tampoco les esperamos!. Nos hemos acostumbrado a ganar o perder: pero no a empatar. No nos gusta perder, queremos que las cosas salgan como a nosotros nos gusta, como nosotros sugerimos, como lo hemos pensado. Me gustan las cosas claras, ¡que está muy bien!, pero a veces la gente no sigue nuestro ritmo porque es demasiado intenso, demasiado pasional, y tomar decisiones importantes a todos cuesta, pecamos de tener poco tiempo... “El tiempo descubre la verdad” decía Séneca, démosle tiempo al tiempo...
Por eso, necesitamos saber: ¿dónde está la verdad? ¿Qué es el Amor, eso que puede dar tanta plenitud a tantas personas?
- Cuando todos, piedra en mano, condenan a muerte al pecador, al diferente, al que no es como los demás, cuando dependiendo del color tienes un sitio u otro, cuando por tu casta puedes elegir con quien casarte o que te endosen a alguien para siempre... entendí lo que no es amor. Porque yo era de los que tenían en la mano una piedra, yo era de los conformistas: ¡me daba igual todo! Pero mucha gente esperaba mi mano, mi aliento, mi toma de decisión... y yo preferí esperar frente a los que se quedaron en esta lucha... esperando, como siempre... yo, apretando mi piedra; ellos, cansados de esperar...
- Cuando la traición o la negación se alza en el patio del callejón del oportunismo, buscando el sitio descarado del privilegio... Cuando los que tienen la razón se callan, porque ha vencido la sinrazón abrazada como meretriz de lujo al poder... Entendí lo que es amor: Porque siempre habrá quien no calle, quien no se conforme, quien no niegue. Y en su osadía veo yo mi cobardía, mi apatía, me veo dándoles la razón... y yo callado, a lo mío, en lo mío... y ya está.
- Cuando miles de personas necesitan tus palabras, gestos, tu mirada. Cuando tus caminos pueden ser los suyos, tu comida la de ellos, tu vida su esperanza... Podré entender lo que es amor si te decides, si eres valiente, si no callas, si te rebelas, si dices “basta ya”... Aquí y ahora se necesitan: hombres nuevos ¿Dónde se hallan? ¿Detrás de la pantalla del ordenador? ¡Quiero creer!
domingo, 13 de febrero de 2011
Día de los enamorados
¿Pero de qué amor hablamos cuando hay que celebrar su día? Porque no es amor todo lo que nos venden:
- hay amores que matan: por que no hay entrega sino sometimiento.
- hay amores aprovechados: ¡cuánto te quiero por lo tanto que me vales! ¡Cómo te quiero porque todo me lo resuelves, dónde iba a ir yo sin ti!
- hay amores fingidos, porque lo que no se cultiva acaba secando, y toca disimular.
- hay amores de “dónde vamos a ir a estas alturas que podamos estar mejor”: es un amor de resignación...
Hoy que a todo llamamos Amor, descubrimos que no todo amor merece una celebración:
Un maestro albañil se iba a jubilar. Le dijo a su Jefe dejaría la construcción para llevar una vida tranquila con la familia. El Jefe sentía que dejara el trabajo. Le pidió si podría construir una casa más, como un favor personal. Accedió, pero se veía que no estaba poniendo el corazón en su trabajo. Utilizaba materiales de inferior calidad y el trabajo muy deficiente. Era una desafortunada manera de terminar su carrera. Cuando el albañil terminó el trabajo el Jefe fue a ver la casa, dándole al albañil las llaves de la puerta ."ÉSTA ES TU CASA, ES UN REGALO PARA TI." ¡Que pena! Si el albañil hubiera sabido que estaba construyendo su futura casa, la hubiera hecho diferente.
¡Qué diferentes son las cosas depende para quién las hagamos: para nosotros, para un amigo, para un conocido, para un desconocido, para alguien que nos cae mal? Todo depende del amor que pongas... Por eso debemos preguntarnos qué amor tenemos que celebrar, ya que sólo los griegos diferenciaban cuatro tipos:
Hay un amor de “phylia”: es el amor de la amistad. De alguna manera son los que nos caen simpáticos, aquellos que empatizan con nosotros... Queremos a los amigos en lo bueno y en lo malo, somos capaces de perdonarles los fallos: “Los errores del hombre son los que le hacen especialmente digno de amor” (Goethe). Pero no les queremos como podemos amar a nuestra media naranja, es diferente pero sigue siendo amor.
Hay un amor de stergo: es el que siente la madre por sus hijos. Este es un amor único, sólo una madre puede experimentarlo. “Hasta que he llegado a ser madre, no he comprendido lo que es Dios” (Doriot). Una madre da la vida por sus hijos, llega hasta el fin del mundo. No por todos haríamos lo mismo, ¿no?
El amor “ágape”: desinteresado, que no quiere dar para recibir. No busca nada a cambio. Damos a los necesitados, ayudamos al enfermo y nos preocupamos de ellos: Es amar aun cuando no es correspondido y cuando no siente el deseo. Y este es el amor que hace la vida “útil”: no un amor de rebajas, de temporada o de oportunidad. Sino un amor que es capaz de vencerlo todo, de perdonar todo. Incluso de perdurar en el tiempo, en alas de eternidad. Es el amor del heroísmo, de las grandes hazañas, de las entregas de por vida, del altruísmo... Es una amor que crea Paz, unión, fidelidad. Es el Amor con mayúsculas: es fuerza que puede mover un mundo dividido por guerras y discordias. Es el amor también a las "grandes verdades": la Paz, el Bien, la Libertad, incluso Dios, que hace apasionar una vida entera en pos de esa verdad amada.
Por eso es bueno examinar en el baboso día de los enamorados:
Ø ¿Cuál es el amor dominante en tu vida, el que tiene más peso? ¿El eros, el de amistad, el de ágape? ¿Qué amor usas con los demás? ¿Son sólo un amor con fecha de caducidad? ¿Sabes amar pensando en eternidad? ¿Es amor o beneficio? ¿Es mi amor sólo pura genitalidad?
Ø ¿Cuál es la medida de tu amor? ¿Te conformas con el mínimo?
Ø ¿Cómo lo cuidas en los detalles, en las formas? ¿Es un amor de apariencia?
Ø ¿Cómo es tu vida respecto a los demás en esos pequeños detalles? Sólo ama a lo grande quien ama en lo pequeño ¿Soy consciente de ello? ¿Eres demasiado importante para amar al resto?
Ojalá puedan escribir de nosotros, lo que el poeta escribía con corazón enamorado:
Volverán las oscuras golondrinas
Pero aquellas, cuajadas de rocío
miércoles, 9 de febrero de 2011
ver para creer...
El origen de esta historia es ciertamente desgraciado. A D. le diagnosticaron Parkinson en 2003. Desde entonces y durante dos años, para aliviar los síntomas de tan terrible enfermedad, comenzó a tomar dicho medicamento, con imprevisibles efectos secundarios. Se volvió adicto a las apuestas por internet, perdiendo de esta forma los ahorros de la familia y llegando a robar para saciar su hábito. Además, le entró un apetito tremendo por el sexo gay, ‘vendiéndose’ por la red vestido de señora.
D. J. se dedicó al sexo gay de forma compulsiva. De acuerdo al testimonio de sus abogados, su comportamiento, llevado por la medicación, le condujo al extremo de ser violado.
Tras dejar de tomar dicho medicamento, su conducta compulsiva desapareció, algo que es explicable porque componentes del mismo, como el prospecto de dicho medicamento indica, llevan a quien lo toma a la adicción patológica al juego, hipersexualidad e incremento de la líbido‘.
lunes, 7 de febrero de 2011
no dejar pasar el día, a lo mejor no llega otro igual...
jueves, 27 de enero de 2011
el no saber esperar...
Es una de las características más importantes de nuestra sociedad: la impaciencia. Todos tenemos prisa: en las colas, en las compras, en los recados, en las visitas, en el "amor", en nuestras relaciones sociales. Y lo más cómico del caso es que, aunque realmente no tengamos prisa, como los demás si parecen que la tienen nos contagian. “No me gusta que me hagan perder el tiempo”, decimos, “no tengo todo el día”. Ya decía Manuel García Morente que esta sociedad parecía condenada a correr y correr como un galgo en pos de la liebre sin saber ni a dónde ni por qué...
Y también es ésta una acusación que podemos aplicar a los demás, incluso a Dios: “no nos gusta que nos hagas perder el tiempo”. ¿Por qué? Sencillo: ante un problema serio de nuestra vida, una dificultad repentina, o incluso el hambre o la guerra o el mal de nuestro mundo, nos gustaría que Dios -y/o los demás- actuasen ¡YA!... pero sentimos que Dios no actúa, no habla, no “funciona”, que los demás no hacen las cosas como a nosotros nos gustaría. Porque Dios -parece-es esencialmente paciencia. Y su paciencia es nuestra redención frente a nuestras impaciencias. Dios tiene claro que lo que salva al mundo es el Amor, no el poder. El mundo lo ha salvado un Crucificado, no los crucificadores que tenían ese poder. El poder selecciona a los mejores para mi servicio, crea siervos, dependencias y favoritismos (que por cierto ¡cómo nos encantan!). Pero el amor nos hace iguales, más aún: servidores... El poder engendra impaciencia: ¡esto lo quiero así y así... porque lo digo yo... porque no hay más que hablar! Frente a la tentación de querer mandar, la solución de amar...
Termino con una de Ávila, Teresa de Jesús:
Nada te turbe,
nada te espante:
todo se pasa.
Dios no se muda:
la paciencia todo la alcanza,
quien a Dios tiene nada le falta,
sólo Dios basta.